Escribe tu propia historia...

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-Elena, sé que no me recuerdas, porque siempre me encargo de eso, es una de mis tareas- hablaba el médico mientras miraba una jeringa que contenía un líquido desconocido, y la apretaba para sacar el aire que podía quedar rezagado.

-¡QUE!- Elena gritó, y sus ojos se volvieron cristalinos, mientras luchaba con sus apretadas amarras y sus muñecas comenzaban a sangrar.

-¡Elena, siempre es lo mismo contigo!, hemos pasado muchas veces por esto. Aunque debo reconocer que, esta es primera vez, que llegas tan malherida. El hombre se puso en frente de ella y dijo- Vamos a curar tus heridas primero y luego te borrare la memoria... ¡como siempre!, la miraba mientras se dibujaba una sonrisa plena y plagada de certezas.

-¿Qué pasa?, ¿porque estoy aquí?, ¿porque nos persiguen?, ¿Dónde están mis hijos? -, eran tantas preguntas que tenía, tantas que su cabeza se veía atiborrada de memorias y remordimientos. ¿Su vida era como ella pensaba?, ¿todo era un sueño? Mientras más pensaba más increíble se volvía todo, ¿Cómo es que éste médico, sabía quién era?, ¿o porque afirmaba que no era la primera vez que se veían?, que había en su remota existencia que ella desconocía. ¿Por qué le querrían borrar la memoria?, ¿con que fin? Muchas preguntas que no tenían respuesta lógica para ella.

Su mirada yacía perdida en el techo, sus pensamientos eran tan profundos que ni los ruidos de los instrumentos médicos la sacaban de su estado catatónico.

El medico cocía sus interiores con una fascinación que daba miedo, con una felicidad que infartaba y con una sonrisa que rozaba lo psicopático. La movía de lado a lado, con total rudeza y descortesía como si estuviera faenando un animal. Sin embargo Elena no emitía ningún sonido a pesar del terrible dolor físico que la aquejaba. Las preguntas y las imágenes se sucedían en su mente y eran demasiadas como para acallarlas. Gritaban como almas en pena en su interior. Mientras ella trataba de recordar todo, de mirar aunque sea una vez más a sus hijos, de recordar la felicidad que alguna vez sintió. Sentía la necesidad de repasar su vida, su historia y su existencia a niveles microscópicos.

¡Estamos listos!-dijo el corpulento médico, levantándose con las manos bañadas en sangre.

Ahora, viene la parte divertida- ¡a borrar tu memoria!

La expresión de Elena demostraba una pena brutal, avasalladora e implacable, los sollozos acompañados de suspiros de profunda agonía, hacían pensar que ya había dejado de lado sus ganas de existir, sus ganas de ver de nuevo a sus hijos. La congoja con la que miraba a aquel médico psicópata que estaba a punto de borrar todo lo que era ella, todo lo que recordaba... ¿volveré a ser yo misma, o seré otra persona?, se preguntaba en un mar de recuerdos que la inundaban...

Tras un suspiro tremendo apretó sus manos, sin esperanzas de nada, mirando como aquel engendro se reía de su absoluta y desgarradora desgracia...

-¡Permi...teme solo... una... pregunta!- gritó Elena con la voz temblorosa...

-Elena, siempre es lo mismo contigo, ¡solo hagamos esto rápido! Tengo más cosas que hacer- contestó el maldito, con expresión de absoluto desprecio.

¡MEREZCO SABER LA VERDAD, MALDITA SEA!!!!- Elena, bufó a los vientos y el eco de su profunda pena se dejó escuchar en aquel pequeño salón. Mientras daba golpes a su helada camilla y sus lágrimas eran lanzadas, cada vez que movía bruscamente su cabeza.

¡MEREZCO SABER PORQUE ESTOY AQUÍ!!... SOY UN SER HUMANO, ¡MALDITA SEA!

El fruncido entrecejo de aquel intento de ser humano, se juntaba cada vez más, a medida que veía como Elena se revolcaba en su camilla.

Cuando Nadie Los Ve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora