— ¿Lydia me estás escuchando?
—Sí mi amor —Me respondió sin sacar la vista del celular.
—Desde que nos sentamos acá no soltás el teléfono.
—Ya lo dejo.
—El plato lleva media hora en la mesa.
—Una foto más y listo —Dijo, y me enfocó a mí con la cámara frontal del teléfono.
— ¡No, yo no quiero salir! —Le dije tapándole el teléfono con la mano— ¿Podes dejar de sacar fotos y filmar todo lo que hacemos? No somos las Kardashian.
Lydia hizo una mueca de disgusto y guardó el celular en la cartera.
Resoplé girando los ojos.
— ¡Al fin!
— ¿Cuál es tú problema Juan?
—Hace casi una hora que entramos al restaurant, y vos no dejas el celular para nada. Le sacaste fotos hasta al plato de comida, sin contar las mil fotos que te sacaste vos.
Lydia lanzó una bocanada de aire acompañada de un gesto sobrador.
—Las mujeres somos así.
Suspiré hondamente.
— ¡Dios mío gracias por haberme hecho hombre! —Exclamé como para mí.
— ¿Siempre vamos a discutir por lo mismo? Estamos en el año 2018, la edad de piedra ya pasó.
Solté una carcajada burlona.
—Mirá a tu alrededor —La insté señalándole con el dedo el lugar.
— ¿Qué pasa?
—Es increíble que no te des cuenta. La gran mayoría está con el celular.
— ¿Y?
—Qué no es sólo cosas de mujeres como decís vos, es cosa de todo el mundo. Viven para publicar todo lo que hacen, igual que vos.
—No te entiendo Juan, me parece que estás exagerando.
—No Lydia. Por ejemplo, ayer, vos me mostraste una foto nuestra que publicaste, donde habías puesto "Te amo, gracias por todo lo que haces por mí", y me parece lo más patético del mundo que las personas como vos no digan esas cosas en la cara, pero si las digan en las redes sociales. ¿A quién se lo estás diciendo? Se lo estás diciendo a toda la gente que te sigue, menos a tu novio.
Lydia me miraba en silencio, con el entrecejo totalmente fruncido, indignada con lo que le estaba diciendo.
—Ahora seguramente publicaste que vinimos juntos a cenar y que la estamos pasando genial, pero no es la verdad, la verdad es que no estás acá conmigo, y que no disfrutas de estos bellos momentos por estar todo el tiempo metida ahí —Y le señalé con los ojos la cartera donde había guardado el celular.
—Sí Juan, sé que siempre te estás quejando de eso, pero todo el mundo lo hace, no está mal.
—Lo que está mal, es que otros vivan una realidad que vos no vivís, solo aparentas vivirla en una foto.
— ¿Qué tenés en contra de que comparta con mis amigos mi felicidad?
— ¡Por Dios Lydia! La felicidad no se publica, se disfruta, y vos ya no disfrutas nada conmigo. Mirá tu plato de comida, completamente frío. Ni siquiera me acompañaste a comer, solo estuviste presente, sólo eso.
— ¿Me trajiste a almorzar para plantearme todo esto?
— ¡Claro qué no! Te invité para pasar un buen rato con vos, pero es imposible, ya ni siquiera conversás conmigo.
— ¡Qué exagerado que sos! Tendrías que actualizarte un poco.
— ¿Sabés lo que no se puede actualizar después? —Lydia me miró con los ojos bien abiertos—La vida, porque la vida pasa, y si no la valorás y no disfrutás de cada momento que te regala Dios de vida y felicidad, un día lo vas a lamentar, porque aunque quieras volver el tiempo atrás, no vas a poder.
—Puede ser... —Titubeó —Puede ser que tengas razón.
— ¡Claro qué sí! Yo no estoy en contra de la modernidad, sólo digo que la vida, el amor y la felicidad no se aparentan, se vive.
Lydia me miró pensativa.
—Perdón por no prestarte tanta atención, a veces uno se deja llevar, pero te juro que te amo, y nunca fue mi intención hacerte daño, de hecho no sabía que te sentías tan mal —Me dijo estrechándome su mano.
—Yo sólo quiero que vivas más conmigo que de lo que contás.
Lydia afirmó con la cabeza y luego sonrió largamente.
—Ya no lo quiero contar, ahora lo quiero vivir.
