Capítulo 11

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Lucero

¿mi amor?

Oh Dios! No...no, noo... Esto tiene que ser una broma ¿Me estoy dejando besar?¿Por Fernando Colunga? Estas LOCA!

¿Cómo se te ocurre Lucero? ¿Qué te pasa? ¿Acaso has perdido la cabeza? POR DIOS....

Ay! Pero tanto tiempo de no sentir ni uno solo; de nadie y ahora él me besa de una manera! Señor! Tragame tierra y déjame en China!

Basta.

Me separo rápidamente limpiándome alocadamente la boca, yo no tengo que sentir un beso, yo tengo un hijo y mi hijo me necesita seria, fuerte y así no.

Yo tengo deberes y responsabilidades... También tienes derechos... Pensó una voz en mi cabeza.

Fernando: ¿Qué? ¿Acaso no te gustó? ¿Tal mal beso ahora? (Preguntó divertido por lo que rápidamente lo esquivé para llegar a la puerta y hacerle un ademán de salida)

Lucero: Sal!

Fernando: tu hijo me ha caído muy bien y a pesar de todo la que cree tener problemas conmigo eres tú, yo no tengo problemas con el niño y él tampoco conmigo.

Lucero: Aléjate de él! (Le grité eufórica)

Dios! Me despedirá por el grito! Tengo que arreglar esto.

Lucero: perdona el grito, solo por favor no te acerques a él e intenta tener una distancia hacia mí (le pedí casi en un ruego)

Fernando: lo voy a intenrar, pero no lo puedo asegurar

Lucero: sólo sal (sentencié)

Tras sonreír misteriosamente salió sin mirar hacia atrás.

Lucero: maldita seas Fernando, maldito el día en que me echaste a perder...

Narrador Omnisciente

En el fondo de una Lucero pesimista se encontraba aquella joven que un día creyó que su vida era una desdicha hasta que la esperanza creció en el fondo de una cruel oscuridad, pero ahora el destino le ha preparado un futuro diferente, aunque ese "futuro" es parte de un "pasado" irreemplazable que marca su vida enormemente porque...

"Lo que un pasado marca,
un futuro lo borra"

En estos momentos Fernando se encuentra pensando en ese peculiar niño tan parecido a su progenitor, dos preguntas recurren a su mente:¿existen posibilidades? ¿cómo es posible tanto parecido? Pero los recuerdos que lo invaden son imposibles de parar pues aquel amorío joven que un día murió, un propósito ha de tener en esta vida.

Lucero

Salgo de la oficina después de un rato en el que logro terminar algunos listados de personas importantes para Diego Colunga, habrá una fiesta para los arquitectos de una próxima construcción al sur de España y el señor Diego ocupa aprender el nombre de 150 personas, entre ellos, soldadores, electricistas, supervisores y así entre otros, al salir veo que ya es tarde, creo que el intentar olvidarme de todo lo que últimamente ha pasado e intentar concentrarme en mi trabajo por el resto de la tarde me ha servido, es una fórmula eficiente.

Al estar en el ascensor pienso en mi príncipe, pronto cumplirá años y creo que el dinero ahorrado me servirá para llevarlo a Disney, siempre ha querido ir pero nunca ha tenido la oportunidad de ir; el ascensor para y salgo de él, estoy a punto de salir cuando escucho ¿un gemido? ¿De miedo o excitación?, ¡Diablos! Y si es una situación de peligro...

Dejo mi bolso cerca de la recepción donde claramente no hay nadie y lo peor los guardias no están porque Fernando les dio el día libre debido a que se le dio la gana, espera Lucero... ¿Fernando? ¡Claro! Es el único que está en la empresa hasta tarde hoy y no hay guardas.

Lucero deberías irte...

Deberías averiguar...

Me asomo a los servicios sanitarios y cada vez el sonido se hace más profundo, ¡Cochinada!, me asomo despacio hasta quedar frente a la puerta pero no hay nadie, hasta que escucho como se abre una puerta y me pongo detrás de una planta bastante grande.

***: Ummm... Estás más que buena nena...

Sofia: A...Já!

Ahh! Me tapo la boca con la mano para no gritar, esto es prácticamente imposible, ¿Qué hace Sofia aquí? ¿Que no tenía una licencia de maternidad por tres meses? Me acerco y al ver ambas figuras afirmo la realidad.

Narrador Omnisciente

Lucero corrió y corrió como jamás lo había hecho, tomó su bolso sin pensarlo se quitó sus tacones y apresurada comenzó a correr, había gente bastante pero conocía los lugares más solitarios y olvidadizos que se encontraban cerca de la empresa, entre ellos el callejón London, su nombre a honor a aquel hombre que a pocos metros del callejón con salida había puesto una licorera, porque a pesar de su borrachera decía que "siempre se ocupa un callejón con salida para los momentos sin salida".

Lucero gimió de dolor y aquellos años en los que más sufrió llegaron a ella recordando todo por obra de magia como si fuese en cámara lenta lo que sucedía, recordó a Sandra, a un matrimonio feliz que arruinó sin saber, recordó ver besos sin saber que eran de amor, recordó como sucedió que a Fernando conoció y con gran desdicha su nombre susurró:

Fernando...

Lucero por más que intentó no llorar no lo logró, sus lágrimas como torrentes mágicos invadieron los lugares más prohibidos de su alma, de su corazón, no llora por dolor, ni por ambición, llora por aquel pasado que pasó y día a día recuerda, porque jamás se olvida por más que se diga.

Por otro lado está Fernando y su miserable vida, curiosamente sale de su oficina una hora después de que Lucero se haya marchado, saliendo del edificio un recuerdo llega a su mente y misteriosamente un dolor inmenso lo invade pero no, no se dará la oportunidad de sufrir ni mucho menos de llorar, su orgullo no lo dejará pues en realidad no ha cambiado, él sigue siendo el mismo Fernando, tal y como antes solo que ahora se resigna a enamorarse y no por él, por la persona que ame.

Lucero

Llego a la casa en un taxi después de mi llorona en un callejón con salida que lleva el nombre de un borracho, hasta suena estúpido. Abro la puerta y un silencio ronda la casa, dejó el bolso en el comedor y me quito los tacones para ponerlos junto al sofá cama que esta en la sala.

Cuando estaba de llorona mi hermana me envió un mensaje al parecer llamaron de la escuela de Felipe a causa de que no lo había recogido a la hora que debía y papá lo recogió, dijo que no me preocupara, que fuera mañana temprano por él y lo llevara a la escuela, papá y no sólo él, también mis hermanos siempre me ayudan cuando más lo ocupo, a veces entre tantas carreras de aquí para allá y de allá para acá me olvido por instantes de que tengo un hijo que depende de mí.
Soy una terrible madre, una verdadera madre se preocuparía más por sus hijos pero yo nunca estoy para él y las pocas veces parecen mentira que esté con él.

Mejor me fui a dormir y a orar a Dios para que mañana sea un gran día.

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Regresé!

Y para los que no saben un narrador omnisciente es como un dios un narrador que sabe todo en la historia, hasta lo que no ha pasado.

Mi jefe #LCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora