—Buenos días señor Vittorio —Me saludó amablemente Ángela, la enfermera, mientras abría las cortinas de la habitación.
Giré la cabeza para esquivar la centellante luz que entró de repente por la inmensa ventana.
—Hoy hace un hermoso día —Dijo después con una sonrisa en los labios.
— ¡Bah! —Refunfuñé y me crucé de brazos todavía acostado.
Ángela me miró arrugando el entrecejo y con las manos puestas en la cintura. Luego se dirigió hasta mí. Me destapó un poco y me acomodó la almohada para que me pudiera sentar.
—Vamos señor Vittorio, anímese, que como le dije antes, y usted mismo puede ver desde esa ventana, hoy es un día hermoso. Así que ponga una sonrisa y no la saque en todo el día.
La miré sin expresión alguna.
—Vamos, lo estoy esperando —Insistió cruzando los brazos al ver que seguía sin sonreír.
Volteé los ojos rendido y le hice una falsa sonrisa que no duró más de tres segundos.
Ella me miró desconforme y me vi forzado a sonreírle una vez más.
—Ve, no es tan difícil —Dijo más complacida, y me dio el espejo para que me mirara mientras ella me lavaba la cara y me peinaba.
Hacía dos meses que Ángela me cuidaba, y todavía no perdía la costumbre de querer hacerme sonreír. Todas las mañanas me obligaba a poner una sonrisa.
Ninguna enfermera había durado tanto en este trabajo. Todas renunciaban a los pocos días de haberlas contratado.
Ninguna era capaz de soportar mi malhumor.
Todavía recuerdo las palabras que me dijo la última chica qué me cuidó: "Viejo testarudo, es imposible trabajar con usted, renuncio". Tomó su cartera y se fue.
Pero con Ángela las cosas habían sido distintas.
Ella había logrado lo que nadie, había logrado que me sintiera bien. Y no le importaba tener que lidiar con mi mal genio todos los días.
— ¿Va a desayunar en la cama o en la cocina?
Lo pensé un momento.
—Afuera en el jardín.
A Ángela se le iluminaron los ojos. No podía creer lo que acababa de escuchar.
—No me mire así, —Le exigí con cierta soberbia— y ayúdeme a bajar de la cama.
—Desde luego —me dijo ayudándome a bajar— ¡Qué linda sorpresa se van a llevar sus nietos cuando vengan a verlo!
Mis dos nietos eran mi única familia. Mi hijo y su mujer habían fallecido en un accidente de coche hacía tres años, y desde ese momento nunca más había querido salir a ningún lado, ni siquiera al jardín de la casa. Permanecía encerrado dentro de mi gran mansión sin hablar con nadie, ni siquiera con mis nietos.
Ellos venían a verme todos los días, aunque ambos trabajaban y tenían familias que atender. Pero aún así nunca me abandonaron. Siempre estaban pendientes de mí.
Cuando mi hijo murió empecé a dejar de comer y poco a poco comencé a debilitarme.
Me puse muy grave y tuve que estar internado varios días en la clínica.
Cuando me dieron el alta mis nietos contrataron varias muchachas enfermeras para que estuvieran pendientes de mí, pero como dije antes, ninguna aguantó más de unos días a mi lado.
![](https://img.wattpad.com/cover/140968312-288-k253321.jpg)