11 años más tarde

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Mansión X, 1973

Han pasado 11 largos años desde los eventos ocurridos en la playa de Cuba, y yo no he perdido la esperanza de ver a Erik regresar a nuestro lado. Sin embargo, no puedo decir lo mismo de mi hermano Charles, pues se encuentra sumido en una honda tristeza desde la partida de Raven. Hank había decidido permanecer con nosotros, incluso tras la desaparición de a quien él amaba. Chronos, Venus y Serenidad también habían decidido quedarse a nuestro lado, pues no tenían lugar al que ir. Por mi parte, yo no podía observar cómo mi hermano sufría tanto, incluso decidiendo dejar de lado sus poderes para volver a tener la oportunidad de andar. Cada día que pasaba me recluía más y más en mi misma... Hasta el punto en el que tenía al Fénix como única compañía.

***

Saigón, Vietnam

Un coronel del ejército estadounidense destinado a Vietnam entró en una de las instalaciones, donde varios soldados que ya han cumplido su servicio, esperaban impacientes regresar a casa. Al entrar a la estancia, el oficial comprobó que ésta estaba repleta de desconocidos, mas reconoce al instante a Alex Summers. A éste último, el coronel le guiñó un ojo, provocando que en el rostro del joven apareciese una expresión confusa. Tras caminar unos cuantos pasos más, el coronel se percató de que varios informes están siendo recogidos.

–¿Qué es todo esto? –preguntó el coronel a uno de los soldados que estaba recogiendo los informes.

–Muestras, análisis de sangre,... Lo empaquetamos para enviarlo de vuelta. –respondió el soldado.

–¿A dónde va? –cogió uno de los informes, ojeándolo minuciosamente.

–Al mismo sitio que ellos: a las Industrias Trask.

–¡En marcha, señores! –exclamó un joven oficial, entrando a la estancia con aire de superioridad–. Nos vamos de éste circo de mierda.

–¿Volvemos a casa? –inquirió Alex, algo escéptico en cuanto a las palabras del oficial que acababa de irrumpir en el lugar–. Yo tengo a alguien esperándome... –comentó al ver que la mirada de aquel hombre se posaba en su persona, recordando a cierta joven de cabellos celestes con mechas blancas.

–Todavía no. –sentenció el joven oficial mientras otros soldados que lo habían acompañado abrían un maletín, el cual contenía una especie de suero.

–¿Para qué es todo eso? –inquirió otro de los mutantes que habían sido alistados en el ejército, éste portando unas gruesas gafas negras en sus ojos.

–Para haceros el viaje más llevadero. –replicó el joven, provocando que el oficial que había entrado en primer lugar se gire hacia él, encarándolo–. Os trasladamos a un centro privado para haceros más pruebas.

–Ellos no son militares. –sentenció el coronel más experimentado, su tono severo.

–Unidad privada. –indicó el joven oficial, sacando una nota del bolsillo de su chaqueta–. Autorizados para hacernos cargo de éstos hombres.

–Estos vuelven a casa. –sentenció el coronel con un punto de dureza en la voz, segundos después de leer la nota.

–Coronel, creo que usted no tiene autoridad en éste asunto. –le espetó el oficial.

–Me temo que sí, hijo. –replicó mientras daba un paso al frente.

–Perdone, ¿quién es usted? –inquirió el oficial, pues no recordaba el rostro de aquel hombre.

–La cuestión mayor, es –comentó con un tono de autoridad el coronel, tomando en sus manos la chapa que identificaba al oficial–, ¿quién es usted? –inquirió, leyendo el nombre de la chapa metálica: William Striker.

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