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La primera semana de clases, había pasado con bastante rapidez.
Dylan se encontraba en aquel lindo paisaje verde de la facultad, descansando de una gran jornada laboral. En su manos, tenía el expediente de aquel chico; Thomas.
No se lo había podido quitar de la mente; simplemente había algo que lo cautivaba, y no sabía por qué.

El expediente del chico, era bastante impresionante. Había comenzado la secundaria con no muy buenas calificaciones. Se la pasaba insultando a los maestros y asumiendo el papel del "chico malo". Luego, en la preparatoria, todo cambió. Sus notas habían subido y había mostrado un buen desempeño. Su trato con los maestros, era mejor a decir verdad.
Y ahora en la universidad, parecía más calmado, tímido diría Dylan.

Un chico peculiar.

Después de ese descanso de alguno minutos, el timbre, sonó, dando a entender que todos debían regresar a clases. Los alumnos (o al menos los nuevos) fueron los primeros en adentrarse a sus salones, cuál gazelas; luego le siguieron los que llevaban más tiempo ahí, en la universidad; después los maestros y uno que otro rebelde o lento.

—Joven Sangster —Llamó Dylan, haciendo que el rubio se detuviera en seco. Volteó a ver al profesor.

—¿Si, profesor? —Preguntó el chico. Un sonrojo se instaló en las mejillas del rubio.

«Dios... Es extremadamente sexy. Lástima que no me gustan los de ojos mieles», pensó el rubio.

—Necesito hablar con usted. —Ordenó el castaño.

El chico, tímidamente, se acercó al profesor.

—Dígame.

—Mira: sé que no fuiste un perfecto alumno en tu etapa de secundaria —El rubio lo miró, incrédulo al saber que, su profesor, sabía sobre él—, y sé que no tengo que estar haciendo esto, pues eres mi alumno... —empezó a divagar Dylan.

—¿Qué pasa? —Interrumpió Thomas, cruzándose de brazos.

El castaño, tomó una bocanada de aire y habló. Mientras hablaba, contenía sus ojos cerrados.

—Quiero conocerte mejor. —Exhaló, sacándose un peso de encima.
Pensó que el chico saldría huyendo de la situación; sin embargo, fue totalmente lo contrario.

—¿Conocerme? —Repitió el rubio.

Dylan, asintió.

—Oh... Verá, profesor, no estoy muy interesado en hombres mucho más mayores que yo; pero, tal vez, podría hacer una excepción con usted. —Tocó su mejilla con sus suaves manos, y le plantó un lindo (pero con otras intenciones) beso en la mejilla.

Antes de que se alejara por completo del profesor, Dylan, tomó la muñeca del rubio, haciendo que se volteara. Thomas pensó que sería regañado y llevado a dirección; sin embargo, se llevó una gran sorpresa cuando, el castaño, lo acercó a él, posando sus labios en el menor, soltando un suspiro ante aquel contacto maravilloso.
Luego de mover sus labios, dejar entrar saliva del otro a sus cavidades vocales, y uno que otro toque de legua se separaron.

Dylan se quedó observando a Thomas por un segundo, tratando de averiguar en aquellos ojos color chocolate del rubio el motivo de su acto. Por la otra parte, Thomas, no dejaba de repetirse esta frase en su mente: «¿Qué mierda acaba de pasar?».
Con los nervios a punto de estallar, Thomas, se alejó por completo del profesor, tratando de asimilar lo que acababa de pasar.
Dejó a Dylan confundido de la misma manera.

—¿Qué hice...? —Susurró Dylan, viendo cómo el rubio se alejaba.

Se dió media vuelta y caminó hacia su salón, pues ya se le hacía tarde.
Al comenzar la clase, pidió disculpas y siguió con el tema correspondiente.
Sin embargo, durante toda la clase, no dejaba de tocar su mejilla derecha y, aveces, su labio inferior, preguntándose: «¿Acaso siento algo por él? ¿Y si solo actúe por impulso?».

Mientras tanto, en otra clase, específicamente, inglés, un rubio se preguntaba algo distinto.

«¿Qué mierda pasó? Se supone que dejé de hacer esto hace muchos años...»

—Pon atención —Susurró una voz al lado de él. Una chica blanca, cabello marrón y preciosos ojos azules le había hablado.

Se giró a todos lados, buscando si era a otra persona con la que había hablado.

—Te digo a ti, tonto. —Repitió la chica, susurrando.

—¿Me hablas a mí? —Se señaló con el pulgar.

La chica, asintió. Dejó su pluma a un lado y le extendió la mano al rubio.

—Kaya —Dijo, presentándose.

Thomas, agitó su mano, también presentándose.

—Thomas.

—¿Ya somos mejores amigos? —Inquirió la chica, dedicándole una sonrisa burlona.

Thomas, sonrío, regresándole la sonrisa.

—Eso creo.

«Bien, ya no somos unos inadaptados sin amigos», pensó el rubio.

Sin embargo, no le importaba ser una persona sin amigos. No. Tenía otras cosa en mente y, una de ellas, era aquel profesor. Alguien prohibido.

Lurk » Dylmas. [AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora