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"Señor Suga, ¡muéstranos tus cualidades atractivas!" ↑"OH POR DIOS."
─Jimin.
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Yoongi, en vez de arrugar la cara como casi siempre que oía su alarma, ─medio dormido─ sonrió y la apagó. Era sábado, ocho de la mañana y normalmente hubiese quedado noqueado durante quince horas seguidas, pero hoy era especial.
Hoy era su cita con Jimin, a las seis de la tarde.
Había esperado por casi cinco días hasta que el menor se dignó a decirle que sí, sí iría con él en la cita; lo peor fue que era Starbucks, la cafetería más común del mundo. Pero bueno, algo era algo.
Sonrió ante su reflexión en el espejo, pelo negro despeinado, ojeras, sus pequeños ojos aún más diminutos por lo inflamados que estaban. Sus encías estaban bastante pálidas, no como su rosado normal; le pasaba todas las mañanas.
Agarró su toalla y se dirigió hacia el baño, casi tropezando con la mitad de los muebles.
Yoongi sabía que era un despilfarro de dinero que hubiese comprado tratamientos para el cabello y piel tan sólo para ese día cuando tenía muchísimos aún en sus cajas en el baño, pero quería algo nuevo y ¡hey! era su primera cita en mucho tiempo, tenía derecho a ponerse fancy, ¿no?
Bueno, sus padres decían que su trabajo de camarero no daba para mucho por sus extravagancias, como esas, pero siempre le alcanzaba- o bueno, casi siempre, a veces le ayudaban a pagar.
Trabajaba en un bar los martes, miércoles, viernes y domingos ─sí, domingos, los peores días para trabajar de noche─, con un horario de 6 PM a 2 AM, aproximadamente. Los sábados tenía turno en el mediodía, así que a pesar del pesado horario, agradecía varias cosas, como el hecho de que ambos horarios ─escolares y del trabajo─ se ajustaran; lunes empezaba clases a las 11. No era un bar ruidoso; más bien centro de reunión de millenials "intelectuales" y en general, tipos forrados en dinero con tres esposas, snob zone y un refugio para parejas del mismo género. El lugar era reconocido por ello.
Salió del baño, volutas de vapor alrededor suyo. Sonrió, sería un buen día.
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Lo único que lo había mantenido feliz y sonriente en el día era pensar cómo acabaría; varios clientes le habían gritado, uno le había tirado café frío encima y el otro le había gritado "maricón". No sabía por qué, pero bueno, no se le podía hacer nada.
Suspiró al ver su uniforme con una gran mancha café, por suerte ya se iría a casa. Se cambió y salió con mochila en mano y ahí estaba Park Ángel Jimin, con su típica cara de molestia, mirando su teléfono. Se acercó y esperó a que lo viera.
