4

1.8K 182 65
                                    

Thomas.

Una semana después.

Después de estar con Kaya y confesarle sobre mi atracción hacia mi profesor, decidí tomar cierta distancia con él.
No era por temor a lo que había pasado cuando lo besé (aunque, muy dentro de mí, sabía que era la  principal causa por el cual tomaba cierta distancia); sino para observarlo. Quería entender su carácter.

Después de aquel fin de semana, había llegado el añorado lunes. (Nótese mi sarcasmo).
Ese día, a primera hora, tenía clase con el perfecto (y complicado) profesor Dylan.

Al llegar al salón de aquel hombre (esta vez, había llegado a una hora decente. No quería pasar por la misma situación vergonzosa del primer día de clases.)
Me incorporé con todos los demás. Busqué un asiento disponible, preferiblemente, hasta la otra punta del salón. Como dije: quiero observar su comportamiento cuando no estoy en un rango visible para él.
Una vez que encontré un lugar, me acomodé y esperé a que la clase empezara.

—Por favor que no repruebe, señor. Por favor que no repruebe. —Decía una voz al lado mío.
Llevé mi vista hacia aquella persona que rogaba (o, para suavizar, 'rezaba').

—No vas a reprobar. —Contesté.

Aquella persona, volteó. Era una chica. Lo primero que podía resaltar de ella, era su pelo: Rojo. Unos ojos verdes y labios carnosos.
Bastante linda.

—Eso lo dices porque, de seguro, eres el "niño prodigio" —Hizo comillas con sus dedos—. Un coeficiente bastante alto, supongo. —Reiteró.

Suspiré. —Si supieras cuantas veces reprobé en años anteriores... —Hablé, sin concluir la frase.

Ella alzó una ceja. Se cruzó de brazos; y después de observarme por unos segundos, acercó su mano.

—Holland. —Sonrió de lado, mostrando un hoyuelo.

Acerqué mi mano para corroborar el saludo. Era la segunda vez que me presentaba de esa manera.
La primera, fue Kaya.

—Thomas.

Comenzamos a hablar durante unos minutos, contándonos nuestras historias para llegar aquí.
Todos se callaron cuando vieron entrar al profesor. Yo no me había dado cuenta, pues estaba bastante lejos de mi campo de vista.

—Buenos días. —Saludó. Su tono de voz era diferente: era seca, distante.

Llevé mi vista hacia el frente: vi que buscaba algo con su mirada, recorriendo todo el salón con ella. Era obvio (o eso me lo decía mi mente) que me buscaba a mí. Después de haberme escondido detrás de unos cuadernos, se rindió. Suspiró y comenzó a dar la clase.
Todo el tiempo, su voz, era cortante. No tenía ningún toque de emoción positiva en su manera de hablar.

«¿Será por mí? ¿Acaso estaba ilusionado en verme?», pensaba mientras ponía cierta atención en sus explicaciones.

—¿Siempre es así? —Susurró Holland en mi oído. Me giré para verla— ¿Así de distante?

—Apuesto a que, su sexy chica, no le dio sexo oral anoche. —Una voz se unió a nuestra conversación.

Los dos volteamos a ver. Era un chico, bastante atractivo a decir verdad: moreno, ojos cafés, cejas pobladas y mandíbula definida. Tenía un tatuaje de dos rayas en su brazo izquierdo.

—¿Y tú eres...? —Susurró Holland.

—Tyler. —Acercó su mano a ella.

«¿Acaso nuestra generación se sigue presentándose así?»

Lurk » Dylmas. [AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora