Entran al apartamento. La televisión está a medio volumen, dando el noticiero que relata el caos y miedo de la población. La taza de café, ya frío, está sobre la mesa del salón de estar. El desastre de ropa, las cosas a medio hacer. Todo está igual a los momentos previos en que salió de estampía.
Scott deja a su invitado en medio del pasillo, desapareciendo por una puerta. Arthur, atontado por lo de hace un rato, apenas y comprende que está en el departamento de Scott.
― Ven a la cocina ― Reacciona cuando es llamado, quedándose pegado en las cosas a su alrededor como si todo se moviera en cámara lenta. Se fija en detalles minúsculos del lugar, la cajetilla de cigarros, la gran cantidad de bufandas en el perchero, la ropa desperdigada en el pasillo.
Una prueba absoluta de ser territorio de Scott.
"No ha cambiado" se dice cuando ve el cenicero lleno de restos de cigarrillos. Sale de su burbuja cuando escucha el ruido de platos y tazas. Arthur cierra la puerta, ensuciándola con hollín y algo de sangre seca.
Scott tiene una taza encima de una mesa y está de espaldas, rebuscando entre los estantes. Arthur lo mira desde el marco de la puerta, sucio y con la chaqueta del militar sobre los hombros. El pelirrojo sonríe para sí mismo cuando encuentra una caja y se da la vuelta, pero al encontrarse con su hermano, la borra y deja la caja metálica sobre el mesón.
― Té.
― ¿No que no te gustaba el té?
― ¿Qué te importa? El agua va a hervir, siéntate ― El chico obedece en silencio. Por un momento, el único ruido es la silla arrastrándose. Scott tiene sus ojos cobaltos fijos en él.
Cuando la tetera eléctrica suena, el hombre mayor se acerca a cogerla, retrocediendo en sus pasos para luego llenar la taza. El vapor acaricia la nariz de Arthur. Poco a poco, comienza a volver de esa burbuja de cámara lenta. El primer sorbo le quema la punta de la lengua.
― No es común que seas amable ― Murmura más para sí mismo que para él. Las palabras resultan como una bofetada en la mejilla pecosa.
―No soy una bestia, es normal que me preocupe ― Las palabras salieron más bruscas de lo que él esperaba. Arthur baja la mirada.
― Sí.
La televisión se sigue escuchando como sonido de fondo. Scott se sienta.
― ¿Cómo te sientes?
― Pues... Creo que estoy bien, la cabeza me duele por la caída pero creo que no me pas...― Las palabras enmudecen justo en el momento que unas manos heladas están sobre su frente, descubriendo la chasquilla. Su hermano mayor (¿Realmente se rehúsa a dejar el pasado? o quizás no es capaz de digerir por completo todo lo dicho) está a corta distancia, concentrado en su frente.
― Mierda, no me di cuenta pero eso es para puntos. Si tuviera el bolso de sutura lo habría cerrado en cinco minutos.
― ¡¿Q-qué?! ¡Tú, coserme!
― Para tu información, imbécil, en el ejército tomamos cursos de sutura por si no hay médicos cerca ¿Quién mierda me crees? ¿Un aspirante a costurera? ― Y el frío suave de su tacto se aleja. Scott se vuelve a sentar, cruzando sus brazos ― Tendrás que esperar que el hospital se desocupe, en estos momentos debe estar abarrotado por la gente en estado grave.
― ¿Cómo...puedes estar tan tranquilo al decir eso?
― Soy un militar. He visto cosas más terribles que esas. ¿No debería preguntarte yo eso?
Arthur miró la taza de té. Se reflejaba en el agua oscura.
― Supongo que... Puede que todavía no lo proceso. Tal vez en un rato... mañana o en una semana más esté gritando y llorando ― Hay un largo silencio. Scott piensa que eso mismo pasó la primera vez que lo llevaron a batalla.
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Sin Salida
RomantikScott se siente en un laberinto sin salida, todo desemboca en un punto peligroso y de ojos verdes.