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Thomas.

Al término de clases, Kaya, me invitó a pasar el rato con ella. Acepté, y decidí acompañarla hasta donde ella vivía. Tal vez la pasaríamos haciendo deberes y hablar sobre el sistema retrógrada de las universidades.

—Entonces... ¿has visto a alguna chica que llame tu atención? —Preguntó Kaya.

Yo no le había comentado algo sobre mi gran homosexualidad.

—Sí, verás —Me rasqué la nuca—... Yo no necesariamente--

—Eres gay. —Me interrumpió.

—Sí.

—Bueno, no juzgo —Nos miramos y sonreímos—. Entonces, déjame reformular la pregunta —Hizo un extraño ruido con su lengua, como si estuviera rebobinando—. ¿Has visto a algún chico que llame tu atención?

—Sí —La miré—, pero no es algo de lo que me enorgullezco.

—¿Por qué? —Kaya sonó como niña chiquita preguntándole a sus padres por qué no le compraban una muñeca.

—Porque es... prohibido. —Confesé mientras cerraba los ojos.

—¿Acaso es el hijo de ocho años del que tanto nos presume la maestra Salazar?

—¿Qué? ¡No! —Reímos los dos. Al terminar de reír, continué—. Es un profesor.

—¿Es el profesor Lee? ¿O el profesor Poulter? Porque te juro que me lo cogería sin piedad...

—Es el profesor O'Brien. —La interrumpí.

Ella paró en seco. Me volteó a ver. Ya estábamos casi cerca de su dormitorio. Sin dejar más silencio entre nosotros dos, habló.

—¡¿Te gusta el sensual profesor O'Brien?! —Hizo énfasis en su apellido.

—Podrías decirlo un poco más fuerte. No te oyó todo el mundo. —Hice mi sarcasmo evidente.

Ella me vió, sonriente.
La tomé del brazo y la llevé a un lugar más privado. Empecé a contarle lo que había pasado entre nosotros dos.

[...]

—¡¿Qué pasó qué?! —Preguntó con amplia confusión (aunque había estado con una sonrisa de "no puedo creerlo").

—Ya sé —Reconocí—. No debí haberme aventado de esa manera al profesor. Y no me esperaba para nada su reacción. —Me encogí de hombros.

—No, es que... ¡No es justo! —Gritó. Le di una mirada diciendo "baja la voz" por séptima vez en el día. Ella era fan de gritar— Él me gusta desde el segundo que lo vi. —Reconoció ella.

Yo sólo le dediqué una sonrisa. —¿Entonces? ¿Qué hago? —Pregunté.

—Tommy... como tu amiga, creo que no deberías ilusionarte en él.

—¿Por qué?

—Sólo... no lo sé. No es muy bueno que lo hagas.

—Insisto: ¿Por qué?

—Eso lo averiguarás con el tiempo —Me regaló una sonrisa para nada llena de felicidad, más bien una de tristeza, melancolía—. Y, si te quiere de esa manera, dale una buena mamada de mí parte.

Rodé los ojos.

«Es imposible hablar seriamente con esta mujer».

Omnisciente.

—Hermano, sabes que no juzgo, pero... ¿consideraste al menos el hecho de que ¡es menor de edad!? —Dijo el hermanastro de Dylan.

—Ya sé. Y baja la voz, Ki. Sólo... no sé lo que me ocurre, ¿de acuerdo? —Habló Dylan, jugando con la lata de soda en sus manos—. Pero de algo sí estoy muy seguro: No soy gay. —Finalizó.

—¿Entonces por qué lo stalkeaste toda la semana? —Inquirió Ki.

—¿Stalkeaste? —Dylan dejó de jugar con su soda. Su mirada se centró cien por ciento en el asiático que tenía en frente.

—Sí, stalkear. Es un término que usan los jóvenes para referirse a acosar. —Explicó el asiático.

—¡Ey! Tampoco estoy tan viejo. —Dylan le soltó un golpe suave al hombro de Ki.

«No... », pensó Ki.

—El caso —Cambió el tema el asiático—, ¿cómo sabes que no eres gay? —Preguntó con cierto interés.

—Porque nunca me la jalé pensando en un chico o sentí cosas por uno.

—¿Seguro?

—¡Lo estoy! Siempre fue pura mujer que cruzaba en mi mente. —Confesó el castaño.

—Entonces no sé qué mierda pase por tu cabeza, Hermano. —Dijo el asiático. Se levantó de la mesa que estaba en la facultad, y comenzó a alejarse, dispuesto a irse a casa.

«Tal vez tuvo una experiencia con un chico que no recuerda. Sí. Eso puede ser... », se decía el asiático en su mente; tratando de encontrar una explicación lógica al repentino comportamiento de su hermano.

—Debe de ser que me pasó su vergüenza aquel día. Sí, eso debe ser. —Pensó en voz alta el castaño.

Sin embargo, Dylan, no le contó toda la historia. Omitió ciertas partes como el hecho de que se besaron en uno de los pasillos de la universidad.
El castaño rogaba que no checaran las cámaras, o sino estaría acabado y despedido.

Lurk » Dylmas. [AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora