—¡Felix! —lo llamaron en voz alta, pero el antes nombrado no hizo ni el más mínimo caso—. ¡¿Cuándo dejarás de huir de tus propios problemas?!
El pelirrosado paró en seco, volteó a ver a la joven que le estaba llamando y puso un semblante serio.
—Tú no tienes derecho de hablar, Cami —espetó Felix apuntándola con el dedo—. Me abandonaste cuando más te necesité ¿Motivos? Según tú te sentías culpable por no "advertirme" a tiempo de Fede, te fuiste de mi lado... ¡¿Y aún así regresas y me dices que no huya de mis problemas?! Por dios, Camila, piensa antes de hablar.
—Quería enmendar mis errores y ayudarte —susurró—. Pero siempre meto la pata, soy una inútil que no sabe hacer nada más que arruinar las cosas —la peliverde cubrió sus ojos mientras su labio inferior temblaba—. Por eso te quise dar el consejo anterior, pero veo que eso te alteró más. Perdóname Felix, pero ya no puedo con esta estúpida carga.
Dicho lo anterior se dio la media vuelta y comenzó a caminar, cada paso se sentía mucho más pesado que el anterior, pero no le importó en lo asoluto así que corrió. Corrió nuevamente, huyendo de su peor miedo, huyendo de su inseguridad, huyendo de su torpeza, huyendo de su gran responsabilidad, huyendo de sus problemas...
«Era desgastante vivir sabiendo que meteras la pata de alguna forma aunque no quisieras»
[…]
Fede abrió la puerta de su amado hogar y la cerró detrás de él, recorrió el pequeño pasillo a pasos lentos admirando cada una de las fotos que se hallaban colgadas en la blanquecina pared.
Blanco, color de pureza, manchado con el color de tristeza absoluta.
Se detuvo al observar una foto muy peculiar, en aquel retrato se encontraba él y Felix, durante el preescolar. Era una foto grupal, ahí se hallaban todos sus compañeros de juegos durante su infancia, y ahí notó a dos pequeños niños abrazándose por los hombros con uns enorme sonrisa.
Aquel cabello plateado mal ordenado, una piel morena junto con una leve cicatriz en su rostro en forma de "X" junto con un niño de tez blanca, cabellos totalmente rosados y orbes color ámbar. Eran Felix y Eak. Entonces recordó que ellos se llevaban tan bien en el jardín de niños, pero la primaria los separó.
—Oh cariño, haz llegado —una joven mujer de cabellos albinos, amarrados en una coleta alta apareció mientras bajaba de las escaleras—. ¿Cómo te fue hoy?
Fede volteó a ver a su amada madre, al menos ella siempre tenía una gran sonrisa para él, ella le recordaba a Felix pues ambos tenían una enorme sonrisa a pesar de las circustancias.
—Mamá ¿Recuerdas lo que quise durante ese día? —susurró Fede mirando a su progenitora.
La madre de Fede asintió y entendió la indirecta, así que se removió de las escaleras y dejó un espacio libre para que su amado hijo subiera a su habitación y tuviera privacidad. Fede colocó el primer pie en el escalón y sintió sus ojos arder, tal y como ese día.
—Estaré en la sala si me necesitas, hijo —murmuró la señora de orbes zafiro.
—Vendrá Eak hoy por la noche, solo aviso eso —dicho esto, el albino rápidamente subió las escaleras con un único propósito: dirigirse a su habitación y ahogarse en su depresión.
Cuando llegó a su amado "hábitat", apagó la luz y se recostó sobre su cama, tocó su mejilla pues sintió algo mojado sobre ella: estaba llorando. Apretó las sábanas para reprimir un sollozo y suspiró pesadamente. Odiaba esto, odiaba llorar y ser débil, Puppet tenía razón.
ESTÁS LEYENDO
el malo del cuento ✧ fede ❬fnafhs ; fhs❭
Fanfic❝Tus acciones te llevaron a ser el Malo del Cuento❞ ¿Cómo sería posible perdonar sin olvidar? Aún si lo hicieras, no sería lo mismo, ya que siempre quedan cicatrices del pasado. Donde Fede recibe cartas de amenaza y burla de un remitente desconocid...