D i e c i n u e v e

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Cuando llegamos a la comisaría sentí que me mareaba unos segundos y me apoyé en una mesa hasta que se me pasó – ¿Qué te pasa? – me preguntó Antonio colocando una mano en mi espalda – Nada, me he mareado un segundo, pero ya se me ha pasado – aseguré sonriendo de lado. Antonio negó y me puso mi abrigo encima – Vamos a Urgencias – me dijo con autoridad y yo negué – Que no Antonio, que no hace falta – en ese mismo momento entraron Alvin y Jay en la sala y yo suspiré porque Antonio les contó lo que pasaba, Jay puso una mano en mi frente – Parece que tienes fiebre, hazme el favor de ir un momento a urgencias – pidió Jay mirándome directamente a los ojos y yo asentí vencida por la mirada de los tres.

Antonio y Jay se encargaron de llevarme y, de nuevo, estaba en el chicago Med, suspiré antes de dirigirme a urgencias y sentarme en la sala de espera, estaba bastante llena. Cuando una de las enfermeras que estuvo con nosotros la última vez me vio se aproximó – Tú eres Meredith, ¿cierto? – preguntó y yo asentí – Si no recuerdo mal tú eras April, ¿no? – pregunté algo confusa y ella sonrió, después miró a Antonio y Jay, que estaban en la máquina – ¿Ocurre algo? – preguntó seria y yo negué – Me he mareado antes un poco y se han empeñado en que venga – murmuré con tono tranquilizador, nunca es tranquilizador que tres policías estén en la sala de espera de un hospital.

April me sonrió – En cuanto haya una cama libre te pasamos – me tranquilizó y yo asentí. Al cabo de un rato seguía en esa sala y sentía que mi vista se empezaba a nublar, agarré el brazo de Antonio o de Jay, no sabía quién era en ese momento – No me encuentro bien – susurré antes de ver como la sala daba vueltas a mi alrededor. Antonio llamó a Jay para que avisasen a alguien y a la siguiente persona que vi fue a Maggie con una camilla, Antonio me cogió en brazos y me colocó en ella con suavidad. Lo siguiente que vi era que estaba todo negro y parecía que mi cerebro se había apagado del todo.

Sentía los latidos del corazón en la cabeza y los ojos me pesaban en exceso, me costaba abrirlos, pero parecía que me iba espabilando poco a poco. Cuando conseguí abrir los ojos y enfocar la vista en la habitación había algún doctor revisando mis constantes, no parecía que hubiese nadie más en la habitación – ¿Qué ha pasado? – pregunté desorientada intentando levantarme, el doctor se giró y no me permitió levantarme – Quédate tumbada – me dijo con suavidad Connor mirándome a los ojos unos segundos.

– Tenías una droga en tu organismo que te deja adormilada y algo aturdida cuando tu cuerpo la procesa – me explicó muy lentamente – Hemos descartado la idea de que la hayas tomado tú – aclaró mirándome a los ojos y yo seguía sin entender absolutamente nada – Entonces... ¿Cómo ha llegado a mi organismo? – pregunté desorientada y él me miró negando – Eso es lo que tenemos que averiguar todavía – me miró y yo suspiré – Así que me quedaré aquí un rato más, ¿no? – le pregunté y él asintió – No sabemos qué efectos secundarios puede tener en tu organismo y tenemos que controlarte – me dedicó una media sonrisa y salió de allí.

Mi hermano vino a verme y Antonio y Jay se fueron a trabajar, me informaron de que debía pasar la noche en el hospital como mínimo y Antonio y Jay estaban trabajando en quién me había drogado, la primera opción era la discoteca, pero ni de coña me iban a dejar ir a hablar con nadie. Me aburría en exceso y no me iban a pasar a planta por lo que tampoco estaba totalmente tranquila. Me trajeron la cena del hospital y miré a April suplicando – Vamos, si el estómago lo tengo bien – me quejé al ver la sopa encima de la mesa y ella se encogió de hombros – Es el mismo menú para todo el mundo – se defendió divertida y salió de allí.

A los pocos minutos de irse April, Connor asomó la cabeza por la habitación – Venía a comprobar como estabas y... Me ha dicho un pajarito que a la niña de la sala 3 no le gusta el menú así que le he traído a la señorita un doble postre – dijo enseñando tres latas de gelatina y yo sonreí intentando alcanzar el mando para levantar la camilla, no me dejaban levantarme sola y, por una vez en mi vida, estaba siendo obediente. Connor se acercó a la camilla para levantarla y estaba en la perfecta posición – ¿Se supone que tengo que elegir una de esas tres? – pregunté mirándole con una sonrisa – Puedes elegir dos, la otra es para mí – dijo él muy seguro – Te voy a perdonar lo de llamarme niña chica porque la de manzana es mi favorita y... Me gusta mezclarla con la de fresa – bromeé alargando la mano.

Estuvimos hablando durante un rato hasta que mi hermano Jackson apareció por la puerta de la sala – Tenías que ser policía, tenías que seguir los pasos de papá y del abuelo, no podías ser camarera o... Yo que sé, basurera – se quejó él dejando una bolsa sobre la camilla – Vaya, de verdad que querías que tu hermana tuviera un buen futuro – me quejé provocando que Connor se riese – Él es mi doctor, es el Doctor Rhodes – le presenté sonriendo – Soy Jackson Robbins – se dieron la mano y yo me terminé la segunda gelatina que Connor me había traído.

Connor se levantó al cabo de un rato – Bueno, veo que estás acompañada y mi turno terminó hace un par de horas, me pasaré a verte mañana y espero poder darte el alta – dijo antes de irse. Mi hermano observaba la escena divertido y se sentó en el sillón que habían acercado a mi cama – Parece un buen tío – murmuró mirándome a los ojos y yo rodé los ojos – No me emparejes con él porque solo está siendo un tipo amable y muy guapo – dije mientras reía y él me miró directamente a los ojos – Me alegro de que empieces a pasar página Meredith – musitó él mirándome a los ojos.

Dejé escapar un suspiro y acabé recostándome contra la camilla y solo me dediqué a mirarle – Ya va siendo hora de que James esté en el pasado, ¿no? – dije dejando escapar un suspiro, pero no había sido Connor el responsable de que tomase aquella decisión – Técnicamente, pasé la página hace unos días porque... Me acosté con Antonio – dije cerrando los ojos para no ver la cara de reproche de mi hermano – Venga ya, ¿de la unidad de Voight? – preguntó tratando de no reírse y asentí – Para empezar la norma de nada de líos entre compañeros es una tontería y para terminar me dejó claro desde el principio que estaba reemplazando a Erin, cuando ella volviese yo saldría de nuevo a mi antiguo puesto – me quejé y Jackson solo negó – Por eso no os habláis a penas a pesar de vivir bajo el mismo techo – reflexionó mi hermano y asentí – Sí, le dio un ultimátum a Antonio y, como era de esperar, no va a perder su trabajo por un lío de una noche – murmuré bajando la camilla para poder dormir bien. Mi hermano me arropó bien y besó mi frente – Perdona, es lo que hago con los niños – admitió y yo solté una carcajada. En poco tiempo caí totalmente dormida. 

Policía de Chicago (Antonio Dawson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora