Me quedé con ganas de ti, con ganas de todas tus miradas y sonrisas, con ganas de esos labios y esos brazos, con ganas de tus manos y caricias, con ganas de esa dulce sensación de desmoronarse ante tus ojos.
Me quedé con ganas de ti.
Después de tanto tiempo de haberle esperado, después de tanto tiempo de haberlo soñado, ahí se encontraba él, con esa pícara sonrisa y sus ojos tan profundos, con ese brillo tan propio y peculiar, con ese poder de dejarme sin amparo y con la fragancia de un perfume penetrante y sublime, mirándome fijamente, reconociéndome, atrapando cada parte de mí, llegando a lo más profundo y a lo más oscuro, recorriendo mis entrañas, saboreando mis recuerdos, matando mis miedos y abrazando mi dolor.
No podía existir momento más profundo y perfecto, más real e inestable, más breve, duradero, mágico, irreal...