Alternando la realidad

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Hacía años qué visitaba esta Biblioteca, y cada vez la encontraba más interesante.

Sé que no son muchas las personas que vienen a leer en la actualidad, con eso de los celulares y la tecnología moderna la gente se ha olvidado de este tipo de lugares.

Yo, en cambio, lo encuentro fascinante.

Me encanta que la puerta haga ese extraño sonido al entrar, como sentir ese particular aroma a papel que me invade de repente cuando entro, y que al señor Andrés se le dibuje una enorme sonrisa debajo de su bigote cuando me ve llegar.

Él es como un abuelo para mí.

Cada vez que entro me sirve un café y nos ponemos a platicar.

Me ha enseñado muchas cosas. Como por ejemplo que es mejor leer un libro todo de corrido que leerlo en ocasiones.

"Así será más fácil recordar cada detalle y será aún más emocionante" me había asegurado.

Y desde entonces nunca dejaba una historia a la mitad. Me quedaba allí sentada en el largo pasillo con el libro entre las manos hasta que lo terminaba.

— ¿Hoy qué vas a leer? —Me preguntó el señor Andrés desde el otro lado del mostrador, con la mirada fija en la taza de café que me estaba sirviendo.

Me alcanzó el café y yo me llevé la pequeña taza a los labios para probarlo.

—Está riquísimo, gracias —Le dije después de darle un sorbo—Hoy no sé que quiero leer —Respondí a su pregunta después.

El señor Andrés alzó las cejas.

—No siempre tienes qué saberlo, sólo elige un libro, y luego déjate llevar.

—Seguiré su consejo.

— ¡Suerte! ¡Si quieres más café ven a buscar!

Le sonreí asintiendo con la cabeza.

— ¡Desde luego! Es imposible leer un buen libro sin acompañarlo de una de sus deliciosas tazas de café.

Agarré el café y me fui ansiosa a buscar una nueva historia para leer.

Enfoqué mi vista en la enorme pasarela de libros que adornaban el largo pasillo.

Me acerqué y empecé a recorrer con las manos cada uno de los libros que ocupaban esos largos estantes de madera, hasta que encontré uno que me generó curiosidad.

Estaba completamente polvoriento, así que lo soplé y le limpié la portada con la mano.

"Amándote toda una vida" era un buen título.

Decidí leerlo, y no sólo porque tenía un buen título, si no por el simple hecho de que era bastante obvio que nadie lo leía en años, por eso lo aparté cuando lo vi en ese estado, un libro viejo tan olvidado me llamó más que la atención.

Me senté en el suelo, como hacía siempre cuando leía en este lugar.

Mi lugar preferido para soñar, para alejarme de la realidad.

Abrí el libro y lo olí, siempre lo hacía con los libros viejos. Aunque me provocaba horribles estornudos.

Empecé a leerlo, devorando cada una de las palabras qué contenían esas páginas amarillas y gruesas.

Cada capítulo era más interesante que el anterior.

De repente había dejado mi realidad, para aferrarme a esta, en dónde yo era una pobre chica de una granja que se enamora de un apuesto príncipe de ensueños.

Y él también se había enamorado de mí.

Me preguntaba por qué la realidad era tan distinta a este hermoso libro de amor.

Terminé de leer el último capítulo con los ojos llenos de lágrimas.

Cerré el libro y me limpié la cara.

Puse el libro de nuevo en su lugar y agarré las tres tazas de café que habían quedado en el piso. El señor Andrés como de costumbre me las traía mientras yo leía.

—Parece que has leído algo muy emocionante —Resaltó el señor Andrés enfocado en mis ojos tristes.

Solté un suspiro de frustración y apoyé las tazas arriba del impecable mostrador de madera.

— ¿No te ha gustado la historia?

Le sonreí apenas.

—Me ha encantado, es sólo que era demasiado hermosa para ser verdad.

—De eso se trata.

Lo miré sin entender.

—Cualquier libro que leas aquí, es ficción, pero aún así son parte de nuestra realidad. He leído docena de libros, y cada historia fue parte de mi vida.

De alguno de ellos he aprendido cosas, de otros no tanto. Pero valió la pena cada uno de ellos. Gracias a estos libros he podido ser un príncipe apuesto, un héroe, el mejor pistolero del Oeste, y muchas otras cosas más. No tienen que ser verdad para formar parte de tu vida.

Me quedé pensativa.

Yo también había podido ser muchas de esas cosas en esta Biblioteca, en cada uno de esos libros que había leído.

—Y recuerda —Me dijo el señor Andrés mirándome por encima de sus anteojos—Algún día podrás escribir en esta realidad tu propia historia de amor, o de lo qué tú quieras, porque allí afuera hay más historias que encontrar que aquí adentro en esta vieja Biblioteca, pero aún así, nunca dejes de leer, porque esa es otra hermosa forma de vivir en esta realidad.

Historias que no son cuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora