V e i n t e

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Me despertaron un par de veces durante la noche para cambiarme el suero y que mi cuerpo expulsase la droga rápido, procuré que no despertasen a mi hermano que parecía dormido profundamente. La siguiente vez que abrí los ojos estaba Connor arropándome bien y mirándome, le dediqué una media sonrisa y me incorporé ligeramente – ¿Me voy a poder ir a casa pronto? – pregunté bostezando y él asintió – Hoy mismo si quieres, pero no vas a ir a trabajar en tres días y si no lo vas a cumplir te obligo a cogerte una baja voluntaria o te ingreso aquí hasta que vea que estás descansada y bien para trabajar – me advirtió mirándome con seriedad y yo asentí – Tranquilo Doctor Rhodes, que me voy a ir a casa y a relajarme durante tres días – aseguré notando que el móvil de mi hermano empezaba a sonar, él se despertó con un bote – Llego tarde, llego tarde – fue lo primero que dijo al despertarse y yo negué.

-No, no llegas tarde vas bien de tiempo, vives demasiado estresado – advertí y él solo me dedicó un gruñido – Me voy a tu casa a cambiarme de ropa, ducharme y a trabajar, hoy trabajo hasta tarde – me advirtió y yo asentí, Connor seguía en la habitación observando la escena, mi hermano salió a toda prisa del lugar. Miré a Connor unos segundos y nuestras miradas conectaron durante unos segundos – Bien, si me das tu palabra de que vas a descansar te doy el alta en un rato – me aseguró y yo le dediqué una media sonrisa.

Me estaba cambiando de ropa cuando alguien entró en la habitación, me giré para ver a Antonio – Me ha llamado tu hermano, me ha dicho que te lleve a casa y me asegure de que no vas a trabajar – dijo el moreno cruzándose de brazos y yo reí – Qué poca confianza tenéis en mi persona – me quejé recogiendo mis cosas – ¿Habéis descubierto quién me puso la droga? ¿Y cómo? – pregunté mirándole, fui a coger mi bolso, pero él se me adelantó y se lo colgó del hombro – No era necesario – señalé el bolso con una media sonrisa, él solo se encogió de hombros y le quitó importancia con un gesto. – Quién te metió la droga en la copa fue el camarero, al decirles que eráis policías decidió que podía divertirse contigo, por suerte salisteis de allí rápido, pero ya no se lo va a hacer a ninguna chica más, está detenido – aseguró conforme caminábamos hacia el coche.

Me dejó en la puerta de mi casa y cuando Hank le vio se dio media vuelta y se fue del lugar – ¿Cómo estás? – le pregunté sentándome junto a él en el sofá, él solo asintió y yo me acomodé mirando el televisor, estaba viendo alguna película y, supuse, que el pequeño estaba durmiendo en su habitación. Para cuando me di cuenta ya estaba dormida en el sofá, alguien me había puesto una manta por encima, Hank seguía viendo la televisión cuando abrí los ojos – Que aburrimiento, quiero trabajar – me quejé cambiando de posición – Ahora te aguantas y me haces compañía unos días – se burló Hank.

Los días se pasaron muy lentamente, pero por fin se acababan mis tres días de descanso. Jay llamó a la puerta y abrí – Si me das 5 minutos estoy lista, hay café en la cocina – dije esquivando coches de juguete y un pequeño torbellino de 2 años corriendo por la casa. Jay le cogió en brazos – ¿Cómo estás campeón? – preguntó jugando con él, sonreí hacia la imagen y me terminé de cambiar de ropa y cuando llegué al salón me estaba poniendo la bota que me faltaba – Ya está, ya está, nos vamos nos vamos que Alvin nos estará esperando – informé a mi hermano – Espera, Meredith, ¿podéis dejar a Will de camino en el colegio? Se me ha echado el tiempo encima y ya tengo a mi jefe mirando con lupa lo que hago – mi hermano como siempre acababa dando pena y asentí – Vamos Will, coge tus cosas que llegamos tarde – grité en la puerta, al cabo de cinco segundos apareció el pequeño con la mochila, Jay la cogió y nos dirigimos a su coche – Tengo que comprarme un coche, no puedo abusar del tuyo para siempre – dije una vez le hube puesto el cinturón a Will.

El día fue bastante tranquilo, nada más lejos que estar todo el día en el escritorio – Meredith, abajo tienes una llamada – dijo Trudy, fruncí el ceño – ¿Sabes quién? – pregunté acercándome a ella para bajar las escaleras y ella negó – ¿Es usted Meredith Robbins? – preguntó cuando respondí al teléfono e hice un sonido afirmativo.

– Soy de la clínica Kedzie, hemos intentado contactar con su hermano, pero no coge el teléfono y es usted el segundo contacto de emergencia de la señora Robbins... La hemos tenido que llevar al Chicago Med porque ha ingerido muchas pastillas de golpe, nos haría un favor si pudiera pasarse a verla – estaba en shock, lo último que me esperaba era estar en la lista de contactos de mi cuñada, pero me pegaba que mi hermano me hubiese puesto, por los niños – Sí, en cuanto pueda estaré allí – dije colgando el teléfono. Subí a Inteligencia – Alvin – toqué un par de veces la puerta – Sharon está en el hospital, ¿te importa si me voy una hora o dos? Hasta que mi hermano aparezca – le pedí mirándole a los ojos – Claro, ¿qué ha pasado? – preguntó preocupado, yo dejé escapar un suspiro y cerré la puerta.

Me apoyé sobre la puerta y le miré – Parece ser que Sharon se ha tomado muchas pastillas de golpe y tiene una sobredosis, está en el chicago Med y mi hermano está en el trabajo con el móvil apagado – expliqué mirándole – Ve niña, ve y llámame cuando sepas cómo está y qué es lo que va a pasar – asentí y le dediqué una sonrisa – Gracias Al – aseguré saliendo de allí.

Cuando estaba recogiendo mis cosas para ir al hospital Antonio me estaba mirando – ¿Qué ocurre? ¿A dónde vas? ¿Te encuentras mal? – preguntó preocupado y yo negué con ternura – No, tranquilo, tengo un asunto familiar y tengo que acercarme al hospital un momento, estoy bien – aseguré rozándole el brazo, en seguida me aparté y salí pitando de la comisaría. Pedí un taxi para que me llevase al hospital, dado que seguía sin un maldito coche. 

Policía de Chicago (Antonio Dawson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora