Sin Sentimientos. (2ª Parte de Sentimientos Encontrados)

∆ C3: Regalos navideños.

|Narra Katie|

—Tara, Marc, Carl y Rosita acompañarán a Katie —indicó Rick—. Michonne ve con Jason, Emily y Aaron a buscar la comida. Yo me encargo de lo demás.

Y así hicimos. Cada quién se fue a hacer lo que tenía que hacer. Mi grupo y yo nos subimos a un auto siendo Marc el piloto. Rosita nos dijo que a una hora y media había un pueblo con comisaría; dijo que podríamos arriesgarnos e ir hasta allá y ver si encontrábamos algo.

—Ninguno tiene ni siquiera un arma, ¿verdad? —inquirí esperando que me dijeran que ocultaron una que otra pistola, pero nadie contestó—. Bien, soy la única.

—Así es —asintió Marc.

—Qué esperanza —murmuré para mi misma con sarcasmo.

Pasaron unos veinte minutos en silencio, cada quien viendo a través de la ventana. Sin embargo, noté algo raro en el camino.

—O se acabó el apocalipsis y nos toca vivir bajo el mandato de Negan...

—O los caminantes están entretenidos en la ciudad —Glenn terminó la frase de Tara—. No hay nadie en la carretera.

Ella había pensado lo mismo que yo.

No había nada. Solo autos chocados, oxidados, caminantes muertos, sangre seca en el suelo. No parecía haber algo reciente.

—Solo lleguemos al pueblito —musitó Rosita—. No sé por qué, pero me da mala espina.

(...)

—Llegamos —Marc apagó el auto y miró hacia atrás—. Carl, llegamos.

El hijo de Rick se había quedado dormido luego de que pusiera su cabeza en mi hombro. Lo bueno era que se había quitado el sombrero.

—Carl —moví un poco mi hombro—. Carlitos.

Él se removió y enderezó su cabeza.

— ¿Qué pasa? —inquirió con la voz ronca.

—Ya llegamos —susurré.

Marc, Tara y Rosita habían bajado. Solo quedábamos él y yo.

Se enderezó en el asiento y suspiró. Luego sonrió y ladeó su cabeza en mi dirección.

—Estamos solos —me hizo saber.

—Lo sé —asentí, obvia—. Y si no te apresuras, nos van a...

—Sh —me chitó.

Se acercó y besó mis labios. Le respondí el beso recordando lo que horas atrás habíamos hecho en su cuarto. Mordí su labio con suavidad y eso pareció encender algo dentro de él.

—Chic... ¡Señor! —el gritico de Tara nos hizo separar—. Los dejamos tres minutos y esto es lo que pasa.

Sentía las mejillas ardiendo.

—Bueno, siento interrumpir su mejor momento, pero tienen que bajar —avisó antes de irse.

Carl depositó un beso rápido en mis labios y bajó del auto.

Sonreí como una niña enamorada y lo seguí.

— ¡Chicos, por aquí! —escuché la voz de Marc a lo lejos.

Trotamos hasta la tienda donde estaban.

—No tenemos armas, estamos expuestos —habló Rosita—. Eviten acercarse mucho a los caminantes, sean sigilosos, revisemos estas tiendas primero a ver si correremos la suerte de encontrar una pistola.