Erik Lehnsherr y Sebastian Shaw

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Miami, Florida

En la zona tropical de Miami, Sebastian Shaw estaba disfrutando de una agradable velada en su yate privado, el Caspartina. El Coronel Hendy acababa de subir a bordo, pues el hombre deseaba hablar con él.

–¿Sigues bebiendo champán, Bob? –le preguntó Shaw al militar.

–Creo que paso. –replicó el militar, quien aún tenía presente lo ocurrido en el Club Fuego Infernal. El hombre caminó unos pasos hasta el centro del yate, donde había colocadas unas cuantas tumbonas, en una de las cuales, estaba Emma Frost recostada.

–De acuerdo, entonces dejémonos de cortesías. –comentó el dueño del yate con una sonrisa maliciosa–. Quería saber... ¿a quién le has hablado de nuestro trato? –preguntó tras apoyarse en la pequeña barra de bar que había en la cubierta, observando al Coronel.

–A nadie. –replicó Hendry rápidamente, provocando que Shaw de una mirada hacia Frost, quien posó sus ojos en el militar por unos segundos antes de responder.

–Dice la verdad.

–Bien... –dijo Sebastian–. Entonces hemos terminado. –concluyó con una sonrisa–. Acabemos con esto, ¿quieres? –indicó, ante lo cual, el joven que anteriormente había manipulado unos tornados avanzó un paso hacia el Coronel. En ese instante, Hendry sacó del bolsillo de su chaqueta una bomba de mano.

–Ya sabía que no debía confiar en ti... –comentó el militar mientras Shaw se acercaba lentamente–. De modo que, o me dejas marcharme de aquí con mi dinero, o tiro de ésta anilla y morimos todos. –amenazó con una voz serena, pero que no enmascaraba su temor a la muerte.

–Adelante. –sentenció Shaw con una sonrisa indiferente–. Hazlo.

–Juro por Dios que lo haré. –replicó Hendry, posando sus dedos en la anilla de la bomba. En ese preciso momento Shaw se acercó a él con pasos lentos, deteniéndose a meros centímetros de su rostro.

–No lo harás. –comentó con una fría calma, tomando la bomba en sus manos–. Pero yo sí. –sentenció, antes de tirar de la anilla con una sonrisa, provocando que Hendry retroceda con temor. Emma y el joven de los tornados lo observaban con serenidad.

A escasos segundos de haber tirado de aquella anilla, la explosión fue inmediata, pero para sorpresa del Coronel Hendry, Shaw parecía poder manipular y absorber la energía de la bomba, lo que hizo desaparecer la explosión en sus manos.

–¿Eres uno de ellos...? –preguntó el Coronel Hendry en una voz casi inaudible, ahora realmente aterrado.

–Eres muy astuto, Coronel Hendry... –comentó Shaw con una evidente ironía en su voz–. ¿Quieres saber qué más sé hacer? Tengo el poder de absorber energía: me mantiene joven, pero eso es lo más aburrido. Lo divertido es lo que puedo hacer con ella cuando la tengo... –mencionó, antes de tocar al Coronel Hendry en el pecho, provocando una explosión que no tardó en reducirlo a cenizas.

***

Cuartel General de la CIA, Langley, Virginia

Charles, Raven y yo nos encontrábamos ahora en el Cuartel General de la CIA, con la esperanza de ayudar a Moira MacTaggert a lograr que sus superiores comprendieran la existencia de los mutantes, y que ella acababa de presenciar algo realmente real, algo que los podría llevar al desastre más absoluto. Mi hermano se encontraba presentando su explicación sobre las mutaciones que podrían haber ocurrido ya, y toda la sala se hallaba en silencio, escuchándolo.

–El advenimiento de la era nuclear quizá haya acelerado el proceso de las mutaciones. –explicó mi hermano–. Puede haber individuos con capacidades excepcionales ahora entre nosotros. –comentó antes de apagar el proyector–. Muchas gracias.

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