LOS DIOSES GRITAN DESDE EL CIELO

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LOS DIOSES GRITAN DESDE EL CIELO.

500 años antes de la edad media...

Einar Viktrill, como lo habían llamado sus padres Vikingos y cuyo significado era "Líder Guerrero". Miraba al cielo, surcando a través de la imponente Vía Láctea, visualizando a plena luz nocturna aquellos puntos en el firmamento he imaginando toda clase de aventuras desmedidas de glorias que lo harían trascendental en los anales de la historia, por lo cual se ganaría un noble puesto en el Valhalla donde seria acompañado de Odín en un festín que duraría eternamente. Aquella bóveda oscura que escondía los más interesantes secretos, era una completa obsesión para el impetuoso y joven Einar. Él tenía la extraña sensación de que ese sería su pase a la inmortalidad, por lo tanto, no dejaba de mirar el cielo todas las noches, tentado a fantasear que alguna vez, Dios bajaría de los cielos para responder a todas sus interrogantes.

Einar, siendo muy joven ya había experimentado las batallas por el territorio con los clanes vecinos, pero sentía que quería aún más, sus ansias por ser alguien excelso y sublime eran incontenibles. Él quería dejar un precedente, quería que nadie lo olvidara jamás, ni en la tierra ni en el cielo. Él quería que hasta los dioses le temieran y respetaran.

Una noche, se dispuso a recorrer, excediendo en kilómetros los límites de su clan, con el fin de observar desde diferentes puntos el cielo nocturno, como si tuviera la esperanza intrínseca de que algo sucedería, de que debía conocer todo el arte que los dioses hicieron en aquella bóveda nocturna de eterna belleza.

Asombrado y con la boca abierta, miraba aquellas luminosas estrellas, que bañaban todo el lago que tenía en frente. El reflejo era un intenso cuadro, una escena impactante hasta las lágrimas. La noche se contrastaba con las luciérnagas que circundaban en las cercanías y que de alguna forma le impactaban aún más. Se sentía tan pequeño, tan insignificante ante tamaña creación, ante tamaña demostración de poder absoluto. Se sentía solo un punto en aquel trazo llamado firmamento, solo su mera existencia estaba determinada por un sinfín de posibilidades que no afectaban en nada el presente, y que no cambiarían la historia para nada, si no se hubiesen gestado. Esos pensamientos lo acechaban como un depredador. Sentía la voraz necesidad de hacer cosas grandes, que su vida significara algo, por lo menos en ese plano existencial.

¿Cómo es posible que todo signifique nada, y la nada sea todo?, se preguntaba mientras miraba con anhelo aquellas titilantes luces azuladas.

Volvió a mirar al cielo en un gesto absorto, de absoluta devoción, se fijaba en cada detalle, en cada vacío y se imaginaba en los límites de esta antigua obra, y no podía creer lo que veía...veía dentro de su cabeza, mundos sin fin. Estrellas con mundos como nosotros y civilizaciones que en ese mismo instante podrían mirar su firmamento y pensar lo mismo que él. Pensar en lo efímera y sin sentido que es la propia existencia, en lo apesadumbrado que se sentía saber que tu propia existencia no tiene una meta o una razón en específico. Él sin duda se refugiaba en los dioses, pero ¿y si ellos no existieran?, ¿Qué pasaría entonces?, de cualquier forma, jamás había visto uno.

Sin duda era esa capacidad de razonamiento lo que lo hacía distinto a los demás dentro de su clan, había muchos que lo odiaban por eso, pero los jefes del clan lo valoraban mucho debido a su inteligencia táctica, en varias ocasiones había ayudado a planificar ataques que habían sido del todo exitosos, y aunque lo encontraban raro y a veces un poco hereje, era necesario tenerlo en el clan.

-¡Tienes razón, los dioses no existen!- escucho a todo pulmón, mientras miraba a los cielos

Alarmado miro a sus lados, no vio nada más que el maravilloso espectáculo de las luciérnagas en su periodo de apareamiento, se metió un dedo dentro del oído y lo sacudió fuertemente, pensando en que quizás sería su mente que le jugaba una mala pasada. No sería la primera vez, tenía una mente muy activa y de vez en cuando, oía voces que no existían y que lo dejaban desconcertado.

Cuando Nadie Los Ve Donde viven las historias. Descúbrelo ahora