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COMO NOS CONOCIMOS.

—¿Cómo amaneció el hombre más sexy de este planeta? —Preguntó la prometida de Dylan; Eiza. Lo abrazó por detrás, mientras Dylan desayunaba un plato de cereal.

Automáticamente, sonrió al escuchar la voz de aquella chica. «Jamás me arrepentiré de haberme sentado en aquella banca de parque», pensó aquel hombre.
Ella era como su ángel. Lo sacaba de cualquier mal estado en el que se encontrara Dylan. Era, simplemente, perfecta.

Luego de haberle dado un beso de buenos días, lavarse los dientes y despedirse con otro beso, se encaminó a su trabajo (pues la universidad quedaba a unas cuantas calles).
Cuando llegó, vio a cientos de nuevos alumnos, pues era un nuevo semestre; lo que significaba, nuevos alumnos.

Los chicos caminaban admirando las instalaciones. Varios se tomaban fotos; otros se abrazaban a si mismos, nerviosos. Y así podía seguir la lista de las acciones de los nuevos.
Dylan se abrió paso entre tanta gente. Y obviamente, no faltaban las miradas y los suspiros por parte de las nuevas.

Se adentró a la universidad y se dirigió a su clase. Fue interrumpido por nada más y nada menos que su hermanastro.

—¡Hombre! Que sorpresa —Le gritó su hermano, acercándose con los brazos abiertos.

Se dieron un rápido abrazo, chocando sus palmas en la espalda del otro. Después de aquel abrazo de bienvenida, Dylan, habló.

—Otro año más.

—¿Ya te diste un taco de ojo con las de primero? —Preguntó Ki, cambiando el tema de conversación.

—¿Qué? Por su puesto que no. Estoy comprometido, ¿recuerdas? —Respondió Dylan, alzando sus cejas.

—Solo tienes veintisiete años, ¿no crees que es muy rápido? —Confesó el asiático.

Dylan lo observó. Luego, le tocó el hombro, apretándolo un poco.

—Hombre: Si tú supieras lo que sufrí en mi niñez, y vieras lo feliz que me hace esa mujer: ¿ crees que la dejaría ir? —Y con eso, apartó su mano y se dirigió a su salón.

Al llegar a aquel inmenso salón, suspiró. No podía creer que ya era un año más; un año que se repetiría lo mismo. No estaba cansado de su vida, claro que no. Después de su adolescencia prácticamente arruinada, no podría odiar todo lo que tenía alrededor: unos padrastros que lo amaban, un hermanastro que lo apoyaba, una sexy e inteligente mujer que lo amaba con locura. ¿Qué más podría pedir?
Su vida, por fin, era perfecta. Justo como él la deseó. Él se había vuelto en lo que siempre deseó; y nada ni nadie lo podría cambiar.

[...]

Dylan estaba sentado, leyendo el nuevo plan de estudios, esperando a la nueva bola de inadaptados a los que enseñaría en todo ese semestre.
La sala, comenzó a llenarse. Las butacas estaban llenas, no había ningún espacio disponible. Era hora de comenzar la clase.
Respiró e inhaló profundamente, y se levantó de aquella silla. Se puso enfrente de aquel escritorio y habló.

Se presentó y les comenzó a hablar de lo que se estudiaría en la materia de psicología.
«Ya no están en preparatoria. No me importa si son de los chicos más populares, sus padres tienen demasiado dinero y les complacen sus caprichos, si entraron a esta escuela con tanto esfuerzo, sudor y lágrimas. Sólo no me hagan callarlos ni soportar sus huelgas sobre la equidad de género, ¿entendido?», habló con cierto cansancio, pues siempre estaba el bufón de la clase, el "hijo de papi" y las que eran feministas a un nivel exagerado.
Los chicos, asustados, tragaron saliva y asintieron.
Una satisfacción, floreció en el cuerpo del castaño. Siempre amaba causar ese efecto en las personas.

Lurk » Dylmas. [AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora