Blu Griffind.
Hace un largo, largo tiempo, cuando las arenas fluían como cascadas o ríos de rápidas corrientes, en una época en la que las guerras se libraban por el control de territorios en lugar de motivos sagrados, nos transportamos al año 400 a.C. en la antigua ciudad de "Kemtu-Ra," una civilización que veneraba a los dioses del sol en la región de Buduma. Este lugar se caracterizaba por su extrema sequedad y la presencia de altas columnas de arena, que se asemejaban a iglesias paganas dedicadas a los "dioses del escarabajo."
En una modesta vivienda de barro sólido, una conversación tenía lugar:
-"Otro día en Kemtu-Ra," suspiró una joven mujer.
-"Mis manos están llenas de carbón, odio este trabajo," lamentó.
-"Tranquilízate, mi vida," la consoló un hombre, "Sé que la vida es dura, pero no hay más trabajos disponibles aquí."
La puerta de la casa tenía escrito un nombre: "Tayutankhu." La mujer, conocida como Bastetankhu, era alta, midiendo 1,76 cm. Su cabello, de un intenso negro azabache, estaba peinado en dos largas y rizadas coletas. Vestía un traje que recordaba a una momia, pero que se asemejaba más a la indumentaria de los mineros de carbón. Llevaba múltiples cadenas de oro alrededor de su cuello y lucía dos brazaletes del mismo material, además de anillos en los dedos de los pies.
-"Bastetankhu," pronunció el hombre, "mi hija, sé que no tenemos dinero, pero estoy seguro de que saldremos adelante en este lugar. Te lo prometo en nombre de 'Fistherankhu te Tayutankhu.'"
Fistherankhu te Tayutankhu, un hombre de mediana edad con 36 años más que su hija, Bastetankhu.
A la mañana siguiente, Bastetankhu deambulaba por el barrio Sunblock, buscando desesperadamente empleo para ganar aunque sea un modesto sustento. Sin embargo, no encontraba oportunidades dignas; solo tropezaba con prostíbulos en las arenas y oscuros callejones donde se traficaban órganos. Determinada a no vender su cuerpo ni ninguna parte de él, Bastetankhu se sentó junto a una fuente de color amarillo y café. De esta fuente fluían chorros de agua tan cristalina que, al tocar la tierra árida, creaban pequeños oasis.
El agua revitalizaba a Bastetankhu, pero su tranquilidad se vio interrumpida por un estruendo cercano. Unos vándalos habían irrumpido en la iglesia central destruyéndola por dentro y por fuera.
-"¡Esto es por no pagar nuestras cuentas!" gritó uno de los malhechores.
-"¡Les dije que no tengo dinero para pagarles!" respondió el anciano sacerdote en posición fetal, en el suelo de barro.
-"Al menos tienes suerte," comentó otro maleante corpulento, "puedes vender tu cuerpo, tus ojos, lengua o incluso órganos internos... ¿Qué dices?"
Bastetankhu se preguntaba qué podía hacer y, en un acto impulsivo, atacó a uno de los hombres, estrangulándolo con las vendas de su ropa. Lo arrastró como si fuera un fardo, llevándolo hasta un barril, donde lo asfixió hasta que perdió el conocimiento.
Cuando otro maleante la atacó, ella respondió: "¡Malditos idiotas! Intentan extorsionar a un anciano sin recursos, deberían avergonzarse por maltratar a un viejo y ser vencidos por una mujer. ¡Ja, ja, ja!" se burló de ellos.
El hombre que recibió su patada dejó caer la antorcha cerca de ella. En un abrir y cerrar de ojos, cuando la antorcha tocó el brazo de Bastetankhu, se prendió fuego. Las ronchas en su piel se convirtieron en tatuajes negros que parecían cuerdas amarrando su cuerpo, y de su piel surgían humo y burbujas de piel derretida.
-"¿Qué me está pasando? ¡Ayuda! ¡Necesito ayuda! ¡Aaahhh!" gritó desesperadamente hasta exhalar su último aliento, y explotó en mil pedazos, matando a los siete hombres en un radio de 15 metros.
(Tres días después)
-"¿Dónde estoy? ¿Qué lugar es este? ¡Oh, mi cuerpo... me duele! ¡Necesito ayuda!"
Una figura vestida con un imponente traje verde brillante y un aire de realeza respondió:
-"¿Puedes callarte, por favor? Son las 6 a.m. y no he dormido desde que te encontré. Digamos que... tuve que buscar por toda Buduma el resto de tu cuerpo."
La joven, aún confusa y dolorida, murmuró:
-"¡Mi cuerpo! ¿Qué pasa con mi cuerpo! Lo siento, pero no puedo verlo."
En un gesto de frustración, el hombre golpeó la mesa y explicó:
-"Te llamas Bastetankhu, ¿cierto? Te diré sencillamente lo que pasó... fuiste infectada por una enfermedad que pasa cada 100 años, su nombre es <<El virus de Osimandias>>. Tiene tres fases: la primera, sientes malestar en tu cuerpo, todo te arde; la segunda, empiezan a aparecer ronchas en forma de líneas que parecieran ser cuerdas que amarran tu cuerpo; y la tercera y última, es cuando cualquier cosa que produce calor, es decir, fuego, toca tu cuerpo; líneas negras aparecen y ¡PUM!... ya sabes a lo que me refiero, ¿cierto? Pero por alguna extraña razón, o más bien, milagro, tu muerte fue falsa; explotaste, pero no moriste, y pudiste ser revivida."
Luego, el hombre tomó la cabeza de la chica y la condujo hacia una cortina. La abrió revelando un cuerpo un poco mayor al suyo. Con cuidado, colocó la cabeza de Bastetankhu en el cuerpo y ella sintió un shock eléctrico recorriendo su ser.
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Antes de Ver Al Angel (Bestiarium)
RastgeleHistorias de cada personajes, antes de sus vidas dentro de la historia original.