¿BEBÉ?

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Quizá su reacción no fue la correcta, quizá salir prácticamente corriendo del departamento mientras escuchaba los gritos de su minino a sus espaldas no había sido lo correcto. Se sentía la persona más mierda sobre la faz de la tierra. Pero las molestias de cosas que habían cruzado por su mente cuando recibió la noticia, no lo dejaban pensar coherentemente. Sentía como la presión crecía dentro de su pecho.

Un bebé.

Sería padre. A sus apenas 20 años, sería padre y, sinceramente no sabía cómo sentirse al respecto.

Amaba a Kellin, su minino era lo más bello e importante que tenía, de eso no había duda. Pero un bebé, en estos momentos, no era algo que deseará.

Kellin estaba en peligro, alguien estaba detrás de él y no le parecía justo traer una vida al mundo cuando no estaban en unas buenas condiciones.

Jamás se perdonaría que algo malo pudiera pasarle a su hijo.

Sonrió, porque no podía negar que imaginarse a una pequeña bolita de carne, rosada, chillona y quejosa, con el color de los ojos de su minino y el color de sus cabellos era adorable.

— Estúpido.— se reprendió a sí mismo. ¿Por qué no habían tenido más cuidado? Bueno, tampoco es como si él supiera que Kellin podía quedar embarazado ¿O si? Eso no era normal, pero una vez más ¿Qué era normal en su vida? Nada.

Se pasó ambas manos por el rostro en señal de frustración, dejando de lado la taza de café que minutos atrás había pedido.

Se encontraba en una cafetería del centro, aquella que solía frecuentar cuando era soltero y le apetecía una merecida y caliente taza de café con leche para acompañar una buena lectura de algún libro cualquiera que hubiera sacado de la biblioteca de la universidad. Había dejado de hacer muchas cosas cuando conoció a Kellin, pero no le importaba, pasar tiempo con su ojigato era mucho mejor.

Esperaba a Mike, el cual hacía más de media hora había llamado, pidiendo poder verse en ese lugar.

Este mismo le había dicho que en 20 minutos llegaba, pero ya habían pasado 30 y se estaba desesperando. Llamenlo exagerado, él sabía que lo era pero necesitaba con urgencia hablar de esto con alguien, desahogarse, y ¿Quién mejor para hacerlo que con su hermano?

Mike, sabía, era una de las pocas personas en las que podía confiar, el menor era uno de sus mayores confidentes, sabía guardar secretos como si de una verdadera tumba se tratara. A sus cortos 18 años el chico era incluso más maduro que el mismo castaño. Que aún viviera con sus padres no decía lo contrario, era solamente que al ser el más pequeño, le costaba más trabajo despegarse de ellos.

Estaba dispuesto a llamarlo de nuevo, cuando lo vió dar vuelta en la esquina de la calle donde el café se encontraba. Caminaba rápido y concentrado en el piso, un beanie cubriendo sus cabellos, una sudadera abrigandolo y las manos dentro de los bolsillos de sus jeans.

— Mierda, Vic ¿No pudiste escoger una de las mesas de adentro? ¡Estoy congelandome, joder!— exclamó mientras tomaba asiento al frente suyo, llevando sus manos a su boca, tratando de darles un poco de calor y desentumir sus dedos.

Si, el castaño había tomado una de las mesas de afuera, y si, el clima estaba frío, pero la razón por la cual no había hecho lo contrario era que no podía estar dentro del establecimiento lleno de gente sin sentir que se sofocaba, como algo que lo desesperaba le apretaba el pecho y cuello asfixiandolo. Necesitaba aire fresco.

— No exageres. — respondió Vic con desdén. — ¿Por qué tardaste tanto? — bebió de su café.

— Mamá no quiso prestarme el auto, dice que es peligroso manejar con un clima así.

"Little Cat"--Kellic QuentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora