Marziale

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El despertador era lo suficientemente irritante para que Yuuri saliera de su cómoda cama. Sabía lo pesado que era su sueño y por eso —en conjunto a Pichit— decidió conectar el celular al otro lado de su habitación y así, obligarse a sí mismo a sacar los pies de entre las sábanas.

—Hoy será un largo día.

Aún semiconsciente caminó hacia el cuarto de baño, tratando de no pisar a los hámsters de Pichit que de nuevo habían huido de su jaula.

Las calles de New York por las mañanas siempre estaban llenas de personas contra el tiempo; pareciera que allí la velocidad aumenta tanto en tanto, pues todos vivían a punta de hora, corriendo como si ese fuera su último día

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Las calles de New York por las mañanas siempre estaban llenas de personas contra el tiempo; pareciera que allí la velocidad aumenta tanto en tanto, pues todos vivían a punta de hora, corriendo como si ese fuera su último día. En cierto sentido, Yuuri lograba comprender aquel atropello al recorrer sus manzanas.

«Cuando llegué a vivir a NY me di cuenta de lo infinito que era y de lo pequeño que uno podía sentirse frente a los enormes gigantes de concreto»

Caminando por Columbus Avenue con toda la calma que podían atribuirse a esas horas del día; Yuuri y Pichit charlaban casuales mientras disfrutaban como todas las mañanas de su café diario, siendo el de Yuuri uno rebosante de chocolate y crema batida.

—Deberías pedir un café menos pesado —se burlaba Pichit como de costumbre.

Aquel ritual se había vuelto habitual entre los compañeros de cuerda y de dormitorio. Sin tener tiempo ni ánimo para un desayuno más elaborado, un café de máquina era lo que mantenía sus conversaciones en algo un tanto más elevado que simples balbuceos. Aquella mañana, el sol brillaba sobre las cabezas pese a las temperaturas tan bajas que azotaban Manhattan y era perfecto para pasear.

—No sé qué nos depare hoy el nuevo régimen —dijo Yuuri luego de darle una larga probada a su café.

Pichit, luego de sorbetear muy sonoramente su café, dijo: —Ayer Chris parecía estar de drama por lo que dijo el director; hablaba casi de un "régimen espartano".

—No sé a qué se referirá con "régimen espartano".

De pronto una mano retiró de la suya el café que sostenía, lo cual le sobresaltó en demasía.

—No se preocupen, hoy van a poder saberlo a lujo y detalle.

  Ambos parados, se quedaron viendo como el nuevo director caminaba tranquilamente por la acera luciendo unos pantalones de gabardina grises ajustados y un abrigo negro que marcaba intermitentemente su figura con cada paso que daba; Yuuri no sabía si le dejó más impactado el hecho de que arrojara su café a un basurero cercano o su forma de caminar.

  Ambos parados, se quedaron viendo como el nuevo director caminaba tranquilamente por la acera luciendo unos pantalones de gabardina grises ajustados y un abrigo negro que marcaba intermitentemente su figura con cada paso que daba; Yuuri no sabía...

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