-Intentando.

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Primer capítulo.

"Intentando"

[☁]

Hoy se cumplía una semana desde qué había visto a Bonnie en su propio trabajo, por fin acababa de digerirlo completamente. Estaba sentado en su escritorio escribiendo unas cuántas calificaciones, mientras sus estudiantes trabajaban en casi total silencio, pues algunos cuchicheaban en susurros en los últimos pupitres.

Bon llevaba puesto un gorro negro  qué cubría toda su frente y cráneo, además de unos lentes de sol muy oscuros en los cuáles sus orbes esmeralda no eran vistos por nadie, claramente, no quería que Bonnie notara quién enrealidad era ese ente encapuchado.
Levantó la cabeza y fulminó con la mirada a las personas recién nombradas, quiénes no hicieron más qué ignorarlo y seguir su animada conversación.
Movió la silla centímetros más atrás y salió de su escritorio, dispuesto a castigarlos, pero en ese instante, una persona de baja estatura tocó tres veces la puerta del salón.

Bon abrió rápidamente y contempló, con nerviosismo, a la razón de su apariencia, el profesor de Artes.

—¡Hola! —saludó con una sonrisa —, lamento no haberme presentado contigo, soy Bonnie Eclair.

Le tendió la mano y el de orbes esmeralda recordó la primera vez qué había visto ese saludo por parte de Bonnie.
Estaba pasmado y todos los estudiantes lo notaron, pues sus miradas se posicionaron en ellos dos y los susurros aumentaron con gran fácilidad.

—Hola, profesor Eclair, mi nombre es James Smith.

Fue lo único qué entró a su mente, no podía decirle al joven su verdadero primer nombre, por ello mismo, se decidió por el segundo, un nombre bastante anticuado pero melodioso.

Su sonrisa se ensanchó y Bon comprendió qué cada acción de Bonnie lo llevaba a la luna.
Una hermosa melodía pareció impregnar los oídos del de orbes esmeralda y reconoció un tono más alegre y nostálgico en éste.

Correspondió al saludo lentamente y aspiró el delicado aroma a lavanda qué Bonnie emanaba.
Notó su cabello largo atado en dos trenzas no muy extensas, y los mechones ondulados qué se colaban en su  frente y bajaban hacía su pálido mentón. Al igual qué los días anteriores, llevaba una bata blanca manchada con pintura de diferentes colores y debajo de está, se posicionaba un suéter color azul marino. Tenía las uñas pintadas de un púrpura oscuro y sus típicos jeans, acompañados de unas zapatillas color bermellón muy parecido al de sus preciosos ojos.

—Un gusto conocerle. —musitó colocando sus manos color caramelo en los bolsillos de su pantalón.

Y otra vez, el mundo pareció ser solo para ellos. Después de tanto tiempo, la felicidad parecía susurrarle al oído. Pero, ¿Bonnie estaría bien con él en su vida? ¿Acaso ya no tenía un píncel para trazar el papel blanco de la obra artística sin terminar?

Intentaría, olvidarse de él.

Bonnie frunció el entrecejo y se cruzó de brazos, con expresión pensativa.

—¿Por qué no sonríes?

Cómo si fuese una repetición, Bon bajó la mirada hacía el más bajo y se rascó la nuca, un poco nervioso.

—No tengo moti... —paró de hablar al observar con detalles al joven frente a él.

Las pecas en su nariz se habían multiplicado, no eran muy notables, pero eso lo volvía más adorable.
Suspiró y notó que Bonnie era su motivo para sonreír.

—En realidad... —se corrigió esbozando una pequeña sonrisa, los alumnos parecieron quedar pasmados, pues él nunca
sonreía —, ahora qué recuerdo, si tengo uno.

Bonnie se despidió alegremente y se fue cerrando la puerta tras él. El maestro de Historia tuvo un impulso de correr detrás de su enamorado, pero contra sus propias acciones, volvió a sentarse en su escritorio y no comentó nada más sobre el encuentro en todo el día.

Las clases terminaron bastante rápido y sin notarlo, ya estaba cerrando la puerta del salón, dispuesto a irse.
Caminó por los típicos senderos, con un leve viento azotando los árboles cercanos.
Una figura baja recorría el lugar junto a él, con una carpeta color caoba en la mano. Casi al segundo, reconoció las estilizadas trenzas de Bonnie y corrió, para por fin, alcanzarlo.

Recordó qué estaba intentando olvidarlo. Pensó qué tal vez solo estaba siendo cortés, de un compañero de trabajo a otro.

—Hola, Bonnie.

Rápidamente, se acomodó el cabello detrás de la oreja y correspondió al saludo. Parecía bastante cansado, se detuvo un minuto para suspirar y, luego de sentarse junto a Bon en un banco cercano, volvió a su semblante alegre.

—James, lamento mi comportamiento, verás... —abrió la carpeta, llena de hojas bastante desordenadas —una de las hojas se escapó y casi el viento se la lleva.

Observó qué su firma seguía siendo la misma, por ello mismo, esbozó una pequeña sonrisita.

—Tranquilo, está bien.

Porqué Bon amaba a Bonnie. O intentaba hacerlo, a su manera. En ese momento el joven comprendió que intentar olvidarlo era tan díficil cómo dejar de tomar café.

—Y bien, ¿qué hacías por aquí?

Bonnie guardó la carpeta y sonrió con serenidad, cómo siempre solía hacer.

—Bueno, vivo en un departamento hace muy pocos días, y dá la casualidad de qué está muy cerca de la secundaria.

—Estamos igual, actualmente también vivo en un departamento de por aquí.

Su mente se inundó de recuerdos, dónde Bonnie le decía qué él en realidad era su compañero de departamento y comenzaban a vivir juntos.
Por alguna razón, sintió un frío invadir su corazón.

Pero, aun con todas las esperanzas del mundo, nunca esperó lo qué pasaría a continuación.

—¿Qué número es tu departamento? —preguntó con un toque de curiosidad en su voz

—Sección D, número diez.

El maestro de Artes abrió sus orbes color bermellón con sorpresa, juntó sus manos, cómo si rezara, y esbozó una sonrisa rádiante.

—¡Somos vecinos! ¡Yo soy de la Sección D, número once, estoy justo frente a tí!

Realmente no lo había notado, veía muy poco con sus lentes oscuros y cada vez qué llegaba a casa, no miraba hacía ningún lugar más qué el suelo.

Ahora, debía intentar conocerlo otra vez, al igual que solía hacer.

Sus mejillas color caramelo se tiñeron de un leve color carmín y por segundo, el viento pareció cesar.

—Soy un tonto, no te noté en ninguna ocasión.

Bonnie soltó una risita y se levantó en silencio, para después despedirse de él con amabilidad e irse, dejándolo completamente solo, cosa qué no le importó en lo más mínimo.

—Bonnie, noté qué todavía utilizas esa hebilla color verde lima.

Pequeño detalle qué no se le había escapado.
Esbozó una sonrisa, para luego colocarse los audífonos y sacar un libro de su bolso.

Intentó, bajar de la luna, dónde Bonnie lo llevaba cada vez qué le sonreía. Pero era prácticamente, imposible.

-"Sólo tú"-B&BDonde viven las historias. Descúbrelo ahora