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Llevábamos dos horas siguiendo al maldito gps y no llegábamos.

Entre un James negativo y un Drew repelente Candace no podía más. Y creo que yo tampoco.

-Jamás lo encontraremos ¿seguro que esta es la dirección? Por que yo creo que no existe.

-James, es la tercera vez que te contesto que esa es la dirección.

-Ya, pues es la tercera vez que te confundes.

-¡James!- le regaña Candace- eres insoportable.

James rodó los ojos y se recostó en su asiento.

-¡Me hago pis!- grita Drew.

-¿De nuevo?- dice Mark extresado- no me quedan botellas vacías.

-¿Esto es en serio?- dice Peter mirando por el espejo del retrovisor a Drew- Tío ni que llevásemos siete horas de viaje. Sólo han pasado una hora y cincuenta y seis minutos y ya has querido mear cuatro veces.

-¿Seguro que no tienes una enfermedad de orina?- digo yo después de que Peter hablase.

-Ja ja, qué graciosos chicos. Pero ni tengo una enfermedad de orina ni tengo la culpa de que me bebiera ocho cocacolas.

-¡Oh vamos Drew!¡Dime que no hiciste eso!- exclama Daniel- normal que estés más imperactivo que de costumbre.

-Pues no le has visto borracho...- se queja Candace.- Un día se...

-¡NOOOOO!- grito Drew abriendo mucho los ojos y tapándole la boca a Candace- ¡¿Cuántas veces tengo que decirte que solo me paso UN DÍA?!

Candace comenzó a reír como una foca retrasada y se tocaba la barriga pues le dolía de tanto reír.

-Ahora tengo curiosidad por saber qué paso- dijo James.

-Yo prefiero quedarme en la ignorancia y no quedarme con un trauma de por vida- añade Mark.

-Chicos- dice Peter frenando.

-¿Si?- dijimos todos a la vez.

Peter señaló al frente y la vimos.

Una mansión putrefacta y vieja de cinco plantas estaba en frente de nuestras narices.

En la puerta de la entrada se podía distiguir el número 666 desgastado.

-¿666?- dice Daniel- ¿No es el número del demonio?

Tragué saliva.
No lo recordaba, pero Daniel estaba en lo cierto.
No podía ser mera coincidencia.

-Creo que es mejor que valla solo.- digo.

-De eso nada, yo te acompaño- dice Mark.

-Mark, no sabem...

-No es tu decisión.

Resoplé. Mi mejor amigo podía ser muy cansino si se lo proponía.

-Os esperaremos aquí- dijo Candace.

Asentimos y salimos del coche seguidos por Drew.

-¿Drew que haces?

-Quiero entrar y pedir ir al baño.

Frote el tabique de mi nariz e inspire.

-Drew vuelve al coche o hazlo entre los arbustos.

Mark y yo abrimos la gran puerta oxidada de la entrada y comenzamos a caminar por el gran jardín para llegar a la casa.

-No me gusta este sitio- digo tragando saliva.

-Tenemos que ir rápido.- dice seriamente.

-¿Mark qué te pasa?

El suelta una carcajada como si fuese obvio y se giró para verme.

-Pasa que la chica a la que amaba se suicidó.

Me quedé estático, me sentía culpable y no sabía que decir.

En estos momentos las únicas imagenes que a mi mente venían de Mikaela me hacían estremecerme. Ella me aterraba. ¿Cómo alguien podía amarla? Pero en el fondo sabía que Mikaela no era ese ser que estaba decidido a amargar mi existencia.

-Ella no se suicidó- dije rápidamente.

-¿Qué?- dijo Mark mientras su pecho se encogía.

-En la nota. Ella escribió que sabía iba a morir, que la habían a asesinar- tragué saliva- y que todos creeríamos que fue un asesinato.

Mark dejó caer una lágrim por su mejilla derecha y apretó los puños.

-Entremos en esta puta casa ya.

Yo asentí y seguí a Mark hasta llegar al porche de la entrada.

Nos miramos y asentimos.

No había timbre así que di unos cuantos golpes a la puerta de la entrada.

-¿¡Quién está ahí!?- se olló gritar una voz áspera y vieja.

-Nos... n-nos manda Mikaela- dije tartamudeando.

Hubo un íncomodo silencio y entonces la puerta se abrió, pero no había rastro de nadie.

Dude si cruzar el umbral o no pero no me dio tiempo a echarme atrás pues Mark tiró de mí haciendo que entraramos los dos.

La única luz que había era la que entraba por la puerta por la que acabábamos de pasar. Pero pronto esta se consumió pues alguien había cerrado la puerta.

La sala se iluminó como por arte de magia y pudimos observar que estábamos en un hall muy viejo.

Lámparas rotas, alfombras manchadas -por un líquido que espero que sea zumo fresa- e incluso se podía ver a una rata observándonos con esos ojos rojos penetrantes y diabólicos.

Espera.

¿Dije rata?

¡Ahhhhh!

¡Rata!

Les tento una fobia terrible, y como gallina que soy salté a los brazos de Mark, quien sólo rodó los ojos y se zafó de mi agarre dejándome caer al suelo.

Con la cara pegada a la mugrienta y astillada madera del sitio abrí los ojos y vi que la rata ya no estaba donde la vi antes.

Suspire interiormente, pero no debí haberlo hecho.

Escucho un ruido detrás mío y rodando sobre mi mismo me giro y veo la rata ahí, a escasos centímetros de mi cara.

-¡AAAAAAAAAAAAAAAAH!

Pegué el salto más grande de mi vida y me subía una mesa que había en el centro de la vieja sala.

-¡Pier!¡No molestes a los invitados!- se oyó la voz de una mujer vieja que entraba por la sala y se acercaba a la rata.

Entonces vi la imagen más desagradable de mi vida. La mujer cogió a la rata y la colocó en su hombro.

¡AAAAAH!

-Muchacho ¿puedes bajar de mi mesa de caoba?

Inmediatamente hice lo que dijo.

Mark sólo observava desde una esquina de la habitación.

-Bien chicos, los esperábamos.

Tan tan tan.

Pronto se desvelará qué sucede aquí y cómo podrán solucionarlo.

Espero que os guste.

Always 🖤❤🖤

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