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Dylan.

La nueva actitud del rubio me desconcertaba.
Primero era coqueto y me besaba y, ahora, me retaba y se iba con otras personas.
Claro que tuvo razón al decirme que no tenía por qué reclamarle al estar con otro chico, pero ¿qué puedo decir? Me dejé llevar por mi rabia que me culminaba en ese momento.
Estuvo mal decirle que era capaz de cualquier cosa, sin embargo me siento bastante estúpido al haberle dicho mis verdaderos sentimientos ante él.
Sólo esperaba que las cosas se arreglaran al día siguiente y pudiera  seguir con esta cosa que nos traíamos.

Al día siguiente, desperté con cierta ansiedad. ¿Y si nada vuelve ha ser como antes? ¿Y si de verdad todo se arruinó? ¿Y si ya no me quiere volver a ver en su vida? ¿Y si...?

—¿Dylan?

Salí de mis pensamientos cuando escuché aquella voz. Eiza. Allí estaba ella: en frente de mí, agitando su mano para sacarme del trance.

—¿Eh? —respondí cuando salí de mi pequeño ataque de ansiedad.

—Te pregunté si querías que te acompañara al trabajo. —se recargó en la isla de la cocina, viéndome con cierta preocupación.

—¿Para qué?

—Para ayudarte con todo lo que llevas. —señaló todos los exámenes y ejercicios que llevaba cargando en mis dos mochilas.

—¿Estas segura?

Ella asintió.

—Está bien. —accedí.

[...]

—Gracias. —le dije a Eiza cuando puso el último paquete de hojas en mi escritorio.

—No es nada, cariño. —respondió, quitándose unas gotas de sudor que caían por su frente.

Nos quedamos unos instantes en silencio. Luego, ella habló, cruzándose de brazos de una manera insegura.

—Oye... ¿Pasa algo? —su mirada se posicionó en la mía. Ladeó su cabeza como un cachorro confundido.

—¿Cómo qué?

—No lo sé. Sólo... te noto muy distante estas semanas. —dijo ella, encogiéndose de hombros.

Volvió a encarnar sus lindos ojos en los míos. Tomó una bocanada de aire y habló con un hilo de voz.

—¿Ya no me amas? —alejó su mirada después de haber preguntado eso.

Sentí una punzada en mi pecho. No merecía sentirse mal cuando ella no era el error.

—Claro que te amo —me acerqué a ella, tomando su mentón para que me volviera a ver. Tenía los ojos vidriosos—. Jamás tienes que volverte a cuestionar eso.

—¿Hay alguien más? —soltó de repente. Eiza se apartó de mí, quitándose algunas lágrimas que caían de su angelical rostro con la manga de su sudadera gris.

—¿Qué? —no podía responder ante eso. Claro que había alguien más.

—Dylan... ¿hay otra mujer? —seguía sin mirarme. Me daba la espalda.

—No. —y es cierto: no hay otra, sino otro.

Me volví a acercar a ella: la tomé por los hombros y la giré hacia mí.

Jamás podría hacerte algo así. Tú eres a la única que amo y eso nunca cambiará.

»Si te elegí para ser parte de mi vida, fue porque me regresaste la esperanza. Yo no era nada antes de ti. Sólo un chico abandonado por su madre y que pasaba de casa en casa, de familia en familia.
Tú me diste un motivo para ver la vida con mejores intenciones. Me diste el amor que muchas personas no me lo dieron. Estuviste ahí conmigo; en las buenas y en las malas.
Te amo. Jamás se te olvide eso, ¿okay?

Al finalizar mi pequeño discurso, la abracé.
Tenía que terminar lo que sea que tengo con Thomas. Recordé que tenía a la persona correcta, y era Eiza; no Thomas.

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Quiero que vieran cómo es la relación entre estos dos. A decir verdad, es bastante hermosa.

Lurk » Dylmas. [AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora