Huevo

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Llevaba demasiado tiempo interesada en aquella baratija, incluso llegué al punto de acudir a la subasta el 12 de Marzo. Aquel obsequio podría ser el comienzo de mi nueva colección de cacharros caros, o quizás podría venderlo al mercado negro y ganar dinero extra. Pero lamentablemente para mi familia, todo lo que encontraba se llenaba de polvo en diversas cajas fuertes escondidas en paradero no declarado.

Aquello que me llenaba de nerviosismo era un huevo, que obviamente era diferente al resto de huevos.
Al parecer la clase media es demasiado ciega a la hora de apreciar algo a la primera.

Lo que hacía a aquel huevo especial era su aspecto cambiante. Pasaba de mano en mano mientras el tiempo transcurría y, a su vez, más avariciosa se lucía su cáscara. No lograba entender su lógica, ni por qué de repente un día el huevo resultó ser un bombazo en todas las comunicaciones por su lustroso caparazón, que pasó de ser un pequeño huevo de bronce con una base de plata, a un huevo del tamaño de una una avestruz o más grande incluso con varias capas de oro y lustrosos diamantes mostrando formas cambiantes.

Temía que por ser tan conocido me lo arrebataría la gente que derrocha el dinero es estas tonterías...

Al parecer el huevo se intercambiaba en mano en el mercado negro a ratas de calle como yo, pero que a cambio ellos sí necesitaban dinero de manera urgente, por lo que rápidamente fue viajando hasta llegar al extranjero. Por suerte para mí, no lo perdí de vista para siempre, ya que se rumoreaba que el alcalde iba a reclamar el huevo que una vez fue de la ciudad.
Fue hace poco cuando un camión blindado llegó a Trenčín y me enteré de que el huevo finalmente se subastaría de manera pública, ya que el ayuntamiento prefería quedarse el dinero antes que iniciar una investigación como se debía.

Evidentemente yo iba a ir, aunque por supuesto que no iría al comprarlo, a demás de que entrar a la subasta no sería nada fácil sin tener una identificación ciudadana. Por suerte hay una cosa que nunca falla en un apuro si perteneces al mundo en el que me he criado: el dinero negro. Oh, demasiado segura estaba ya de que con dinero negro de todo se puede hacer...

El 13 de Marzo no quedaba muy lejos, así que me di el lujo de vestirme de gala en cuanto pude y salí cuando todos fueron al cementerio. Realmente me dolía no poder ir a despedir por última vez a Harold, pero mi familia tenía que comprobar algo que podría ayudarnos a conocer más sobre nuestro querido ex mayordomo y se fueron armados. Supuestamente tenía que resguardarme en casa

Tenía vía libre para marchar con un buen fajo de billetes en un bolso dispuesta a lo que sea con tal de entrar allí dentro, lo que sea. Todo lo contrario a lo que esperaba, la entrada era libre y pude ver con mis propios ojos exuberancia de aquel monstruoso huevo.

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Fue pan comido seguir hasta su casa al pavo real que se había ganado el bolsillo del alcalde ofreciéndole ni más ni menos que veinte millones de euros. Yo sólo tuve que anotar su dirección y el plan se pondría en marcha nada más yo llegara a casa y cambiara mis prendas a unas más discretas y cómodas para el hurto que procedería a más tarde.

Para mi sorpresa y desgracia mi familia se encontraba en la entrada de mi casa con la furgoneta blindada, cosa que sólo podía significar una cosa: estaban cargando sus linternas. Arremangué el vestido y subí a tientas por la tubería para colarme por la ventana y cambiarme rápidamente.
No dudé en bajar en silencio por las escaleras para poder enterarme de algo, consiguiendo ver como transportaban unos baúles con ruedas desde el furgoneta hasta el ascensor.
Todo iba de mal en peor, si estaban cargando las linternas y luego transportaban esos baúles hasta el ascensor, lo único que se podía deducir es que había una compensación dentro y probablemente viva.
El ascensor sólo funciona desde el pasillo de la entrada hasta los sótanos, ¿Y para qué utiliza una mafia el sótano? Creo que no es muy complicado parar a pensar que cuando tienes un cuerpo con o sin vida, los procedimientos que se aplican a continuación se tramitan en un lugar donde es innecesaria la luz natural y tampoco hace falta que nadie escuche el sonido del filo del cuchillo tallar en específicos ángulos para acallar o avivar los gritos de un pobre desgraciado.
Nunca me atreví a bajar y aquella vez no fue diferente, pero sí pude parar al bueno del tío Dárius, quien a pesar de su gran corpulencia y su tatuada calva, siempre se preocupaba más que cualquiera en que yo estuviera bien.

Me planté con las manos en la espalda y le puse mi mejor mirada de perro abandonado que en años sólo era utilizada para casos de emergencia.

-Dos cuerpos jóvenes drogados hasta las uñas, pero siento decirte princesa, que hasta que no pase la noche, nos será imposible saber más información de la que te acabo de dar- Dárius se inclinó hacia a mi y me sonrió mostrando su dentadura de oro macizo a modo de disculpa- Evidentemente tienes prohibido bajar o salir de casa en nuestra ausencia.

-¿Vais a marcharos de nuevo? ¿No tenéis suficiente con los rehenes? ¿No estabais en el funeral de Harold?- Me iba acercando cada vez más a su panza en busca de la más mínima información pero me apartó con un suspiro de pesadez.

-Tenemos que preguntar sobre ellos, nada más- Besó mi frente y se frotó la sien- Mira, no me rendiré, pero si te quedas más contenta, son dos chicos jóvenes y sabemos que uno se llama Boyko... -me miró de soslayo sabiendo que mi reacción sería pasmosa- Lo sé, tu padre sólo necesitó saber su nombre para querer llevárselo a él y al otro.

Me apoyé contra la pared en silencio viendo como todos iban subiendo desde el sótano e inclinaban levemente su cabeza ante mí a modo de despedida. El huevo podía esperar, necesitaba bajar para obtener mis propias respuestas, aunque yo aún no había leído la carta. Procedí a bajar en el ascensor hasta el sótano mientras me aferraba a mi daga y no voy a negar que salté asustada al llegar abajo por el estruendo de la maquinaria rozando contra el metal y la pared.
Aquel lugar parecía sacado de una película de piratas, con antorchas adheridas a las columnas y paja esparcida entre el suelo y acumulada en la pared sin saber muy bien su finalidad. Lamentablemente no había luz de luna colándose por una ventana de barrotes, pero sí habían jaulas gigantes que hacían de celda a los presos. Tampoco habían restos de sangre o mal olor, lo cierto es que incluso se podía apreciar el buen estado de las vigas de madera omitiendo los agujeros de balas pérdidas o de los arañazos en el suelo y la pared de algún rincón.

Desde donde yo me encontraba, se podían vislumbrar dos candados que colgaban de la cerradura de las últimas dos jaulas, así que me acerqué suponiendo que los habían encerrado en apartados distintos. El pasillo estaba hecho de manera vertical en referencia al ascensor, con seis celdas encaradas entre sí dejando el pasillo entre medias.

A mi izquierda, pude ver a una especie de pequeño ovillo humano con ropas oscuras que me daba la espalda, tenía las proporciones de un niño de once o doce años, por lo que no sabía si la luz estaba engañando mi vista o que efectivamente la familia había capturado a un niño tras haberlo drogado en un cementerio. Aquello pintaba muy mal.

Fue entonces cuando decidí girarme para ver la otra celda que lo vi: el rostro más admirable que mis ojos pudieron detectar hasta el momento. No parecía tan mayor como me esperaba, pero tampoco podría asignarle una edad a aquel con facciones de mármol, aquel que me hizo agacharme para poder contemplarlo mejor bajo aquella tenue luz, ¿Cómo podía ser posible que uno de ellos fuera Boyko y que lo hubieran encerrado? ¿Cómo era posible que tal majestuosidad se albergara en un sólo ser? Bien, es posible que estuviera acostumbrada a convivir con borrachos sin un par de dientes, barbudos tatuados y algún que otro asesino gordinflón, pero habían tres chicos nuevos que eran veinteañeros y que quedaban lejos de quedar feos. Aún así, jamás hubiera querido acercarme a ellos a sabiendas de que estos tres eran los más sanguinarios.
Aquel que yacía aferrado a un sueño tranquilo sobre la paja en la celda era completamente distinto a cualquiera que hubiera visto antes. No entendía que podría haber hecho, normalmente suelen encerrar a piltrafas que deben algo o no les salió bien la jugada, pero nunca oí que hubieran maltratado a un niño.

Subí de nuevo a mi habitación con intenciones de salir a por el huevo, pero me era imposible no pensar en aquella carta. En ella se pedía el último deseo de Harold y menciona a un tal Boyko, pero sólo mi padre la ha leído y sólo nos ha proporcionado aquellos datos. De todas formas, si estaba en alguna parte, entonces sería al alcance de mi padre y eso ya era demasiada dificultad, así que fue un final aburrido en el que me quedé dormida.

ErzsébetDonde viven las historias. Descúbrelo ahora