Capítulo 8.

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Cuando llegué a la casa, cerré todo con llave y subí a mi habitación. Me sentía demasiado insegura aun estando en mi casa.

Después de todo no me funcionó lo de pensar que es una broma, porque actuaba como si en realidad todo fuese real.

Pero, ¿Qué podría hacer?

Por mi cabeza jamás se cruzó la idea de que algo malo me iba a pasar, es más, ¿Qué podría yo hacerle a otra persona si ni quiera salía de mi casa? No me metía con nadie, no hacía nada. ¿Por qué me eligió a mí? Sí, supuestamente le había quitado algo, pero, ¿Qué precisamente?

Cerré la puerta de mi habitación y me tumbé como un saco de patatas en la cama. Respiré hondo y me acomodé mejor en esta mientras que mi vista quedó fija en el cielorraso. Mordí mi labio y jugueteé con la pulsera en mi muñeca.

Todo era un silencio tan sepulcral que sólo se escuchaba mi respiración y el viento de afuera sacudiendo las hojas de los árboles. Rayos de luces entraban por la ventana iluminado todo, pero a mí no. Estaba aún en el pozo, a oscuras. Debía de hacer algo, no podía quedarme ahí, pronto iba a ser absorbida por este y tal vez no saldría nunca.

Era una situación rara en la que me encontraba.

Desde pequeña me había atraído lo extraño, lo raro, me parecía que era algo único y tenía una belleza nunca vista.

Yo era rara.

Yo era una niña que le gustaba jugar con muñecas, demasiado aterradoras. Que le encantaba ver cosas que a otros repugnaban. Que no le temía a la oscuridad. Era rara.

Mi cabeza era un remolino de pensamientos haciendo que me doliera otra vez la cabeza. Seguí tratando de recordar, aun así.

Entré a un lugar que prometí nunca volver. Era algo tormentoso, y doloroso. Lo único que recordaba a la perfección.

Cerré los ojos con fuerza y pronto todo me invadió. Sentí como si fuera otra vez esa pequeña niña. Esa pequeña niña que no sabía lo que hacía.

Sus ojos, iguales a los míos, me miraban fijamente y sonreía, a pesar de todo, me sonreía y eso era lo peor de todo. Porque no podía recordar la noche en que papá murió, no podía recordar todo lo que había pasado y siempre me echaba la culpa de eso, pensando de que si pudiese recordar, tal vez, la muerte de papá tuviera justicia. Pero por alguna inexplicable razón, mi mente se rehusaba a recordar, a vivir de nuevo esa experiencia. Lo único que recordaba de esa noche, era yo corriendo por las escaleras y cayendo, así dándome un golpe en la cabeza y todo quedándose oscuro.

Sólo escuchaba los gritos agónicos de alguien y unas pisadas detrás de mí.

Sólo eso.

Las lágrimas comenzaron a caer con lentitud por mis mejillas y traté de limpiarlas inútilmente. Volví a respirar y abrí los ojos, viendo todo borroso. Pasé el dorso de mi mano por estos y me levanté, para ir directo al baño y ducharme.

Traté de permanecer fuerte, lo traté, pero no pude. Sólo...No pude. Me derrumbé y lloré por casi una hora. Era como si intentara sacarme un peso de encima. Un gran nudo en mi garganta y el recuerdo permaneciendo siempre, sin querer irse. Atormentándome.

Toda la tarde me la pasé intentando hacer las tareas y vi uno de mis programas favoritos para ver si el tormento de mis pensamientos se iba. Afortunadamente se fue por esos minutos en los que veía Catfish.

Cuando mamá llegó, estaba en mi habitación leyendo. Escuché cómo abría la puerta y después sus pisadas por toda la planta baja.

─ ¡Tara, llegué! ─mamá chilló indicando lo obvio.

Bloody Game [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora