Nunca hay que perder la esperanza

10 1 0
                                    


Desde que mi padre se había ido, mi madre no había vuelto a ser la misma. Ya no se arreglaba, no cocinaba, y la mayor parte del tiempo la pasaba en la cama o en el sofá llorando. Helena y yo nos encargábamos de todo. Hasta habíamos dejado los estudios, para ponernos a trabajar, puesto que nuestra madre había dejado su trabajo, y nuestro padre había desaparecido, así que no nos había quedado más remedio.

Con Helena habíamos intentado por todos los medios sacarla adelante, pero nada de lo que hacíamos la había podido ayudar.

—Sigo pensando que mamá debió haber venido al cine con nosotros.

Negué con la cabeza.

—Ya sabes cómo es mamá, prefiere estar tirada en un sillón llorando, que hacer algo que la haga feliz.

— ¡Ya, no la sigas culpando! —Estalló Helena indignadísima—No es su culpa que nuestro padre nos haya abandonado —Aludió luego y cruzó los brazos.

Suspiré hondamente mientras seguía conduciendo.

—Lo sé, lo sé, es sólo que ya ha pasado un año, y me indigna que todavía no pueda reponerse —Hice una pausa— Pero lo que más me duele es que no piense en nosotros, en lo mucho que nos duele verla así, sin ánimo, sin ganas de nada. Me duele que le importe más él, que nosotros. Ya sé que somos grandes, pero eso no significa que no la necesitamos, y me entristece muchísimo que no sé de cuenta de eso, y de lo mucho que nos afecta verla todo el tiempo llorando, no me gusta verla mal, no soporto verla sufrir.

—Te entiendo, yo tampoco quiero verla sufrir, y lo que más deseo es volver a verla bien, pero tenemos que darle un poco más de tiempo, yo sé que va a lograr salir adelante.

Estacioné el auto en la vereda de casa, y luego nos bajamos.

Al entrar a casa nos encontramos con todo completamente oscuro.

No era de extrañar, mi madre era como un fantasma, como si ya no viviese con nosotros.

Cuando Helena encendió la luz nos encontramos con mi madre tendida a lo largo del sofá dormida, pero enseguida se despertó.

— ¡Buenas noches! —Nos saludó mi madre con una sonrisa. Se notaba que estaba haciendo un esfuerzo enorme por sonreír, pero al menos lo estaba haciendo— ¿Qué tal la película?

Con Helena nos acercamos y la saludamos con un beso.

— ¡Te has perdido un peliculón! —Exclamó Helena llena de energía.

—Luego me la cuentan, pero ahora me gustaría hablar con ustedes. Siéntense aquí conmigo —Nos pidió.

— ¿Qué sucede mamá?—Quise saber sentándome a su lado.

Ella me tomó la mano, y también tomó la de Helena.

—Ustedes dos son mis hijos, lo que más amo en el mundo entero.

— ¡¿Entonces por qué preferís estar todo el día llorando por alguien que no merece la pena en vez de estar con nosotros y preocuparte por lo que nos pasa?! —La interrumpí furioso y le saqué la mano—Si nos amaras nunca nos hubieras dejado como segunda opción, te importa más ese tipo que nos abandonó y que siempre nos trató mal que nosotros que somos tus hijos.

— ¡Basta! —Me dijo Helena— ¡No le hables así!

Volteé los ojos.

Mi madre volvió a tomarme la mano, pero esta vez con más fuerza, como asegurándose de que no la fuese a soltar otra vez.

—Es cierto hijo, todo lo que me dijiste es verdad, y tenés razón en estar enojado conmigo —Comenzó a llorar —Todo este tiempo me la he pasado sufriendo por su padre, y sé que no fue el mejor esposo, ni el mejor padre, pero yo lo amaba, —las palabras se le entrecortaban por el llanto—y que nos abandonara fue un golpe muy duro para mí, me decepcionó, porque no sólo me abandonó a mí, a ustedes también. Y no les puedo negar que lo sigo amando, y que lo extraño.

—En la vida hay que ser equilibrados mamá, y vos dejaste que tu amor por él fuera más importante que nosotros. Ya no sos una adolescente para estar llorando por amor. ¡Tenés dos hijos mamá! —Estaba intentando decirle lo que hacía tanto llevaba apretado en el pecho—Todo este tiempo te la pasaste deambulando de la cama al sofá y del sofá a la cama sin hacer nada, sin importante nada de nosotros.

Mi madre lloraba cada vez más fuerte y Helena la contenía entre sus brazos.

—A nosotros, —Proseguí—a nosotros también nos dolió muchísimo que papá se fuera, aunque como vos dijiste, no era el mejor papá, pero a pesar de eso lo queríamos, y también lo extrañamos, pero no por eso vamos a dejar de vivir, él no se merece eso, y nosotros somos una familia, vos nos tenés a nosotros y nosotros te tenemos a vos.

Mi madre se apartó del pecho de Helena y se limpió las lágrimas de los ojos.

—Sé que los abandoné, y que hice tremendamente mal, pero eso no quiere decir que no los quiera, es sólo que no tuve fuerzas para seguir adelante, les pido perdón por dejarlos solos todo este tiempo y por dejar que el amor a un hombre fuera más importante que el amor a mis hijos. Quiero recuperar el tiempo perdido y volver a ser la madre que siempre fui para ustedes, la que los esperaba después del colegio con la comida lista, con las ventanas abiertas, la casa limpia, quiero recuperar la alegría, que la recuperemos los tres. Quiero que vuelvan a estudiar y que seamos felices.

— ¡Te queremos mamá! —Expresó Helena con completa alegría.

Las dos estaban fuertemente abrazadas, mientras me miraban con los ojos anhelando que también que me uniera a ellas.

Por un segundo pasó por mi mente todo ese año de soledad en donde Helena y yo tuvimos que arreglárnoslas solos, y donde a ella le dejamos de importar, pero luego vinieron a mi mente todos aquellos momentos felices que habíamos vivido juntos, y eran muchos más los momentos felices que los que la había pasado mal. Entonces mirando a mi madre, sentí un deseo inmenso de volver a ser feliz.

Historias que no son cuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora