"ANESTESIA"

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Hace un frio casi insoportable. La delgada y pobre chaqueta que le cubre los hombros no es realmente suficiente para el entumecimiento que siente en los huesos.

Hay algo que le aprieta el tobillo izquierdo y la habitación en la que se encuentra está completamente a oscuras. Los temblores atacan constantemente su delgado y débil cuerpo, sus labios se sienten agrietados y son solo sus doloridos brazos los que protegen su abultada barriga.

No sabe exactamente en donde es que se encuentra, todo está demasiado silencioso siempre, haciendo el imposible poder averiguarlo. Han pasado días, es lo único de lo que está seguro, y cada hora que pasa es solo un golpe más a su desesperanza.

Él se remueve en su lugar, sus extremidades rígidas duelen y el espacio no es lo suficiente para poder estirarlas. Suspira una vez más, un sonido en hueco y flojo. Sus ojos duelen de tanto llorar y su nariz se siente totalmente irritada.

Ya no le quedan fuerzas y, sin embargo, darse por vencido no es algo que tenga planeado en lo absoluto.

El recuerdo constante de sus cachorros creciendo en su interior, es la única anestesia que necesita para alejar cualquier dolor que la necesidad le provoca segundo a segundo.

Seguido se pregunta a si mismo si es que acaso hay alguien allá afuera buscándolo. Si por lo menos alguien se encuentra preocupado o algo por el estilo. Quizá sí, no lo sabe. Un solo nombre inunda sus pensamientos, llenando su destrozado corazón de culpa pesada y agria. Él sabe que debía haber hecho caso a las suplicas de su castaño, que las advertencias del peligro que los rodeaba eran grandes. Pero más grande fue su orgullo, y esas ganas de demostrar que podía valerse por sí mismo, que podía ser independiente y no necesitar de absolutamente nadie.

Sin embargo, muy tarde se ha dado cuenta que no era que Vic quisiera solo tenerlo en casa como un inútil que solo ocuparse de sus cachorros era lo que tenía que hacer. Si no que todo esto se trababa más de su simple seguridad. De su bienestar y de la única forma que había de estar bien junto a sus bebés.

Ahora, Kellin sabe que un poco de helado de yogurt y un orgullo pocamente quebrantado no vale más que las dos vidas que cargaba en sus entrañas.

Y ahora él llora, arrepintiéndose de sus acciones y toma de decisiones precipitadas. Y quizá esto no sirva de nada justo ahora, quizá solo queda resignarse y esperar lo que el destino le tenga preparado. Porque él sabía, desde un principio, que un final feliz era lo último que podría obtener.

No obstante, una sola cosa imploraba. El que le permitieran, aunque sea, conservar a sus cachorros.

Después de todo, es el único recuerdo que le quedaría de aquel chico de piel morena y ojos marrones que se había convertido en más que el amor de su vida.

Un estruendo se deja escuchar de pronto del otro lado de la puerta que lo mantiene cautivo. Pasos acercándose y el sonido de cosas arrastrándose por el piso. Kellin se abraza a si mismo provocando que las cuerdas que sujetan sus muñecas juntas le raspen y quemen por la fricción su piel. Un jadeo lastimero sale de sus labios cuando la sombra del desconocido se cuela por la rendijilla de la puerta. El pelinegro puede verlo quedarse solo hay, escucha su respiración acompasada y la del ojiverde se regula. Su pecho sube y baja con rapidez y sus ojos se cierran cuando observa el picaporte dar vueltas.

Un aire frio, más del que rodea la propia habitación oscura se abre paso hasta por debajo de sus huesos provocándole un escalofrió que le recorre desde la punta de sus pies y sube como espinas encajándose por su toda su espina dorsal. Sus ojos gatunos brillan ante la poca luz que entra a la pieza, sus pupilas totalmente dilatadas ante la señal de peligro que su instinto le advierte.

"Little Cat"--Kellic QuentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora