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OMNISCIENTE.

Habían pasado una semana desde el accidente de la coca-cola. El martes, fueron regañados los tres por no regresar a clases ni limpiar el desastre. Pidieron disculpas y se les dejó regresar a sus actividades.
Antes de que Thomas llegara a su siguiente clase, Dylan, lo llamó, tomando la muñeca del rubio.

—¿Podemos hablar? —Preguntó con aquella voz que deleitaba al rubio.

Thomas se dio la vuelta, viendo a Dylan con cierta vergüenza.

—Sí —Respondió, mirando a todas partes—. ¿Podemos ir a un lugar más privado? —Preguntó el rubio, con cierto rubor en las mejillas.

—Seguro.

Caminaron hacia un pasillo bastante solitario.
Dylan fue quien habló primero.

—Sobre lo que pasó aquella vez...

—No te preocupes. No tienes por qué disculparte —Thomas lo interrumpió—. Fue mi culpa en primer lugar por haberte llevado a tal situación y...

—No me arrepiento. —Confesó el castaño, interrumpiendo al rubio.

—¿Qué?

—No me arrepiento de haberte besado. —Lo miró esta vez a los ojos.

—Pero... tú no puedes decir eso.

—¿Por qué? ¿Por qué soy tu maestro? —Inquirió Dylan; soltando la muñeca del rubio (quien no la había soltado desde que le pidió de hablasen).

—Aparte. Porque tienes novia. —Respondió el rubio, dando un paso hacia atrás, remarcando el espacio personal.

Las facciones de Dylan, cambiaron en un segundo. Por un momento, Thomas, pensó que se alejaría, que lo dejaría en aquel pasillo y no volverían a cruzar palabras en la vida; sin embargo, fue completamente lo contrario. Dylan se acercó al chico, acortando aquel espacio personal con un beso.
Al principio, Thomas, no le quiso responder. No era ético. Pero no se pudo resistir. Pasó su mano por la nuca del castaño, profundizando el beso. Con la otra, recorrió aquel cabello ajeno, removiéndolo.
Se separaron por falta de aire.
En esos segundos, el rubio, habló.

—¿Estas seguro de esto? —Jadeaba.

—Muy seguro. —Respondió. Se acercó sin desperdiciar un segundo más, y lo volvió a besar; esta vez, con más pasión. Recargó a Thomas en una pared de aquel pasillo, dejándolo sin escapatoria.

Y así, Thomas, perdió una clase entera. Y Dylan también.

[...]

Así pasó la semana: se buscaban en aquel pasillo siempre, a la tercera clase. Dylan jamás tenía a esa hora que dar una clase. Thomas, también la tenía libre.
Se besaban como si no hubiera un mañana. Comenzaban a llegar a la fase del "faje". Poco a poco, con cierto pudor, comenzaron a manosearse.

Era un martes, tercera hora.

Thomas caminaba con disimulación hacia ese desértico pasillo.
Llegó a aquel lugar y aguardó a Dylan. Escuchó una voz detrás de él. Quedó con cierto temor cuando supo que no era esa voz que conocía tan bien.

—Sé tu secreto. —La voz se remarcaba en su oído derecho, dejando petrificado a Thomas. Dejó un pequeño beso en el lóbulo inferior del rubio, haciéndolo estremecer.

—¿Quién eres? —Preguntó Thomas. Tenía cierto miedo de voltear a ver a aquella misteriosa persona.

—La persona que, si no ves el lunes a primera hora en el invernadero, le dirá a todo el mundo lo que te traes en manos con el profesor O'Brien. —Se escuchó una puerta abrirse y cerrarse después de aquello dicho.
Thomas volteó para cachar a aquella persona; pero se llevó la sorpresa de no ver a nadie.

Paranoico por aquel suceso, el rubio, salió de ese pasillo sin mirar atrás. No pensó ni por un segundo en Dylan. Ya habría tiempo para contarle aquella historia.

Dylan, por el otro lado, iba un poco retrasado. Había tenido una junta con un chico y se le hizo tarde.
Llegó al pasillo y se sorprendió por no ver al lindo rubio, esperándolo.
Decidió mandarle un mensaje (quien le había pasado su número un día antes).

Thomas

¿Dónde estás?

Lo siento, Dyl. No podemos vernos más.

¿Por qué? ¿Hice algo mal?

No, tú no hiciste nada.

¿Entonces? Necesito una explicación.

Te daré la explicación. Sólo no podemos vernos más en la escuela.

Está bien, lo entiendo.

Adiós, Dylan.

El castaño quedó resentido ante los mensajes del rubio. ¿Qué habría pasado? ¿En serio no había echo nada malo?
Agachó la cabeza y se dirigió hacia su siguiente clase, pues ya había acabado esa hora.
Añoraba la respuesta de su chico, esperando que no fuera nada grave.

Lurk » Dylmas. [AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora