C u a r e n t a y c i n c o

1.1K 69 13
                                    

Todo el equipo había salido de la comisaría y Mouse y yo estábamos escuchando las distintas declaraciones para compararlas con las que habían hecho con anterioridad – Vale, el tío de la tienda miente y con el que habla Erin también – informé quitándome los cascos, me dolía horrores la cabeza, no sabía si de estar escuchando tanto rato y mirando una pantalla o porque el dolor de la costilla estaba siendo superior a lo que yo me pensaba. Me eché para atrás con cuidado y una mueca debió de cruzar mi rostro porque Mouse me estaba mirando muy serio – Solo me duele un poco, no me mires así – me quejé cerrando los ojos.

Me llevé una mano a la cabeza soltando un suspiro de frustración, me había empeñado en no tomar casi calmantes porque no quería acostumbrarme a que una pastilla se llevase el dolor, pero en ese momento me arrepentía – ¿Tienes algún calmante que puedas tomar? – me preguntó con suavidad y yo negué – ¿Solo podrías traerme algo de agua? ¿Por favor? – le pedí abriendo solo un ojo para mirarle, él lo hizo de manera muy obediente, cuando bebí el agua noté que me sentía un poco mejor, pero no lo suficiente como para que Jay y Adam no se dieran cuenta de que me encontraba mal cuando entraron en inteligencia.

Al abrir los ojos los vi a los dos mirándome fijamente – Pero... ¿Qué os pasa ahora? – pregunté molesta – Que tienes una cara de espanto – me dijo Adam, le hice un corte de manga – Qué agradable – me quejé volviendo a cerrar los ojos – Vete a casa anda, si te encuentras mal es lo mejor – la voz de Jay era suave, pero yo era más cabezota que él y no me iría a no ser que no pudiera más con el dolor – Que se me va a pasar en un momento, si sigue prometo que me voy – tras mis palabras volví a cerrar los ojos y a recostarme en la silla. Por suerte el dolor desapareció al rato, justo antes de que Voight llegara.

El día en inteligencia sin salir de allí era una absoluta mierda – Yo no sé cómo haces esto, se me está haciendo el día eterno – me quejé cuando todos se habían vuelto a ir, el trabajo de campo era lo que más me gustaba, sin lugar a duda. Cuando me fui a dar cuenta ya estaba anocheciendo y seguía rellenando papeles. Mi móvil había estado toda la mañana en silencio y cuando lo miré vi un montón de llamadas perdidas de la niñera – ¿Qué coño pasa? – pregunté cuando estaba preparando mis cosas para irme, marqué el teléfono de la niñera y cuando descolgó me dijo lo que ocurría, el pequeño estaba otra vez enfermo y lo habían tenido que llevar al hospital – Vale, si necesitas irte deja a los niños con alguien del hospital, yo voy de camino – le aseguré cogiendo todas mis cosas.

Salí de la comisaría con rapidez y me choqué con alguien provocando que una punzada de dolor recorriese mi costado – Mierda – me agaché apoyando mis manos en las rodillas esperando a que el dolor se pasara. Unas manos que conocía muy bien me rodearon la espalda esperando a que se me pasara – Estás bien, estás bien, respira hondo Mer – me dijo y yo asentí – Sí, tranquilo, ya se me pasa – aseguré cogiendo aire y soltándolo muy lentamente. Repetí la acción varias veces y el dolor acabó por desaparecer – No deberías haber venido hoy a trabajar – me reprendió y yo bufé – Ya lo sé, ya lo sé, pero tengo que ir al hospital – dije y antes de poder terminar la frase él me interrumpió – ¿Cómo que al hospital? ¿Tanto te duele? Joder Meredith, sube al dichoso coche – me regañó y yo negué – No, no Antonio, no por mí, Mike, lo han vuelto a ingresar – él suspiró aliviado, pero la cara de preocupación no desapareció.

Me senté en el coche agobiada – No puedo con todo, Antonio, no puedo, es demasiado yo... No puedo más – dije al fin todo lo que pensaba, llevaba unos días con esas cosas en la cabeza y ya no podía más – Es comprensible, te ha caído encima una vida que no es la tuya Meredith... Puedes hablar con tu abuelo seguro que está dispuesto a llevarse a los niños a su casa – ofreció Antonio acariciando mi muslo mientras tenía la vista fija en la carretera – No, hombre, no, ¿cómo le voy a hacer eso a los niños? Lo que no entiendo es a mi hermano, le he llamado mil veces, he dejado mensajes, le he llenado el maldito buzón, ¿qué tiene en la cabeza? ¿Qué espera de mí? ¿Qué críe a todos sus hijos? – pregunté observando cómo llegábamos al Med.

Me bajé del coche sin darle tiempo a responder y él me paró antes de que entrase – Oye, ya está bien de huir de mí cuando quiero hablar – se quejó él pegándome a él – Perdona, pero no sé si quiero oír lo que tú piensas sobre esto – susurré mirándole a los ojos – Ah, muy bien, entonces no te lo digo – me sacó la lengua de manera infantil y yo rodé los ojos soltando un bufido – Venga dilo, podré soportarlo – susurré antes de besarle lentamente – Yo creo que deberías buscarle y preguntárselo tú – me dijo con simpleza – Ah, claro, tan fácil lo ves todo tú desde ahí arriba – me quejé divertida.

Entramos hacia el área de pediatría y me encontré con la doctora Manning de frente – Hola, soy Meredith, ¿estás atendiendo tú a Mike? Will me ha hablado bien de ti – le dije con una sonrisa y ella asintió – Sí, puedes llamarme Natalie, Antonio me alegro de verte... Mike tiene mucha fiebre y estamos esperando a que le baje, tiene una infección fuerte de oído que se le curó mal la primera vez, esperemos que con antibióticos se cure – asentí sintiéndome el peor adulto del mundo – Esto... ¿Es culpa mía? Quiero decir, ¿le tendría que haber traído antes o algo así? ¿Darle alguna medicina? ¿Un chequeo médico? – pregunté alarmada y ella negó – No te agobies Meredith, los bebés se ponen malos con mucha facilidad – Antonio acarició mi espalda y yo asentí – ¿Dónde está? – pregunté y cuando me indicó fui hacia el lugar.

Al entrar en la sala vi a Will y James dormidos en una silla y me acerqué a la cuna en la que estaba Mike. Me apoyé en la cuna y le acaricié la cara suavemente notando su temperatura – No sé por qué tu papá no te cuida, pero yo prometo hacerlo un poco mejor a partir de hoy – le susurré y noté como Antonio ponía sus manos en mis hombros y los masajeaba con cariño. Me apoyé sobre él unos segundos – Está muy caliente... Soy lo más irresponsable del mundo – cerré los ojos y él besó mi frente – Eso no es verdad, haces lo que puedes con lo que tienes Meredith, no te martirices así o acabarás desesperándote – besó mi mejilla y luego besó mis labios con suavidad. 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 22, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Policía de Chicago (Antonio Dawson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora