CAPÍTULO 10

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LIA

Alex me llevó a su casa. Tenía algunas heridas en la cara, así que comenzó a limpiarme las heridas con alcohol. Miré fijamente sus ojos. Se veía tan concentrado. Quería sonreír pero intenté no hacerlo.

Alex no parece un tipo malo, es como yo, nos escondemos detrás de un escudo que nosotros mismos creamos para defendernos de los demás.

Después de por todo lo que pasé caí en una depresión. Esa chica que era antes ya se murió, ese hombre la mató. Recuerdo que cuando iba a dormir siempre tenía la misma pesadilla, yo siendo violada.

Cuando pienso en ello siento un peso en mi corazón. Intenté cometer suicidio más de una vez, pero nunca me salí con la mía, Sami siempre me paraba.

Sami estuvo conmigo desde que escapé de allí. Me enseñó a defenderme, me enseñó a poder sobrevivir en esta miserable vida. Intentó hacer que encontrara un motivo para vivir, pero sigo sin tener ningún motivo para seguir respirando, ha veces respirar para mí es tan pesado y tan difícil.

Me da pena la vida que estoy viviendo, estoy viviendo una mentira. Lia, ese es mi verdadero nombre pero nadie lo sabe a parte de Sami y Mery. Todos piensan que me llamo Lily.

— Lily— Alex para de limpiarme y me mira... ¿Preocupado?

— ¿Qué pasa?— dije curiosa.

—¿Por qué lloras?

¿Llorar yo? Paso mi mano por mis mejillas comprobando lo que dice. Es verdad estoy llorando.

— Vaya—dije sonriendo apenada—no me dí cuenta— limpié mis lágrimas y le dí una sonrisa más amplia.

Él no dijo nada y se lo agradezco. Solo acabó de limpiarme la cara y me puso curitas.

Fue a dejar el botiquín de  primeros auxilios y volvió a sentarse a mi lado.

—¿Quiénes eran esos?— dijo posando sus codos en las rodillas y mirándome fijamente.

—Yo tampoco sé quiénes son ellos. Pero desde luego se llevaron una buena paliza— solté una carcajada. Él solo sonrió.

—¿Quién te enseñó a pelear así? Eres buena. Eres diferente a las demás chicas.

—Pues a mi me gustaría ser igual que ellas. Esa chica que es atacada por unos malditos y que de repente aparezca el chico de sus sueños para salvarla.— sonreí. Le miré y tenía el ceño fruncido, eso me causo gracia.

—¿ "El chico de sus sueños" te refieres a mi?

—No sé— la verdad es que no sabía si me refería a él o a otra persona.— Oye Alex, quiero comer un helado. ¿Quieres ir?

Él lo piensa unos segundos pero aceptó. 

Le pregunté si habrá una abierta y dijo que sí. Estuvimos un buen rato caminando hasta que llegamos a la heladería.

— Espera aquí yo iré a comprar. ¿Cuál quieres?

—Quiero de vainilla— él sonrió y corrió a comprar.

Llegó con dos cucuruchos de helado. Me dio el mío, vainilla mi favorito, lo mejor para olvidar es comerte un buen helado.

Comenzamos a caminar.

—¿ De cual es el tuyo? — pregunté curiosa, parece de vainilla también.

— Es igual que el tuyo. Me lo recomendó una persona hace mucho  y ahora es mi favorito.

— ¿En serio? Yo también amo este helado.— dije dejándome llevar por el sabor del helado.

Sin darme cuenta Alex me miraba fijamente. Me miraba con...¿ Ternura?

—¿Por qué me miras así?

—Me recuerdas a alguien— dijo con una triste sonrisa apartando la mirada. Vaya, parece que esa persona era muy importante para él. — No sabía que tenías ese lado tuyo, siempre pareces tan ruda y con una mirada fría.

— Decidí no ser así frente tuyo.

— ¿Por qué?

Solo me callé y avancé rápido dejándolo atrás.

— Espera.— corrió hasta caminar a mi lado izquierdo. Estuvimos un buen rato hablando. Hasta que llegamos al lado de mi apartamento.

—Gracias por comprarme helado, la verdad es que lo necesitaba.— dije con una sonrisa. Él hizo lo mismo, me mostró su bonita sonrisa.

—Entra chica Hulk.

¿Qué? Lo miré confundida, sin creerme lo que me acaba de llamar. Estalló en carcajadas.

— No creo que vayas a necesitar un guardaespaldas en tu vida— ahora sí que entiendo a lo que se refiere. Reí yo también.

— No sabía que tenías un lado risueño.

—Soy más sexy cuando estoy serio— sonrió, me guiñó un ojo y se despidió de mi.

Entré en el piso, me dirigí al ascensor pero había un cartel que decía " fuera de servicio".

No quiero subir escaleras. Pensé.

Muy perezosa, abrí la puerta de las escaleras y sin saber de dónde venía recibí un golpe en la cara. Retrocedí por el impacto, sentí tanto dolor en el ojo derecho que lo tapé apretando mi mano contra el ojo intentando hacer que duela menos. No entendí de donde vino ese golpe.

Miré de dónde provenía el golpe. No había nadie. Giré para ver si hay alguien detrás mío. No hay nadie.

Me relajé para no perder el control y entrar en pánico. Con el corazón tranquilo, intenté escuchar algo, había alguien. Escuché como alguien corría por detrás mio. Me giré preparada para defenderme.

Flexioné mi brazo izquierdo y haciendo fuerza, la persona que venía corriendo embestí mi brazo contra su cuello provocando que caiga.

Sintiendo la adrenalina que corría por todas mis venas, me  senté encima suyo y comencé a darle puñetazos, uno detrás de otro.

No me enfoqué en su cara, de la rabia que sentía solo seguí golpeando.

Justamente cuando iba a dar el último golpe, alguien me agarró del brazo y me puso un panuelo tapando mi boca y mi nariz. Intenté desacerme de su agarre pero me sentía cada vez más débil. Mis párpados pesaban, mis ojos se cerraban automáticamente, pero yo los intentaba abrir desesperadamente. 

La persona que vi delante mío antes de cerrar los ojos, era la persona que nunca esperé volver a encontrar.

Aquí vuelve a empezar todo de nuevo. Miérda...



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