Primer acto: La desolación...
La agitada respiración con ciclos entrecortados de la penosa niña de 7 años, que deambulaba sola en la oscuridad, tratando con desesperación de orientarse en alguna dirección que la sacara de aquel gélido, triste y sombrío lugar.
-MAMÁ- Decía en voz baja mientras tomaba sus propias manos para, de alguna forma capear el frio que, como un manto cubría todo el lugar. Sus lágrimas evocaban el sentimiento más doloroso y desolador, era el peor cuadro que se pudiera apreciar- Es mi culpa- ahh, decía muy bajito, suspirando amargamente... ¡solo si fuera más fuerte!, podría haberla defendido...- solo si hubiese podido hacer algo- sus rojizos ojos se volvían a teñir de las más cristalinas aguas, que luego, como un cálido abrazo bajaban por la suciedad de su rostro, dejando marcas en sus mejillas que penetraban hasta lo más recóndito de su pequeña alma.
A pequeños trancos, y tratando de no hacer ningún ruido, la pequeña se movía a través del bosque, mirando por encima de sus hombros todo el tiempo, sintiendo hasta el más mínimo de los sonidos como una amenaza de muerte, una puñalada a su acongojado corazón.
El miedo se acrecentaba con cada paso, por mínimo que fuese, cada uno de ellos era un riesgo. La oscuridad y los tupidos arboles no ayudaban en nada. El aire viciado del bosque, llamaba a la desesperación que rondaba la cabeza de Kathy.
De un sobresalto, sintió que alguien se acercaba en su dirección y aguantando gritar, ¡MAMÁ!. Se quedó pasmada en mitad del bosque sin saber qué hacer. Miraba a sus lados con la secreta esperanza de poder encontrar algún escondite. A estas alturas su pecho no daba más, su cabeza estallaría en cualquier momento y su agitada respiración no le daba descanso.
Rápidamente corrió hasta un gigantesco árbol con un hueco en medio, allí se metió a los trompicones. Juntó su mentón con sus rodillas y abrazó sus piernas, dentro del pequeño recoveco, y esperó a que nada le sucediera...
El tétrico sonido de las ramas quebrándose a lo lejos, cada vez se hacía más y más intenso y la pobre de Kathy, se tapaba fuertemente los oídos, con la intrínseca Fé, de que eso, haría desaparecer a sus persecutores.
El olfato de los homúnculos era tremendamente agudo, por lo cual, cada vez estaban más cerca de Kathy, aunque ella tratara de no hacer ni un solo ruido.
El susto que sintió cuando vio a dos homúnculos parados, olfateando el aire a un par de metros de ella, fue tremendo. Cada vez hundía más su cabeza entre sus rodillas – Dios, por favor, ayúdame- decía muy despacio mientras el sollozo de sus calladas lagrimas la interrumpía en sus oraciones, que bien podrían ser la ultimas.
Fue muy tarde cuando se dio cuenta de que una negra araña del tamaño de un puño le recorría el cuello. Intentó gritar, pero se tapó la boca lo antes posible, mientras veía a la asquerosa y ponzoñosa araña caminar por todo su cuello. Los nauseabundos pelos de sus patas rozaban su suave piel, y Kathy ni siquiera podía mover un musculo. La negrura del arácnido hacia que se viera aún más peligroso a la vez que asqueroso a niveles insoportables para una niña. De pronto Kathy comenzó a sentir como un tibio líquido, le recorría la entrepierna, ya no podía más. Se había orinado, del terrible he increíble miedo que tenía.
De un golpe seco, salió volando la araña, en cuanto ella se atrevió a sacársela de encima, pero los homúnculos miraron sin vacilación en la dirección en la que ella estaba. Kathy en ese momento comprendió que no podría escapar, pero se quería aferrar a la nula oportunidad de vida que tenía.
En un acto de valentía absoluta, la niña lanzó un pequeño trozo del tronco en el cual estaba metida, a modo de distracción. El sonido que provocó el trozo, no fue grande, pero eso bastó para que los descerebrados homúnculos miraran en esa dirección, lo que le dio unos segundos preciosos.

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Cuando Nadie Los Ve
HorreurUna desesperada madre soltera , debe lidiar diariamente con la desconocida enfermedad mental de uno de sus hijos; mientras que, se van suscitando situaciones en sus vidas que desafían toda lógica.