Capítulo IX

813 78 19
                                    

Anabel le pasó las toallas húmedas  a su madre, la cual deslizó la toalla por todo el torso del rey, limpiandolo.

Su madre trabajó un rato mezclando unos aceites y cremas y luego se echó un poco en sus manos, mientras el rey se colocaba, con cierta dificultad, de espaldas, justo después de bajar su bata hasta la cintura.

Anabel estaba orgullosa de su madre, y veía feliz como le daba un masaje al rey. Los masajes de su madre eran los mejores, tenía masajes para todo, unos te quitaban el dolor, otros te daban sueño, otros te relajaban, y unos muy especiales te hacían feliz.

Se sentó a los pies de la cama y vio sus zapatos maltrechos, incluso podía ver parte de su calcetín desde el lado derecho, pero no quería avisarle a su madre aún, ya que sabía que no había dinero para unos nuevos.

Un quejido de dolor la hizo ver hacia el rey, el cual se retorció un poco y luego se quedó quieto.

— Lo siento, solo aguante un poco más y olvidará sus dolores—Su madre hablaba suavemente, pero aún así noto el tono preocupado.

—Lo sé— El rey susurró, pero se escuchó más como un graznido agotado—. Lamento pedir esto en tu estado, Sasha.

—No se preocupe, señor, es mi deber.

—Ya no me queda tiempo…quisiera por lo menos morir en paz.

—No diga eso, por favor.

— Hay que ser realistas… ¿Temen el día que muera?

—Por supuesto que temo a ese día, todos lo hacemos.

—Ah, pero no tanto por mi… sino por mi hijo… ¿Verdad?

—Señor... por ambos, usted ha sido amable conmigo y mi hija, temo el día en que usted muera y su hijo gobierne… él es…

—No lo digas, lo sé…—El  Rey soltó unos quejidos y suspiró—. Por cierto ¿Dónde está mi hijo?

— Encerrado en su habitación.

— Espero que no esté planeando nada malo.

Anabel inclinó la cabeza escuchando, intentó tener un posición más cómoda, pero su mano resbaló y golpeó un pote de crema que cayó al suelo rodando.

—Lo siento.

Rápidamente se bajó de la cama y recogió el pote, agradeciendo mentalmente a que estaba cerrado y que no manchó la alfombra de aspecto caro.

—Oh, Anabel—El  rey pareció recién verla y le dio una sonrisa cansada—. ¿Cómo te sientes con ser una futura hermana mayor?

—Yo estoy bien con eso… pero mi hermano va a ser un niño muy triste si nace con el señor Loick en el trono.

— ¡Anabel!— Su madre le gritó regañándola y Anabel la vio confundida.

—Déjala, déjala, es bueno ser honesto…ven aquí, pequeña.

Anabel se acercó al rey.

El rey Theo había sido cruel y aterrador, era lo que decía todo el mundo. Su madre siempre le contaba que cuando entró al territorio del rey tenía mucho miedo, ella era solo un bebé y su madre estaba desesperada porque no tenían ni comida ni techo mientras se venía el invierno. Entonces llegó al reino a buscar trabajo, pero siempre le decían que no había nada, no fue hasta que consiguió una entrevista con el rey que pudo trabajar como cocinera. El rey se apiadó de la sucia y desaliñada mujer que cargaba una pequeña niña en sus brazos, así que Anabel sabía que el cruel y aterrador hombre podía ser amable cuando quería.

Mi amado y odioso esposoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora