El renombrado coro sinfónico de Nueva York se encuentra en el gran Lincoln Center, establecimiento reconocido por ser el corazón del arte en la cuidad más grandiosa del mundo. Dentro de los integrantes del coro está Yuuri Katsuki, quien a través de...
—Muy bien, acepto tu propuesta Katsuki— Respondió, deteniéndose frente a uno de los autos estacionados—, pero antes tienes que ir a cambiarte porque veo que no trajiste nada y con esa misma ropa vas a resfriarte.
—Mamá, creo que estoy bastante crecidito para que me mandes a cambiarme—Dijo apoyándose en el auto más próximo. Sentía el frío colarse por debajo de su camisa, pero claro, no iba a admitir que se estaba entumiendo.
Viktor lo miró asombrado, pero divertido— Bueno, entonces al menos déjame prestarte una chaqueta— Contestó sonriendo.
«Me construí, con mucho trabajo, una enorme muralla alrededor mío»
Yuuri se detuvo un segundo a mirar a Viktor, ahora que lo notaba, había comenzado a desenvolver expresiones muy lejanas a la primera vez que lo había visto, y eso a kilómetros de contrariarle le gustaba; esa fachada de compostura parecía diluirse entre bromas y conversaciones sosas entre los dos, la intimidad lo había vuelto mucho menos pomposo, incluso llevaba los hombros más relajados al caminar.
«Una gran fortaleza que albergaba al gran rey, al que todos amaban pero nadie había visto fuera de la altura de su trono»
— ¿Acaso tengo algo en la cara? — Le escuchó decir.
«Sí, yo era el rey al que todos admiraban y vanagloriaban»
—Nada, sólo pensaba— Contestó desmarcándose de su posición—. Ahora subámonos a tu bólido, ¿dónde estacionaste tu carruaje, rey Viktor?
Sin soltar esa tenue expresión, sacó de su bolsillo un manojo de llaves relucientes, junto a un lindo llavero de caniche.
«Mas ahora estaba frente a Yuuri siendo simplemente Viktor, teniendo gestos tan míos, tan reales»
— ¿Esas son tus llaves?
—Son las llaves de Crispino, se las robé cuando nadie me vio— Dijo con gracia—. Por supuesto qué son mis llaves Yuuri.
«Su presencia era demoledora, había abierto puertas que ni siquiera sabía que existían; como si Yuuri me conociera más de lo que yo mismo creí hacerlo»
Con sólo una pequeña risa acabó un tanto tímido la conversación, subiéndose sin palabra alguna al deportivo tan elegante que poseía Viktor, el único que flamante lucía su carrocería sin ninguna raya.
«Ya no quería seguir escondiéndome, quería saber qué más podía encontrar detrás de esas paredes»
«Por lo menos él había encontrado la forma de dejarlas caer»
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—Eres un buen conductor— Comentó al aire, mirando la ciudad de noche por la ventana.
—Yakov me enseñó a manejar hace ya muchos años— Respondió sin despegar los ojos del volante, pero con una sonrisilla infantil.