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Dylan.

Cuando me mandó la dirección en donde nos veríamos, mis nervios estaban a punto de explotar.
Salí corriendo de mi casa hasta mi auto. Conduje lo más rápido (y moderado) posible.
El tráfico se avecinó, lo cual me haría llegar más tarde de lo que tenía planeado. Entre tantos coches, cláxones, estrés, pude llegar. Tarde pero lo conseguí.

Ya estaba afuera de su casa; más específico, enfrente de su puerta.
Por un segundo, dudé.

«¿Y si me hace algo malo?»

Rápidamente quité ese pensamiento. Él jamás haría algo para lastimarme, ¿o sí?
Digo, no es que pueda ser un psicópata... Ya lo habría notado.

Sin dejar que el pánico me rodeara con sus brazos, toqué aquella puerta color caoba.
Luego de unos segundos, una mujer rubia, abrió la puerta.

—¿Se le ofrece algo? —Su voz era cálida y suave. Tenía unos ojos cafés. Bastante parecida a Thomas. Asumí que se trataba de su hermana.

—Sí. Busco a un chico llamado Thomas. —Contesté. Cuando uno está nervioso, puede equivocarse hasta de dirección. Esperaba que no fuera el caso.

—¿Está en problemas? —La chica se recargó en el marco de la puerta.

—No, nada de eso. —Ella se relajó instantáneamente.

Después de unos segundos de silencio, la chica, habló.

— ¿Eres amigo de él? ¿Lo conoces de la escuela?

«Sí. Soy su maestro, y tengo una relación con él bastante... peculiar.»

—Sí, vamos en la misma clase. —Sonreí.

Ella alzó una ceja.

—¿Seguro? No te ves mucho de su edad —Tragué saliva—. Aparte, no he visto a chicos de dieciocho años con trajes. —Añadió.

Y tenía razón. Llevaba un traje negro y una camisa azul marino.
Un adolescente no se viste así todos los días para salir por la calle.

—Guardaré su secreto. —Dijo de repente, guiñándome un ojo.

—¿Qué...?

—Ava, ¿Podrías dejar de interrogarlo? Viene de una fiesta de sus padres. —Dijo aquella voz que me conocía de memoria.

—Lo siento, hermano. —Se disculpó aquella chica, viéndome.

Sabía que no le creía. Su hermana era bastante astuta.

—Compermiso. —Dijo su hermana; no sin guiñarme el ojo antes.

«Ella lo sabe. Sabe qué pasa entre yo y Thomas.»

Thomas se acercó a mí, alejándome de la puerta. La cerró detrás de nosotros.

—¿Qué sucedió? —Pregunté después de un rato.

Él no respondió. Se giró y me atrajo hacia él, pegando sus labios con los míos. No pude resistirme, así que le seguí el beso.
Recordé que podría estar su hermana u otro pariente viéndonos; así que me separé.

—¿Qué pasa? —Preguntó el rubio, enojado ante mi acción.

—Tu hermana. —Cuando dije eso, giró su cabeza hacia la casa, como si hubiera dicho que el mismísimo Jason estuviera allí, esperándonos con su hacha.

—¿Qué hay con ella? —Preguntó, girando su cabeza hacia mí.

—Podría vernos. —El rubio, suspiró.

—Tienes razón.

Me alejé de él para retomar la distancia que había antes.

—Ahora sí, ¿Por qué ya no podemos vernos? —Pregunté, cruzándome de brazos.

—Mira, creo exageré un poco. Creí que alguien nos había cachado en aquel pasillo. Me equivoqué —Su mano se posó en mi hombro—. No hay nada de qué preocuparse, Dylan. —Me dedicó una última sonrisa.

Acuné mi mano derecha en su mejilla, acariciándola como si fuera lo más delicado del mundo. Él, automáticamente, cerró sus ojos, dando un suspiro ante aquel tacto.
Aproveché la oportunidad y me acerqué a darle un rápido beso.

—Descuida. —Respondí, alejándome del rubio y encaminándome hacia mi coche.

Un pensamiento, surgió de la nada.

«¿Estará mintiéndome?»

Lurk » Dylmas. [AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora