Ser tu inspiración.

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Cada salto que daba le hacía sentir incompleto. Algo estaba mal en su rutina y le molestaba.

Había cambiado y pulido muchas veces los pasos y secuencias que tenía sobre aquella canción, y aun así sentía que no era lo suficiente y que algo empezaba a perderse dentro de cada salto que daba. Estaba sintiendo el vacío de una coreografía sin pasión.

Miró a Yuuri, se encontraba sentado en la banca de descanso frente a la entrada de la pista, sonriéndole cada que sus ojos se llegaban a topar. Fijó toda su atención en el japonés que habitaba en su corazón, aquel que puso una tiendita de acampar en su vida y no pretendía irse hasta gobernar por completo en él. Aunque ya lo había hecho.

Pidió a Mila que reprodujera una vez más aquella canción, y centrándose únicamente en la presencia de Yuuri empezó a patinar.

Se imaginaba a su novio en cada escena sobre su cabeza, Halelujah reinaba en el silencio del campo de entrenamiento y los ojos de Viktor bailaban alrededor de la silueta de Yuuri. Lo veía a su lado, junto a él bailando y acariciando su cuerpo; por donde sus cálidas manos pasaban Viktor hacía un seguimiento, e imitaba cada uno de sus movimientos.

Yuuri en su mente de pronto se alejó, y un gran abismo apareció en medio de los dos, Viktor entonces dio un gran salto y aterrizó perfectamente a su costado, pudiendo apreciar más de cerca la sonrisa radiante de Yuuri.

Los aplausos no dudaron en hacerse presente, y cuando Viktor finiquitó su práctica más perfecta pudo sentir un calorcito en su pecho. Estaba feliz de haber hecho sonreír a Yuuri.

—¡Eso fue hermoso! ¡Perfecto!

Viktor hizo una reverencia hacia Yuuri y sus demás compañeros de pista, patinó hasta la entrada y ahí fue recibido por Yuuri, quien le entregó los protectores de sus cuchillas. Verlo tan cerca provocó en Viktor el deseo de besarlo, sus ojos se centraron en lo suave que se veían sus labios y no dudó ni un segundo cuando lo tomó de la cintura y chocó sus cuerpos en ese delicioso contacto.

Yuuri se sorprendió y avergonzó al mismo tiempo, Viktor no medía muchas de sus veces los actos que hacía. Yurio tras suyo hizo una mueca de asco, aunque Mila le tapaba los ojos de forma juguetona.

Cuando Viktor se separó ante el inminente deseo de respirar, Yuuri le sonrió con cariño.

—Fue una coreografía maravillosa, llena de grandes sentimientos.

—Siempre me llenarás de sentimientos, Yuuri. Mientras pueda y quiera patinar siempre serás mi más grande musa.

—¿Y cuando ya no esté?

—Yo tampoco lo estaré.

—No digas eso, Viktor.

—Ni tú tampoco—reprochó a Yuuri, acariciando una de sus mejillas—. Pero es verdad lo que digo. Cuando tú no estés a mi lado la inspiración tampoco.

—Eso es malo, Viktor. Debes aprender a valerte por ti mismo y prometer que no me dirás adiós hasta que seas tu propia musa.

—¿Otra de esas promesas, Yuuri? Ya te dije que no me gustan.

—Si no lo prometes no habrá vino esta noche.

Vino es a Eros como Pool Dance es a Yuuri. Con una sonrisa gatuna, olvidándose de sus sentimientos de preocupación, Viktor aceptó.

—Prometo que antes de decirte adiós recordaré ser mi propia musa.

Yuuri esta vez le devolvió el beso, olvidándose que existía alguien más en la pista. Ahora solo eran ellos dos.

***

Las cuchillas de sus patines silbaron al separarse del hielo, cayeron en un ligero y perfecto sonido mientras continuó con su rutina.

Era un hombre apuesto que caminaba en busca de una bella flor por los senderos de un paraíso olvidado. De repente se encuentra con el hermoso jardín de una casa desocupada, donde se hay millones de rosas de diferentes colores, y entre ellas aquella flor en especial.

Pero el apuesto hombre tiene que saltar para llegar, elevarse con sus alas si es posible y necesario. Y así lo hace.

Se siente caer en una mullida cama cuando sus pies rozan la suave textura de la rosa que lo ha atrapado, toma la rosa y la eleva hacia los cielos, sintiendo una suave música desprenderse desde lo alto. Una música que lo adormece y queda extendido sobre el jardín.

Mila le aplaude furiosamente, ha sido una interpretación más que perfecta a los sentimientos que Viktor le había comentado y deseaba expresar.

El patinador, que lo único plateado que había tenido en su vida era su cabello, le sonrió con gran felicidad a la vez que se desplazaba hasta la barra de protección para tomar un poco de agua.

—Fue hermoso, los pasos fueron...perfectos, Viktor. Cada día lo único que haces es mejorar. Es una lástima que después de esta temporada pienses retirarte.

—Ya es hora, Mila. Mis músculos y articulaciones no son las mismas, hacer esta coreografía requirió más de mi tiempo del que yo esperaba—Viktor no se sentía viejo, pero tampoco era joven. Los treinta y dos años que llevaba encima eran más que suficientes para un patinador profesional—. Además...Yuuri y yo necesitamos vacaciones.

—Yuuri—dijo Mila con una sonrisa—. Él siempre fue tu inspiración ¿En esta ocasión también lo fue?

Viktor miró a su compañera de pista, cada día que pasaba le agregaban a Mila actitudes y rasgos más maduros. Ya no era la muchachita que jugaba con Yurio, ni la pelirroja que suspiraba por cualquier cosa. Ahora era una mujer hermosa, con el infinito en sus ojos.

—No—sentenció firmemente—. En esta ocasión no. Como me hizo prometer hace unos años Yuuri, aprendí a ser mi propia inspiración. ¿Verdad, Yuuri?

Mila sonrió siguiendo la mirada de Viktor a las bancas de descanso donde siempre se encontraba sentado Yuuri, observando su patinaje. Desde ahí pudo escuchar la clara respuesta del joven japonés, aquella que irrumpió el corto silencio formado en la pista.

—Me alegra mucho, Viktor. 

Antes de decirme adiós recuerda...[COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora