Chile

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Con el corazón en la boca, subí al avión que me llevaría a Chile. Aún no entendía cómo después de tantos años iba a volver a verlo...
Los recuerdos de la última noche llegaron a mi mente mientras me acomodaba en el avión.
Era viernes a la noche, estábamos en su cama, mi lugar favorito en ese momento, estábamos literalmente comiéndonos a besos. Llenos de lujuria y pasión. La ropa empezaba a estorbar y poco a poco fue quedando regada por el suelo.
Tomó mis pechos y los devoró como si fueran paletas de su sabor favorito mientras se escapaban gemidos de mis labios entreabiertos. Besó mi cuello, tocó y acarició cada parte de mi cuerpo. Me tomó sin piedad, de forma ruda, haciéndome gritar de placer. Amanecimos amándonos y cuando llegó la hora de irme me dijo "te amo, quédate conmigo".
Creo que el miedo me hizo correr lejos. Lo amaba, pero tenía miedo y no quería perder mi libertad. Sabía que él quería una mujer para toda la vida, que fuera suya y nada más. Yo no estaba dispuesta a renunciar a la vida que llevaba. Me sentía cómoda, me siento cómoda aún con esta vida.
Nunca me había planteado tener una familia, me asustaba el hecho de no poder criar hijos mentalmente sanos, no con mis pasatiempos y mis aficiones, dejar mi vida libre para atarme a alguien, yo no era mi hermano, no iba a poder con eso.
Cuando me descuido escuchó una voz. - Señorita, abroche su cinturón, el avión va a aterrizar.- Pasó volando el viaje.
Cuando bajé mi hermano y su ahora prometida me esperaban.
- Hermanita, qué tal el viaje?- dijo mi hermano mientras agarraba mi bolso de mano.
-Todo bien, un poco cansada. Lara, qué tal con los preparativos?- dije mirando a mí más que radiante amiga mientras pensaba que en unos días sería mi hermana política.
-Genial! Entre todos me están aliviando el trabajo de los preparativos. Mañana tengo prueba de vestido. Por cierto te comentó este loco que te elegimos como madrina?- dijo mientras miraba a mi hermano.
- Si, por favor dime que el vestido lo puedo elegir.- La miré con cara de súplica.
-Por supuesto que no. Es una iglesia y tenemos que estar seguros de que te tapa el cuerpo.- Dijo negando mi hermano.
-Ja ja muy gracioso. De verdad lo digo.-
- Lo siento, Lara eligió un vestido perfecto. Del color del ramo que va a llevar ella. Tu ramo será blanco como su vestido.- dijo mientras caminábamos al auto.
- No te preocupes, amiga. Mis flores son celeste pastel. Me encantaron, creo que fue amor a primera vista.- Sonrió, mi hermano le dio un golpe suave con el codo.- Lo siento cariño, pero es cierto.
Llegamos a la casa y desarmé mis valijas. Esa noche teníamos cena con nuestros padres adoptivos, el padrino y los padres de Lara. Casi me desmayo cuando mi hermano con cara de inocente me dijo que Paulo era el padrino. Lo quería matar.
La cena pasó sin contratiempos y sin problemas. Cuando me estaba despidiendo para ir a dormir una mano me detiene.
- Tenemos que hablar- Ya sabía que Paulo no se iba a quedar callado.
-Mira, creo que no hay nada de qué hablar.
- Yo creo que sí, por ejemplo, del hecho de que ese día corriste de mi cama como si tuviera fuego y te la pasaste de país en país, cambiaste el número, nunca más volviste. Te amaba, te amo. Y eso no te importo, te fuiste, rompiste mi corazón, planeaba una vida juntos. Es que no sientes nada por mí.
- Paulo, yo tengo mi vida fuera de las fronteras de Chile. Cualquier lugar, no paro más de una semana en ningún lugar, no tengo pareja fija, no quiero. No busco una vida donde me tenga que quedar a criar hijos y esperar a mi marido viendo como los años pasan cada vez más monótonos, esa no es vida, no es la vida que quiero.
- Claro! Prefieres gastarte la parte de la herencia de tus padres. Dime una cosa, qué crees que pensarían tus padres si vieran la vida que creo que llevas ahora. De ciudad en ciudad, de cama en cama.- No pudo decir más nada ya que le crucé la cara con mi mano derecha y salí corriendo. Las lágrimas me caían como cascada. No podía parar. Tenía razón, quizás mi conducta fuera un problema psicológico que debería tratar, deseché esa idea. Mi vida estaba bien, el nombre tenía derecho a decir eso.
Los días pasaron y llegó el día de la boda. Tuve que entrar del brazo del padrino. El papá de Lara la entregó a mi hermano. Dijeron sus votos. Cuando todo terminó salieron fuera de la iglesia y recibieron una lluvia de papel picado y arroz.
Después en la recepción bailamos todos hasta cansarnos. A las dos de la mañana salía el vuelo que los llevaría a las islas del Caribe. Unas playas hermosas. Sentí una punzada de envidia al ver la felicidad de la pareja.
-Esos podríamos ser nosotros princesa, pero eres muy cobarde para afrontar esa vida.- Me di vuelta para ver a Paulo atrás mío con dos copas, me ofreció una y la tomé mientras veía cómo se alejaba el auto que llevaba a la feliz pareja al aeropuerto.
-No hables idioteces, sabes bien que esos nunca seríamos nosotros.- Dije cortante para luego ir a la barra y ahogarme en shots de tequila. Sentía una mirada, varias miradas en mi espalda cuando me fui. No es para menos, no era capaz de caminar derecha. Unos brazos me sujetaron cuando estuve a punto de perder el equilibrio, miré y era mi padrastro, estaba enojado.
-Hija, sé que soy tu padre adoptivo, que eras grande cuando tus padres los dejaron, pero esa no es la manera de comportarte que Ema y yo te enseñamos. Creo que a tus 12 años, cuando llegaste a nuestras vidas eras más responsable que ahora. Olvida tus miedos y vive la vida como tiene que ser. Un día tu belleza se marchitará y no hay nada que puedas hacer. Debes buscar a un hombre que te acompañe hasta el final de tus días, que te aliente cuando empieces algo nuevo, que te consuele en tus fracasos, que festeje tus alegrías y te consuele en tus tristezas.
Abrió la puerta del auto, me subí y le indicó al chófer que me lleve a su casa. Era la primera vez que me dejaba sin palabras.
Llegué a su casa y mis cosas ya estaban en mi viejo cuarto. Me duché y me fui a dormir pensando en lo que me había dicho. Fuertes palabras, sinceras pero a la vez con un regaño escondido.
Me levanté casi era de noche. La cabeza se me partía, la habitación daba vueltas y tuve que correr al baño donde vomité todo lo consumido en la noche. Jodida resaca pensé.
Bajé a desayunar/merendar, puesto que eran las siete de la tarde. Tomé una pastilla para el dolor de cabeza y ya estaba mejor. Ahora podía enfrentar mis problemas.
Mi papá y mi mamá querían hablar conmigo sobre el tema Paulo. No había mucho que decir, querían que nos sentamos a hablar los dos, no iban a dejar de dar lata así que los dejé organizar una cena para que podamos hablar.
Me avisaron que sería mañana a las ocho. Salí a correr para apagar mi locura.
Una hora después estaba más relajada, llegué a casa y me bañé. Cenamos charlando tranquilos, finalizada la cena me fui a la cama.
Al otro día parecía que el reloj andaba cada vez más rápido. No quería enfrentarme a él, pero el tiempo no dejaba de correr. Cuando se hicieron las seis Ema me arrastró al baño, dijo que tenían que estar decente para la cena, en una palabra, sexy. Quería oficiar de Cupido en este encuentro, por lo que me preparó un conjunto de ropa interior negro transparente, liguero y medias de red negros, un vestido bastante escotado y largo hasta los pies. Me dijo que lo que llevaba abajo sólo lo tenía que ver el hombre que yo quisiera, no cualquiera que me mire por la calle.
Me vestí, me peino y maquilló. Ya estaba lista, eran las ocho cuando sonó el timbre. Abrió papá y Paulo se quedó con la boca abierta mirándome fijamente. No fue capaz de hablar.
El estaba muy guapo con el traje y la corbata gris perla, camisa blanca. Íbamos a un restaurante exclusivo, por lo que había que ir arreglados.
Llegamos, pasamos a nuestra mesa y pedimos unas copas.
-Y bien..- dijo como para iniciar la charla.
- No sé de qué quieres hablar, pero una cita no se le niega a nadie- ya estaba más allá de los nervios. Sabía que si se lo proponía terminaría sobre mí en su cama, aunque yo lo niegue.
- Quiero que me digas por qué hiciste esa mañana.-
Lo miré a los ojos. Y se me fueron las palabras.
- Estoy esperando, princesa.-
Mis piernas temblaban, no sabía que decirle.
- Tenía miedo, no quiero fracasar. Era jóven y no me veía con una pareja formal, yendo a bailar, durmiendo con la misma persona y eso.- dije de forma ligera
- Es eso? Es decir, me rechazas sólo por miedo al compromiso. Entonces tengo razón, te gusta la vida libertina, sin saber qué hombre estará en tu cama. Lo ves, en ese aspecto somos iguales, pero la diferencia es que yo sí dejaría esa vida para poder despertar el resto de mi vida con tu cuerpo entre mis brazos.
Me quedé muda. Menos mal que vino el mesero y nos dio la carta. Paulo eligió la comida y el vino ya que yo estaba bloqueada. Cuando el mesero se fue me siguió hablando.
- Ves el efecto que tengo en ti, no lo puedes negar, te quedaste muda. Lo que no entiendo es cómo yo puedo exponer mis sentimientos, tal y cómo los siento y tú te atrincheras tras una coraza de hierro para que yo no pueda tocar tu corazón.
- Es complicado. Mi vida así como está es simple, no quiero cambiarlo por ahora.- Mi boca decía eso pero mi corazón pedía a gritos que me bese y que no me deje irme nunca más.
- Lo que no entiendo princesa es por qué te resistes tanto a sentir y demostrar tus sentimientos. La vida de por si es complicada, pero por Dios que haces de la vida un laberinto sin salida!- dijo algo enojado.
- Estoy en un punto donde sinceramente no sé qué es lo que quiero.
- Puedo ayudarte con eso. Yo sé lo que quiero esta noche... Quiero que vayas a mi departamento, tomemos una copa, quiero besar tus labios y perderme dentro de ti, quiero oírte decir mi nombre mientras me muevo sobre ti. Quiero que el sol nos encuentre amándonos como aquella noche.-
- Lo pensaré durante la cena.- digo pensando en la frustración sexual que cargo desde que pisé París.
Cenamos y, tal como quería fuimos a su casa. Tomamos una copa, que se hicieron dos, tres, cuatro y perdí la cuenta. Cuando desperté no recordaba nada, sólo que me quedé dormida a su lado. Espero que no haya pasado nada, me duele la cabeza.
Su brazo está sobre mi cuerpo. Me destapo y veo que estamos desnudos. Corro su brazo y salgo despacio de la cama. Miro y no veo ningún preservativo en el suelo. Voy al baño, me ducho y me vuelvo a poner la ropa de anoche que está desparramada en el suelo. Miro en el cesto del baño tampoco hay ningún preservativo. Oh mi Dios! No se cuidó, menos mal que yo tengo puesto el DIU. No corro ningún riesgo.
Salgo para la cocina, me tomo un café. Miro la hora, son las cinco de la tarde. Agarro el celular que está en la mesa, le escribo una nota y me voy pensando, genial, pasé la noche con él y no me acuerdo de nada.
Tengo que preparar las cosas de mi viaje. Esta mañana decidí que me voy mañana mismo. Dubái será mi próximo destino.

Una ninfómana recorriendo el mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora