Capítulo 8

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Cuando ya había comprado aquel vestido tan parecido y el cual tenía ganas de desechar ya que los malos recuerdos se apoderaron de mi mente y el vestido no es lo mejor pero ya que lo tengo en mis manos y en la bolsa lo único que puedo hacer es salir del centro comercial e irme caminando al parque.

Estoy un buen rato caminando hasta que llego a un lugar donde hay un letrero en grande mas muchas risas y sonrisas infantiles, allí me doy cuenta que he llegado al parque tan soñado. Saben; muchas veces soy ese viejo testarudo y amargado como el zorillo pero a veces los días cambian o yo cambio a los días y mejoran un tanto mas las cosas, tal vez así debería ser más diariamente pero me es difícil y en un aspecto a pesar de todo deseria tener una empresa mía; propia. 

De pronto desvío mi mirada a un lugar, sin embargo vuelvo a ver hacia mi derecha y paro en seco mis ojos para voltear a la izquierda y no lo puedo creer, debe ser una gran imaginación infantil que por tantas risas se me ha pegado. Está allí es ella...Lucero.

Estaba tan entretenida viéndola que tiempo después me di cuenta como un niño llegaba a su banca con dos helados y le daba uno más lo que supongo era el vuelto. Dios....Ese niño era...era como de unos 7 u 6 años vestía como un niño normal, sus ojos eran celestes y su cabello era un castaño claro, su piel era algo morena pero se notaba el toque pálido y ¡¡Dios mío!! Tenía exactamente mi hoyo de barba pero eso era imposible, jamás podría ser mi hijo y no es que lo negase; sino que no podría vivir, si fuera mi hijo estaría muerto pero caramba...Tiene la sonrisa de su madre y los ojos de mi padre... Caramba ¿Cómo un niño puede tener esa clase de ojos?.

Estuve un rato observandoles por lo que decidí ponerme mis lentes oscuros, cada cosa que hacían y yo los veía parecía uno de esos agentes infiltrados de la C.I.A o del FBI, me comí unos dos helados y algunos mangos que andaba no vendiendo, era maravilloso aquel niño, si lo mirase Marjorie diría que es nada más y nada menos que mi copia idéntica, el niño jugaba inquietamente, se parecía a su madre en el visto de que al primero que se le cruzaba a ese le hablaba sin perder tiempo.

Jugó en el sube y baja, paso por el play, se montó en unos caballitos y en algunos carros eléctricos, después paró algún rato y se sentó sólo en una banca a escasos metros de la de su madre, después se columpió en las hamacas y ¡diablos! Su risa era mi risa, extrañamente me vio y le sonreí, su madre le miró y vio como su hijo se sentaba a mi lado intentado disimular mi voz por Lucero, comencé a hablarle aunque lo digo en serio era idéntico a su madre ya que no me dejó hablar en toda la conversación...

Felipe: Hola! (Dijo sonriente)

Fernando: Hola! ¿Cómo te llamas?...

Felipe: me llamó Felipe aunque me dicen Andrew...

Fernando: ¿tú segundo nombre es Andrew? (Inquiero)

Felipe: no, para nada me llamó Felipe Andrés aunque mi apodo es Andrew y me gusta es como si me llamase así pero no... (dijo con su tierna sonrisa infantil)

Felipe: y ¿usted cómo se llama señor?

Diablos si le decía Lucero sospecharía y el plan mental q nadie aún sabía caería en ruinas así q pensé en mi segundo nombre aunque no fuese muy lógico aquel niño tenía mi nombre.

Fernando: me llamó Andrés...

La cara de sorpresa del niño no me sorprendió en lo absoluto.

Su madre comenzó a llamarle pero el niño se entretuve conmigo, no se por qué razón comencé a contarle cosas y sucesos de mi niñez que me hicieron sentirme más relajado conmigo mismo de manera distinta tal vez fue el hecho de que al que se lo decía era un niño de unos siete poco más tal vez.

Mi jefe #LCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora