Me he cansado de pensar tanto las cosas. Cada palabra, cada paso, cada acción. Simplemente quiero tener la libertad de ser yo, el derecho a decir lo que pienso y hacer lo que siento. Quizá pueda parecer egoísta, mas creo que la fidelidad comienza con uno mismo. No es fiel quien dice palabras que no siente por no herir. No es fiel quien piensa demasiado sus palabras pues terminan en mentira. Deja de ser fiel quien cuida las apariencias, quien calla, quien hurta, quien miente, fiel a su conciencia, a su corazón y a su alma.
Pues he comprendido que existe un balance perfecto entre la vida y la muerte; en esta estancia que es nuestra existencia, llena de retos, lágrimas y sangre. Un balance entre la mente y el corazón, un balance llamado amor. Una única verdad, un único camino, pues lo demás son solo espejismos; baratos, sin luz.
Amor...ese que comienza por uno mismo sin ser egoísta.
Ese que da sin esperar, y siempre termina recibiendo.
Ese que se arriesga a esperar, y siempre recibe lo que necesita.
Ese que ora de rodillas, y siempre consigue respuesta.
Ese que no miente, y siempre recibe honestidad.
Ese que deja libre, y nunca se queda solo.
Ese que simplemente lo entiende todo, sin necesidad de saber, cuándo, cómo, dónde o por qué.
Ese, que siente su conciencia, que piensa con el corazón.
Ese, que va más allá de las palabras y los engaños, ese que va más allá de nuestra propia existencia, ese que lo es todo, ese que es indescriptible, ese, que es el secreto de la creación.
Ese, que, entre el tiempo y el espacio de la Tierra, lentamente quiere y necesita ser descubierto.
Y entonces se fundirán las almas en un viaje, seguro y cálido. Donde el tiempo no existe y la gracia es infinita, donde todo tiene un sentido, uno que nunca existió, uno, que nunca tuvo respuesta.