C a t o r c e

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Estábamos buscando a Voight, Atwater estaba inconsciente y le habíamos dejado lo más cerca de la puerta posible con Adam y con Olinsky. Jay, Antonio y yo seguíamos buscando a Hank por el lugar, aunque el ambiente en esa habitación era muy denso y me costaba respirar – ¿Hank? ¿Estás aquí? – grité con dificultad, al escuchar un ruido suspiré – Genial, está en la habitación que más humo tiene – suspiré y les miré a los dos – ¿Cuál de los tres está mejor físicamente? – pregunté mirándoles – Tú no vas a entrar, tienes una herida en la cabeza, Jay y yo podemos con Hank, quédate aquí – me ordenó Antonio, refunfuñé y asentí – Si necesitáis ayuda, por cualquier motivo me avisáis – dije muy seria Jay asintió y se taparon la boca y la nariz con un trozo de lo que era mi precioso vestido atado a la boca.

Miré mi reloj, llevaban ahí dentro más de dos minutos y eso me recordó a cuando ayudé a James a preparar a unos novatos en el cuartel, no iba a salir nunca de mi cabeza, siempre estaba presente, pasase lo que pasase. Cerré los ojos y cuando vi que tres siluetas se movían hacia mí moví la linterna para que me localizasen rápido, Voight tenía una pierna con un hierro y una brecha muy fea en la cabeza, pero parecía avispado – Vamos, yo os ayudo – le dije a Antonio que estaba tosiendo apartándole de Hank y él se apoyó en mí – Vaya susto me has dado – me quejé cuando le dejé junto a Kevin.

Estaba sentada junto a Adam y tenía bastante sueño, quizás necesitaba dormir para que el dolor se pasase – Eh, Meredith, no te duermas – me dijo Jay arrodillándose a mi lado y dándome un par de golpes en la cara – En poco tiempo nos van a sacar, no te duermas – me pidió encarecidamente, yo asentí y me levanté para evitar que mi cabeza se durmiese, aunque me estaba costando.

Empezamos a escuchar ruidos y luces de la salida – Departamento de bomberos, griten – escuchamos de fondo y todos gritamos para que nos encontrasen de una maldita vez. Jay me ayudó a salir la primera de ese maldito agujero, seguía habiendo algo que no me terminaba de cuadrar, habían explotado la bomba cuando ya se había ido todo el mundo excepto la seguridad del evento, es decir, excepto nosotros. – Meredith, ¿estás bien? – me preguntó Gabby y yo asentí – Sí, échale un ojo a tu hermano, no se ha quejado, pero no me fío de que esté bien – le señalé a Antonio y desapareció preocupada – Robbins ven a la maldita ambulancia – me pidió Kelly por segunda vez y yo alcé las manos – Está bien, está bien, voy – espeté de mala gana y me senté en la camilla con Brett.

De nuevo me encontraba en el hospital, más bien estábamos esperando a que nos dijesen si Hank estaba bien y nos iban a revisar a todos los médicos de urgencias. Si bien no me apetecía que nadie me viese solo me fiaba de Will, el hermano de Jay. Pero era lógico que él quisiese comprobar que su hermano estuviese bien así que esperé a que viniese el dichoso doctor a que me dijese que estaba perfectamente bien.

Tras unos minutos un condenado y guapo doctor de ojos azules entró y leyó ese papel que me habían hecho rellenar – ¿Cómo te sientes? – me preguntó y yo suspiré – Mejor de lo que esperaba – respondí acomodándome en la camilla – Soy el doctor Rhodes y te voy a dar puntos en esa herida y te van a hacer una tomografía de la cabeza y pecho – dijo mirándome a los ojos y yo asentí, esos ojos eran totalmente hipnóticos. El hombre cogió una aguja y le puso ese hilo que usaban para coser las heridas – Nunca me han gustado las dichosas agujas – me quejé mirando hacia el techo – Si no fuese en la cabeza te diría que mirases hacia otro lado, pero... Lo siento – se disculpó y negué esperando a que empezase a coser.

Cuando acabó se decidió a hacerme un examen físico completo – ¿Es el médico el que hace esta clase de cosas? – pregunté mientras seguía sus instrucciones, él soltó una carcajada y negó – No, pero dado que eres amiga del hermano de Will, que eres policía y que tus compañeros han insistido demasiado en que te cuidemos bien, no quiero que te pase nada mal bajo mi responsabilidad, entiéndelo, es mi propio pellejo – bromeó y yo negué – Son como tener a tres padres pendientes de tus movimientos – suspiré y cuando me levantó la venda del brazo me removí – ¿De cuándo es esta herida de bala? – preguntó mirándola con el ceño fruncido – Veamos... Hace dos días estuve aquí porque me vi envuelta en un incendio y ese tiro de bala fue en mi último día en narcóticos así que creo que... hace cuatro o cinco días – terminé de hacer las cuentas y asentí.

El doctor negó – Creo que tienes una vida demasiado peligrosa – me soltó y yo reí – Vamos, mi trabajo es el que evita que muchas personas entren aquí con una bala en la cabeza o en el brazo... Hacemos lo que podemos, Chicago no es una ciudad fácil, aunque claro, alguien que se apellida Rhodes no habrá visto lo que pasa fuera de los barrios buenos de Chicago – añadí con diversión recibiendo un suspiro por parte del moreno y yo reí – Yo me crié en Fuller Park – añadí encogiéndome de hombros – En ese barrio o quieres luchar contra lo que te encuentras cada día o... Eres eso con lo que te encuentras cada día – aclaré y él asintió mientras me limpiaba de nuevo la herida de bala y me ponía una venda nueva – Bien, esto ya está, vengo en unos minutos para llevarte a ese escáner – me aseguró saliendo de allí.

Antonio entró en el lugar y le dediqué una sonrisa – Hank está bien, le están curando la pierna, va a estar un tiempo con la pierna mala y me ha dado un ultimátum al estilo Voight – me dijo y yo rodé los ojos – Así que además de para saber que estoy bien has entrado aquí para decir que sea lo que sea que estemos empezando se ha acabado, ¿no? – pregunté mirándole y Antonio asintió – Lo siento, pero si me ha dado esa opción es porque quiere que te quedes en la unidad, así que... Me alegro de que te quedes y no quiero complicarte las cosas antes de que entres – asintió sonriendo y yo le devolví la sonrisa – Lo entiendo, de verdad, todo está bien – aseguré sonriendo, no era el momento para darnos una oportunidad y, aunque me molestaba porque me gustaba mucho, yo tampoco querría arriesgar mi trabajo por algo que podría salir bien o salir fatal.

Policía de Chicago (Antonio Dawson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora