Introducción

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Humo, licor y aturdimiento. Nuestros fines de semana solían ser iguales, o al menos parecidos. En mi casa me vestía y me encontraba más tarde con Jungkook en la avenida. Caminábamos hasta el final de esta en un paseo donde conversábamos de cualquier cosa porque la confianza de poder hablar por horas y horas la teníamos. Éramos esa clase de dúo con el privilegio de compartir tantas cosas buenas como diferenciarnos en otras tantas convenientes en ciertas situaciones. El tiempo se nos pasaba muy rápido. Lo que para nosotros era un mes, lo sentíamos como tres meses. Cosas de la edad, supongo. Para un hombre de 70 años, cinco años son nada, pero para un niño de diez, es la mitad de su vida. Supongo que por este tipo de cosas es que dicen que el tiempo es relativo.

Nuestra franqueza también fue relativa, mi credulidad aún más.

Entramos juntos a la discoteca del pueblo, nos abrimos paso entre codazos y empujones hasta llegar a la barra y comenzar a pedir bebidas antes de bailar; a modo de calentamiento. Un cubata, dos chupitos y ya nos íbamos al centro de la pista con la segunda copa en la mano. Listos para ser el centro de atención, porque así nos gustaba y nos divertía más. Pero demonios, él era incluso más desvergonzado que yo. Uno borracho a veces no guarda la compostura. Nosotros la perdíamos con mucha frecuencia. Si nuestros padres hubieran sabido lo que hacíamos en verdad...

La diversión al principio siempre era recíproca, sobretodo en nuestros comienzos, cuando aún Jungkook me conservaba algo de respeto, o por lo menos interés ciego. Pero es que las cosas cambiaron tan rápido en sólo un mes... Live fast, die young. Supongo.

Me reí cuando comenzó a bailar pegado a mí, bajando sensualmente al ritmo de ese pegadizo trap que sonaba mucho últimamente y se reproducía a través de las altas bocinas. Si no hubiera estado bebido se estaría avergonzando de estar disfrutando de esa mierda, cómo la solía llamar él cuando no estaba ebrio, ni prendido, ni abandonado a la fiesta.

Bailamos también con la gente a nuestro alrededor, pues una de nuestras cosas en común era la capacidad de socializar con quién fuera, dónde fuera, cómo fuera.

Puso una mano en mi cintura para acercarme más, y todo iba bien. Hasta que esa chica que conocíamos del instituto pasó por nuestro lado, borracha, y chocó con nosotros. Se dió la vuelta entre tropiezos y nos pidió perdón entre balbuceos y risas. Nosotros le respondimos igual, restándole importancia. Pero cuando se marchó, marcando territorio con su figura y su cabello, Jungkook la siguió con la mirada más tiempo del que tendría que haberlo hecho. La siguió con la mirada hasta que desapareció entre la multitud, mientras no dejaba de bailar conmigo. La escaneó también, de arriba a abajo cómo yo solía hacer con los tíos buenos que me encontraba en el autobús. Yo no le pedía que no mirara, todos tenemos ojos y por mirar no iba a pasar nada. Pero joder, yo al menos era más discreto.

Paré de bailar y me quedé mirándolo con los ojos abiertos por unos segundos que se me hicieron eternos, hasta que por fin de dignó a devolver la dirección de su cuello a su posición original. Me crucé de brazos frente a él y traté de no borrar la sonrisa.

-Pensé que te había dado una tortícolis. -Le dije. Él me miró sin entender, o pretendiéndolo. Su cara de inocencia siempre conseguiría convencerme de cualquier cosa. Era uno de sus puntos fuertes y no sé si siempre lo usaba con consciencia de lo que causaban esos ojitos de conejito o era una reacción natural en él. Rodé los ojos cuando me preguntó que qué había dicho. -Que voy al baño. -Mentí. Él asintió y yo me alejé.

Esperé una larga cola antes de introducirme en uno de los cubículos. Uno de las cosas que nos diferenciaban y que no me convenían para nada, era mi necesidad constante de ir al baño cada vez que tomaba algo de alcohol. Jungkook, por el contrario, podía aguantar toda la noche. Nunca me gustó eso, no cuando nuestra relación estaba ya avanzada y comencé a conocer sus hábitos y su debilidad para rechazar un baile con un tío bueno, o con una tía buena, cuando yo no estaba a su lado para controlarlo, para recordarle que teníamos una relación...

Al salir del cubículo, me lavé las manos, mirando el agua caer sobre ellas como si realmente fuera algo interesante. La liquidez del agua, mi capacidad para desviar su rumbo con solo la interposición de un dedo en su recorrido. La filosofía del alcohol.

-¡Jiminie! -Me gritaron en el oído. Un voz estridente y chillona que reconocí de inmediato. Cerré los ojos por la impresión. Cuando los volví a abrir y giré mi cabeza, me encontré con la familiar sonrisa de Taehyung, que estaba más allá del cuerpo del alto que ahora me abrazaba.

-Hobie, nos vimos ayer mismo. -Le digo quejándome de la efusividad de sus brazos a mi alrededor, pero igualmente correspondí. Se separó de mí, riendo.

-Ah, no seas aguafiestas y quiéreme un poco. ¿Has venido con Jungkook? -Asentí con obviedad.

-No se despega de mí. No podría dejarlo en casa. -Bromeé.

Salimos juntos del baño. Los guié al mismo sitio donde debería estar Jungkook esperándome, pero no había rastro de su presencia. Aunque lo busqué por todas partes con la mirada, pronto me olvidé y me puse a bailar con mis amigos.

Más alcohol, compraríamos hasta perder la cabeza, y unos cuantos cigarros que trajo Hoseok. Teóricamente no se permitía fumar dentro de la discoteca, al igual que tampoco se permitía la entrada a menores cómo nosotros, sin embargo nunca nos pedían el DNI al pasar. Nos íbamos moviendo por el cuadrado recinto, evitando a los Securitas. Al pasar por una esquina, una chica me sujetó suavemente del brazo y me acercó a ella. Era pelirroja, casi tan alta como yo y con unos ojos grises que me hipnotizaron nada más encontrarlos. Era bonita. Apoyé mi mano en la pared detrás de ella, no con la intención de coquetearla, sino para no caerme.

Me invitó a bailar con ella y por un rato la seguí, por diversión. Estaba claro que ella buscaba más que un compañero de baile, así que cuando se acercaba demasiado a mi rostro, yo la evitaba entre risas. Si ella supiera que no me gustaban tanto las mujeres como los hombres... Tuve que rechazarla antes de que llegara a más, volviendo con una sonrisa triunfal con mis dos amigos, que tuviera una relación no quería decir que no me gustara sentirme deseable para otras personas también. Pero yo al menos nunca llegaba a más. Solo coqueteos, miradas y sonrisas.

Había pasado casi una hora cuando volví a acordarme de Jungkook, que no había aparecido. Fruncí los labios al no verlo por ninguna parte, nos habíamos movido por todo el recinto y no nos lo habíamos cruzado. Así que con algo de preocupación por dónde pudiera estar, hablé cerca del oído de Hoseok y Tae para que me escucharan por encima de la música.

-Busquémos a Jungkook. Hace rato que no lo veo.

Volvimos a darle la vuelta a la discoteca. Lo encontré por fin. No tuve la osadía de acercarme cuando lo ví demasiado pegado a un chico cuyo rostro no pude identificar; lo tapaba su misma cabeza mientras se lo comía con la lengua.

Negué con el rostro, negándome a creer que estábamos en esta situación otra vez. Cerré los ojos para despejarme, pero cuando los volví a abrir, sus manos acariciando la cintura de este, era un gesto que no podía pasar desapercibido.

Sentí una mano en mi hombro.

-Jimin... -Me habló con preocupación Tae. Lo ignoré y me di la vuelta dispuesto a irme.

El regusto amargo en mi garganta, el malestar y las ganas de llorar se acentuaron por los niveles de alcohol que llevaba encima.

Otra vez... Pensé que la primera había sido cosa de una ocasión. Que no se volvería a repetir, pero ahí estaba de nuevo esa sensación incómoda, mis lágrimas y mi incapacidad de reclamarle.

"Maldito tonto." Pensé, pero no sé si me refería a él o a mí mismo por creer que aquello sería cosa de una temporada.

Dependemos siempre tanto del tiempo...

Viceversa [JiKook] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora