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El calor del momento nublaba mis pensamientos, podía sentir cada fibra de mi cuerpo erizarse ante cada roce, beso y mordida que me daba Atem; mi cuerpo me había traicionado, mis pensamientos eran confusos y calientes, mis gemidos salían alto y sonoros, llamando a Atem continuamente como si tuviera tanta necesidad por él.

Y no sé en qué momento fue que empecé a marcar su piel de mis mordidas, de mis caricias y mis besos; me había convertido en algo que yo no sabía que existía dentro de mí y a cierto punto me avergonzaba y me excitaba demasiado.

Pero lo que no podía comprender, en aquella: minúscula, parte racional que había quedado de mí, era el del por qué mi cuerpo respondía ante todo a lo que él me hacía. No sentía como si me estuviera utilizando, ni jugando con mis sentimientos, está extraña sensación se sentía pura y sincera.

— ¡Ah~!. —

Aquella última estocada me hizo venir por tercera vez y al mismo tiempo hizo que se viniera Atem en mi interior. Una sensación agradable invadió mi cuerpo; calma, paz, tranquilidad y el sueño.

— ¿Cansado?. — Susurró a la par de mi oído, su profunda voz volvió a mandar esa placentera descarga eléctrica que aceleraba mi corazón.

— No hagas eso. — Gemí inevitablemente.

— ¿Hacer qué?. — De nuevo aquella sensación me recorrió y se sintió el doble bien que la anterior.

Realmente no soportaría otra ronda, Atem me tenía exhausto desde la primera ronda, aún no entiendo cómo es que no se cansa, parece un animal hambriento.

— Eso. — Respondí refiriéndome a que me susurraba al oído, él se alejo un poco pero ni siquiera me dejó escapar de sus brazos y de lo caliente que aún se sentía su piel.

Me asustaba, aún tenía el temor acerca de lo que era Atem, tal vez en la cama no me deboro; no me mató, ¿pero que pasará más adelante?, aún tenía muchas ganas de salir corriendo e irme lejos de su lado, pero... Hay algo en mi interior.

Siento que algo se niega a dejarlo y esa parte me controla  mis sentimientos, sobre Atem.

— ¿Yugi?. —  Puedo sentir su voz llena de preocupación cuando me ve tomar una almuhada y enterrar mi rostro de lleno en ella para acallar mis sollozos.

¿Qué pasa conmigo?.

— ¿Cariño?. — Me vuelve a llamar, su mano se coloca en mi hombro, me voltea hacia él, quita la almuhada, la arroja lejos de mi. Estoy expuesto; con mis ojos llorosos, mis mejillas rojas, mi garganta duele y es por que estoy reteniendo las enormes ganas de llorar y lo único que quiero es poder organizar mis pensamientos y mis sentimientos, pero no puedo.  — Hey, Yugi, amor, no llores. — Me retira con delicadeza las lágrimas mientras veo esos ojos de color tan brillantes en mitad de la habitación oscura.

— Quiero... Quiero estar... —

— No puedo dejarte solo.— Me interrumpe, su voz se aflige, toma mi mano y me apega más a él. —Y no me pidas que me aleje Yugi. —  Oculta su rostro en mi cabellera. — Por qué no podré y no lo haré. —

¿Cómo puede decirme eso?, estoy aterrado. No sé realmente con qué lidio, jamás se me había cruzado por la cabeza toparme con un hombre lobo, ¡UN VERDADERO HOMBRE LOBO!.

— ¿Sabes cuánto he esperado por ti?. —Me separa momentáneamente, nos vemos a los ojos. — Se que estas asustado y muy confundido, pero pronto lo comprenderás, creeme. — Acaricia mi mejilla con gentiliza. — Y cuándo lo hagas, te darás cuenta de que mi mundo no es nada malo para ti. —

Le veo inseguro.

— Descansa. — Me pide. — Mañana hablaremos con más calma. —

— Ahora... Ahora es el momento. — Dije.

— No, no lo es. Creeme, querrás descansar después de lo que tuvimos. Tu cuerpo como humano se sucumbira en un profundo sueño para que reposes. — Me explica.

— ¿Qué?, ¿de qué estas hablando?. —

— Me sorprende que sigas despierto después de lo que hicimos. —

— Explicate mejor, por qué yo no entiendo na... —

De repente mi vista se volvió borrosa, mi cuerpo comenzó a hormiguear, mis ojos rogaban por cerrarse.

— Sí, a eso me refería. — Me dijo para luego taparme el cuerpo con las sábanas, sin esfuerzo alguno me acomodo mejor entre sus brazos, mi cabeza cayó en uno de sus brazos, me funcionaba como una cojín cómodo y pronto un agradable aroma me comenzó a marear para que yo cerrará las ojos y durmiera.

Al otro día me despierto de golpe por un fuerte sonido de algo cayéndose fuertemente, grito del susto, sentadome de inmediato en la cama, pero al hacerlo, el dolor abruma todo mi cuerpo, ahogo un enorme quejido y dejó que mi cuerpo caiga nuevamente en el colchón de la cama.

Escucho pasos apresurarse a la habitación, eso me pone en alerta y nuevamente me siento en la cama para ver a cierto hombre abrir la puerta tan apresurado.

— Atem. — Dije su nombre bajito, casi me quedo mudo al verlo vestido con una camisa de color blanca que define todos sus músculos, tiene unos pantalones de mezclilla un poco rasgados de las rodillas, su cabello está algo alborotado y eso lo hace ver más varonil de lo que ya es.

Suspiré, como todo un enamorado al ver así a Atem.

Espera, espera, vuelve en ti Yugi.

— ¿Tan bien me veo por las tardes?. — Me sonríe mientras camina hacia a mi.

— ¿Disculpa?. —

— Para qué suspirés de esa forma. Te gustó así, ¿no es así?. — Se sienta en la cama y luego me retira un mechón de mi cabello que obstruía mi visión.

— ¿Qué...?, n-no. — Mis palabras salen tartamudas, me sonrojo por ello y miró hacia abajo, donde mi cuerpo está cubiertos por las sábanas, es cuando mi mente recuerda lo del día anterior.

No puede ser.

—Nosotros... — Y no terminó mi frase debido a que mis labios son asaltados por otro par, el beso es pequeño y nada duradero, ¿eso fue un saludo?, lo creía así, hasta que los besos siguieron, uno tras otro y otro hasta que los besos se hicieron más profundos hasta que se me agotó el aire de mis pulmones, fue cuando Gemí para pedir que parara.

— Lo siento, me deje llevar. —

— Ya lo veo. — Respondí, sintiendo mis labios rojos e hinchados. — Pero  voy a pedir que pares con esto y que me expliques, ahora con más calma, como se supone que  voy a lidiar contigo. —

— No. — Fue su respuesta.

— ¡¿Qué?!, ¡¿no?!, ¡¿Por qué no?!, ¡me lo debes!. —

— Lo sé. — Me respondió calmadamente.

— ¿Y entonces por qué no me la quieres dar?. — Demande.

— Debes ducharte primero, apestas a sexo, feromonas y creme, tu aroma es fuerte, atraerás depredadores como yo para comerte y eso, no lo permitiré. — Pase saliva duramente, las mejillas volvieron a un tono rojo y sentía calor por todo el cuerpo debido a la vergüenza de lo que había dicho de mi. — Además, debes alimentarte, apuesto a que estas hambriento. —

Iba a responder que no era verdad, al menos lo de alimentarme, podía soportarlo. Pero mi estómago fue más traicionero y soltó un rugido que me sonroje hasta las orejas.

— Bien. Dejame ayudarte. —

No iba a negar su ayuda, necesitaba a Atem, ya que mi cuerpo se encontraba exhausto y apenas podía sostener mi cuerpo para sentarme.

×Continuará...

Mi Esposo ¿Es Un Alfa? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora