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Thomas.

El niño bonito. El niño bonito. El niño bonito...

La frase se repetía una y otra vez en mi mente. El niño bonito. ¿A qué se refiere? Digo, sí es un niño muy bonito, pero ¿Por qué decirlo? ¿Acaso será un código?

Después de haberme encontrado con Cody, llegué a la siguiente clase, pues me la pasé todo el tiempo en aquel invernadero.
Mis nuevos dos amigos, Holland y Tyler, me hicieron un interrogatorio de miles de preguntas cuál agentes de la CIA.
No les conté la verdad, sólo les dije que se me había echo tarde. No los convencí del todo, aunque dejaron de molestarme con ese asunto por el resto del día.

Ya era Martes. Repetir la rutina una vez más.

Omitiré las partes aburridas. No creo que sea demasiado importante saber que desayuno, las clases aburridas sin nada de drama, etc.

Cuando iba hacia el jardín de la facultad (pues ya se nos había otorgado un receso de veinte minutos), alguien me detuvo.

—Sígueme la corriente.

«Cody».

Me volteé para verlo. Su brazo se movió para tomarme el hombro, dando un ligero masaje.

—¿Qué haces? —la situación era incómoda. Yo sólo deseaba darme un respiro de la universidad; no seguirle la corriente a un tipo que, para guardar mi secreto entre Dylan y yo, tenga que bajarle la novia a mi maestro.

—Tu amado nos observa. —cuando dijo eso, se acercó a mi oreja derecha, susurrando.

Sabía que nos observaba, pues sentía una mirada clavada en mi nuca.

—¿Esto es parte de "Yo me encargo de lo demás"? —pregunté, cruzándome de brazos.

—Sí —se acercó más a mí—. Necesito que, si te llega a preguntar sobre esto, le digas que tú eres libre de andar con quien quieras. Recuérdale que tiene a alguien más.

—¿Y qué si no quiero? —lo desafié.

Se acercó más a mí, dejando unos centímetros para que nuestros labios rozaran.

—Todo el mundo sabrá lo que te traes entre manos (o labios) con el profesor. —después de aquel aviso, se alejó, palmando mi hombro.

Yo quería tener una vida normal de universitario aburrido y común; no un drama que podría ser usado muy bien para una típica película de adolescentes hormonales.

[...]

Miércoles.

—Hola —Dylan susurró en mi oído izquierdo. Me di media vuelta para verlo, pues ya había acabado mis clases y era hora de irme a casa.
Según tenía entendido, él todavía tiene más clases que dar.

—¿Hola? —mi respuesta era más una pregunta.

—¿Qué hacías ayer con ese chico? —se cruzó de brazos y frunció el ceño.

—¿Por qué debería importarte? —ahora era yo quien se cruzaba de brazos y fruncía el ceño.

—Porque se supone que tenemos una relación... —agachó la cabeza mientras lo decía con un susurro.

Mi buen humor se evaporó cuando soltó eso.

—¡¿Tenemos una relación?! Tú tienes una prometida, ¿y yo no puedo salir con alguien más? —susurré lo más fuerte que pude (si hace sentido alguno), mientras enfatizaba la palabra 'prometida'.

Parece que hizo corto circuito su cerebro, pues regresó sus brazos a los lados y, con el ceño aún fruncido, una mirada penetrate y temerosa, habló.

—No me vuelvas a levantar la voz. —Se había transformado en todo lo opuesto a lo poco que conocía de él.

Él podría ser mi profesor en la universidad y jamás le levantaría la voz, pero ya fuera de sus clases y de mi horario en ese lugar, no tendría por qué hacerme esas escenas. En múltiples países, yo ya soy mayor de edad.
Sé que no es correcto ponerse al tú-por-tú con un profesor, pero también tenía que darme a respetar; más en esto que teníamos él y yo.
Aparte, tenía en manos el quitarle a su prometida (cosa que no sabía si iba a suceder).

Así que, con todo el coraje que pude sacar, me puse recto, bajé mis brazos y lo desafié con la mirada.

—¿Y si quiero hacerlo, qué?

En ese pequeño instante, tomó ventaja (pues ya estábamos solos en aquellos angostos pasillos): tomó mi muñeca izquierda y me acorraló entre los casilleros. Después, tomó mi otra mano, pasándolas por arriba de mi cabeza.

—Escúchame: no puedes ver a otra personas que no sean yo. ¿Quedó claro? —Su voz seguía cortante, pero con un toque de dolor, coraje, rabia.

No pude contener mi curiosidad.

—¿Celoso? —pregunté, sonriéndole de una manera burlesca.

—¿Y si lo estoy, qué? —confesó.

—No me imaginaría eso de ti.

Cerró los ojos, meditando la situación; después los abrió. Tomó una bocanada de aire y dijo lo que nunca pensé escuchar.

—Mira, quiero que te quede algo muy claro: No soy gay, ¿okay? No lo soy. Sólo no sé lo que está sucediendo conmigo. Pero, siendo gay o no, tengo algo muy claro sobre ti.

»Quiero tenerte de todas las maneras posibles. No me importa si rompo las reglas.
Te deseo, Sangster.

Sus palabras me dejaron en estado catatónico por unos segundos. ¿Acaso estaba escuchando claro? Había insinuando que no era gay... Pero también que me deseaba como si fuera uno.
Él estaba peor que una adolescente hormonal confundida por quien le gustaba más: si Harry Stiles o Zayn Malik.

Sin embargo, contesté ante su segunda confesión.

—¿Perderías tu trabajo por mí? —hice más enfrente mi pelvis, tratando de rozar su parte.
Él lo notó, así que se hizo más hacia adelante, golpeándome con el casillero y acortando la distancia entre nosotros, haciendo rozar nuestros miembros. Reprimí un leve jadeo.

—No sabes de lo que soy capaz. —y con eso, se alejó, dejándome aún en los casilleros, encaminándose fuera de las instalaciones.

Aunque sonara bastante raro, tenía más valor para hacer lo que Cody me había pedido. Desde ahí, tenía en claro que ese sería mi objetivo: quitarle la novia a Dylan antes de que se casara con él, no importa si tendría que revolcarme con él.

—Ni tú, Dylan, ni tú.

Lurk » Dylmas. [AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora