∆ C6: Apariencias que engañan.

1.3K 106 92
                                    

|Narra Carl|

—Gracias —le dije con total sinceridad una vez se empezaron a ir los demás—. Muchos seguimos bloqueados por todo lo que pasó el mes pasado y pensar en un buen plan costaría tiempo.

Ella sonrió de labios apretados.

—Es mi amiga, Carl, y también sé lo mucho que vale para ustedes —contestó con calidez—. Pero no te preocupes, confía en que todo estará bien, de verdad.

Pasé una mano por mi nuca, dubitativo.

—No quiero hacerme falsas esperanzas, ¿sabes? —musité—. La amo demasiado, y el hecho de que se encuentre en una situación tan delicada no me deja tener esperanzas, siento que terminaré peor.

Emily se acercó y puso su mano en mi hombro.

—Ánimo, ¿si? La esperanza es lo último que se pierde —añadió tras dedicarme una sonrisa e irse de la casa.

Tomé una gran bocanada de aire y cerré mi ojo mientras echaba la cabeza hacia atrás.

—Katie no mueras, por favor, no lo hagas.

Decirlo en voz alta —aunque fue un susurro— me dio una sensación extraña. Fue un sentimiento de vacío mezclado con tristeza pura. Tan sólo pensar en no ver más nunca esos ojos verdes o reírme de sus ocurrencias me hizo revolver el estómago y querer correr con todas mis fuerzas hasta sus brazos. Quería tenerla conmigo, besarla, tocarla, la necesitaba.

Miré de nuevo al frente cuando noté que varias personas, afuera de la casa, estaban caminando hacia el portón. Fruncí el ceño y me levanté del asiento. Extrañado por la situación, salí tambien y los seguí. Por un instante, mi corazón se aceleró y sentí un revoltijo en el estómago cuando creí que podía tratarse de Katie; sin embargo, cuando finalmente llegué a dónde iba la gente, me desilusioné completamente.

— ¿Qué pasa? —le pregunté a Jason.

Él ya estaba allí.

—Ni idea —se encogió de hombros con los brazos cruzados—. Al parecer llegaron dos personas bañadas en sangre.

— ¿Hombre o mujer? —inquirí.

Noté que Enid y Marc estaban junto a Jason.

—Dos chicos, uno como de dieciocho años y el otro de cinco —contestó mi amigo.

Impaciente por saber qué ocurría, me abrí paso entre la gente. Tras apartar, respetuosamente, a tres personas, pude llegar hasta la escena.

Efectivamente era un chico y un niño, uno mucho más alto que el otro. El mayor tenía la ropa y brazos manchados mientras el niño cargaba la cara sucia en sangre y toda la ropa.

Pude distinguir un poco el cabello del más alto y era rubio, casi castaño, pero no podía ver muy bien por la sangre.

— ¿Quiénes son ustedes? —preguntó Tara.

—Me llamo Dylan —se presentó el más alto. Seguía limpiándose con unas toallas que sabrá Dios de dónde sacaron—. Él es mi hermano, Brann.

El niño no estaba llorando, pero si hacía hipidos mientras pasaba la toalla por su brazo.

— ¿Cómo nos encontraron? —preguntó mi papá.

—Somos de Washington, estuvimos allí sobreviviendo desde hace ya varios meses, pero debido a que nunca formamos parte de un grupo, debíamos movernos —explicó el mayor—. Teníamos un auto, pero al agotarse la gasolina, solo nos quedó caminar durante muchas semanas.

Sin Sentimientos. (2ª Parte de Sentimientos Encontrados)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora