3 - Revancha

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–¡No seas imbécil! –Me grita y casi creo sentir sus gotas de saliva disparadas en mi rostro. No me importa, en este momento no me preocupan ese tipo de cosas. ¿Qué más da si me escupe en la cara? Los fluidos que yo quiero obtener de él son aún más sucios que eso. –¿Qué cojones te has tomado? ¡Apestas a alcohol y te estás portando como un auténtico imbécil!

Sus grandes manos me apretan los hombros en un intento desesperado por mantener una distancia prudente entre su cuerpo y el mío. Es inútil, será más grande, pero no es más fuerte que yo. Y el hecho de que está de espaldas a la pared y su única salida al salón es por donde yo me interpongo...

–Si te dejaras de hacer el difícil terminaríamos con esto antes. –Le gruño apartando sus manos de mis hombros y sujetándolas sobre su cabeza con firmeza. Intento enterrar mi rostro en su cuello, pero mis movimientos se ralentizan por momentos y él está más sobrio y consciente que yo, por lo que no me da tiempo cuando ya ha liberado sus brazos y vuelve a interponer sus manos en mi pecho.

–No me importa la excusa de que estés borracho. Esta no es la manera de resolver tus problemas con Jungkook. !Idiota! ¿No te estás viendo? ¡Pareces estar a punto de violarme! ¡Reacciona de una jodida vez Jimin! ¡Estás dando asco! –Me grita de nuevo, subiendo el tono. Su mirada de repulsión no hace si no enfurecerme, él más que nadie debería comprenderme, es mi amigo. ¿Por qué no me entiende? ¿Por qué me rechaza siendo consciente de que lo que busco es sólo una vía de fuga a mis sentimientos confusos y una forma de sentirme menos estúpido, de no sentir que he sido engañado como un idiota todos estos meses? Lo único que quiero es una revancha, cambiar las tornas, una viceversa. Hacer que las acciones de Jungkook se vuelvan contra él. Hacerle lo mismo. Que sepa lo que me ha hecho sentir a mí, en su piel, en un cambio de roles.

Estoy borracho, sí, pero mis pensamientos siguen siendo los mismos de ayer sobrio. Mis impulsos. La decepción germinante. Mis ansias por mostrarle lo mal que se siente estar en mi lugar. Cómo duele el desengaño...

–No me rechaces, Tae... –Lloriqueo con el humor cambiante que me brinda el alcohol, igual que hace sólo unos segundos estaba enfadado, ahora lloro. Más tarde reiré. Mis fuerzas me abandonan poco a poco y me tiraría al suelo en forma de bolita, compadeciéndome yo mismo por mi relación defectuosa. No sincera. De mi estupidez por no ser capaz de reclamarle a Jungkook sus infidelidades y tan sólo aplicar la ley del silencio como método reparador. No obstante, los brazos que hace un rato me alejaban ahora son los que me mantienen de pie. Mi cuerpo ha empequeñecido, ya no soy yo quien manda la situación.

Taehyung bufa mientras me recoge en su pecho en un abrazo desganado. No importa, yo me aferro a su torso como si estuviera a punto de caer al abismo y este fuera mi única salvación.

–No me rechaces, Tae... –Repito, ahogando mis palabras en su camiseta negra. Él acaricia los cabellos bajos de mi nuca en un gesto reconfortante. Me alegro de poder contar con su hombro para llorar. Es un buen amigo.

–Jodido idiota. Cómo vuelvas a intentar enrollarte conmigo te voy a dar tremenda paliza que... –Dejo de escuchar sus palabras, prefiero quedarme con la idea preconcebida de un Taehyung que me apoya y me anima en mis momentos de debilidad. Mi voz sale arrastrada y apenas entendible.

–Tú no lo entiendes...

–Claro que sí. Jungkook es un idiota infiel que te hace sentir mal, pero como no tienes las agallas para cortar con él quieres devolverle la jugada. Está bien. Estoy de acuerdo con eso. Pero esta no es la forma. –Me mira con un puchero que limita entre la decepción y la comprensión. Ya no sabe si seguir enfadado conmigo o no, yo solo soy su amigo ebrio pasando por malos momentos. Ojalá Kook tuviera un poco de él y fuera capaz de ver mis intenciones, mis sentimientos de la misma forma que los destapa Tae. Me dejó hundir por su abrazo y mi cabeza se sumerge en su cuello, oliendo el perfume que se ha puesto para la fiesta. Huele bien. Tae es tan bueno todo el tiempo, a veces puede ser muy directo y herirte, pero eso es mil veces preferible a que te engañen, te traicionen a tus espaldas y luego regresen fingiendo que no pasó nada. Acongojado, miro desde donde estoy su perfil. Él es alto y tengo que mirarlo desde abajo, sin embargo, incluso en esta posición, sus papillas no abarcan toda la extensión de la vista. Se ve bien. Cuando me mira, hago un rápido movimiento y junto sus labios con los míos. Son suaves y cómodos, pero tensos. Los brazos de Tae ya no me envuelven, están en shock unos segundos, pero sé que en cuanto se ubique en el momento y la situación me apartará, por esa razón, antes de que pase, profundizo la presión atrayendo su nuca. Me empuja y por unos momentos siento sus largos dedos incrustados en mis brazos. –¡Pero conmigo no! –Me vocea esta vez más enfadado. Yo me abrazó buscando la protección que ahora me niegan sus brazos en los míos.

–Si fueras mi amigo me ayudarías con esto.

Chasquea con la lengua, durante unos minutos no sabe qué hacer. Traspasa el peso de su cuerpo de un pie al otro. Cruza y descruza sus brazos. Al cabo de un rato, cuando mis lamentos y quejidos disminuyen, habla por fin, intentando fingir frialdad y firmeza; quiere hacerme creer que está enfadado conmigo para así hacerme sentir remordimientos por mis acciones, pero yo noto el temblor en su voz y la duda persistente entre quedarse conmigo o dejarme solo.

–Vete a casa anda. Estás haciendo el tonto. –No contesto. –Voy a volver con los chicos, ¿vale?

Suspira y se va.

No sé que hacer.

(...)

No es Tae. Y vaya que se nota la diferencia. La textura de los labios es distinta, su cabello en la nuca en más largo. Sus ojos, cuando nos separamos del beso, tienen una forma diferente.

No sé qué siento ahora mismo. Adrenalina, creo, por haber conseguido ya lo que buscaba; alguien que me sirva de herramienta para vengarme de Jungkook. Adrenalina de nuevo por estar justamente en el portal de la casa de Nam sintiendo la presencia de Tae, que me había dicho que volviera a casa, prácticamente al otro lado de la pared.

Si me ve se va a enfadar mucho.

Es culpa suya, si no era él, estaba claro que sería cualquier otro.

Hay gente de nuestro instituto a los alrededores, no me importa. Jungkook tampoco tuvo pudor al comerse a otro delante de toda la discoteca.

–Tengo el coche a una calle de aquí... –Me dice prudente. Yo sonrío, no sabe que conmigo no tiene que ir con cuidado. Le besó otra vez, descaradamente, y sujeto su mano para que me guíe, dándole permiso.

De camino a su coche veo varias miradas conocidas confundidas y no conformes con mi compañía, con la intención de detener mis pasos junto este chico, porque saben de lo mío con Jungkook, pero a él nunca lo detuvo nadie ninguna de las tantas veces que se comió a otros en público.

Me abre el asiento del copiloto y le dedico una media sonrisa tunante antes de entrar.

No diría que se siente bien. La sola acción de estar haciendo algo moralmente erróneo y a la vez justo para mí moral propia es una sensación extraña que me hace no ser plenamente consciente de si debo continuar o detenerme antes de que ocurra algo irremediable. Por suerte ahora no soy capaz de pensar con la cabeza fría. Mis pensamientos no funcionan con la misma seriedad que lo harían si estuviera sobrio. Agradezco esa bebida, que me ha arrebatado la templanza, que me evita las comeduras de cabeza.

Cuando llegamos a un semáforo y nos detenemos aún cuando no hay más coches a la vista, ya he olvidado propósito. No sé qué hago, pero aprovechamos estos segundos para besarnos. Mi lengua robando la suya, mi mano izquierda tirando de su nuca y la otra apoyada en su pierna.

Nos separamos y él arranca de nuevo. Me enderezo con una sonrisa de ciega satisfacción en mi rostro que no se borra al encontrarnos en el cruce con otro coche que va en dirección contraria. Ni cuando reconozco al copiloto de ese coche como mi supuesto novio, que luce una expresión incrédula ante el espectáculo.

Es verdad. Pienso cuando ya hemos pasado de largo. Todo esto tiene un motivo, una causa.

Me dirijo hacia mi acompañante y compartimos unas risas cómplices. Yo no sé de qué se ríe él, tampoco pregunto.

–Que sepas que es por despecho.

Viceversa [JiKook] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora