¡Hola Suegra!

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La Madriguera jamás había estado tan silenciosa. Bill y Fleur vivían junto a sus hijos, Victoire, Dominique y el recién nacido Louis, en su propia casa. Fred y Angelina, vivían en la suya, la morena estaba esperando un bebé al que llamarían Arthur o Molly, dependiendo el género. Luna y George celebraban su propio embarazo buscando la casa a la que se mudarían, ya que no podrían vivir arriba de Sortilegios Weasley por siempre. Ron y Hermione seguían en Hogwarts, junto a sus dos amores Rose y Hugo, que seguían creciendo cada día más. Hugo ya había dado sus primeros pasos y balbuceado "papá" para alegría de Ron. La familia Weasley había aumentado mucho más y lo seguiría haciendo en los tiempos venideros.

Molly arribó a su hogar aquella tarde, sin Arthur para descontento. Habían estado haciendo algunas compras en Diagon para luego separarse, pues su esposo había sido llamado a su empleo en el último minuto y había tenido que volver sola. Dejó sus compras en la cocina y se sentó en el sofá para descansar sus pies. Se quitó los zapatos y masajeó un poco sus dedos. La edad le estaba pasando factura, aunque eso jamás lo diría en voz alta.

Miró el reloj que marcaba el estado de sus hijos, muchos de ellos marcaban "fuera", pensó que quizá debería conseguir un reloj más grande para poner a todos los nuevos integrantes... sus lindos nietos deberían sacarse una fotografía para ponerla allí. Oh, la vida había sido buena y benevolente... no habían tenido ninguna pérdida en la guerra, salvo Sirius y Remus -hecho que aún les pesaba a todos después de tantos años- y ahora tenía todo lo que podría desear. Suspiró de júbilo, recorriendo cada rostro en el reloj... uhm, al parecer sus nietos no serían los únicos que necesitaban una foto, todas esas ya eran demasiado viejas... todos deberían sacarse una para el nuevo reloj.

Al llegar al rostro sonriente de Charlie, que seguía tan guapo como en aquel tiempo, bronceado, alto, fornido y todo lo que una madre podría desear para su hijo, suspiró, a su pequeño hombre le faltaba una mujer con la cual compartir su vida, todos los demás ya la tenían... y eso que Charlie era el mayor. Miró a su otro hijo, que estaba a un lado de Charlie. Percy, el siempre serio Percy. Al parecer, su hijo mayor no era el único que necesitaba una esposa, ahora que lo pensaba. Se preguntó dónde estarían ellos en ese momento, no estaban con los demás en el apartado de "fuera"... pero estaban juntos.

La manecilla del señor Weasley se movió al apartado "en camino" y sonrió, debería empezar a hacer la cena. Se dirigía a la cocina cuando un ruido extraño, proveniente de la parte de arriba le hizo detenerse. Era como si algo se hubiera caído. Se suponía que en casa solo estaba ella... quizá un gnomo se había colado a la casa y estaba haciendo desastres...

Subió las escaleras, dispuesta a encontrar la raíz de ese ruido que se volvía insistente y se detuvo frente a la puerta del cuarto de Charlie... Tomó el pomo de la puerta.

—¡Molly, ya he llegado! —Escuchó la voz del señor Weasley desde la puerta.

El hombre entró y dejó su sombrero y su capa en el perchero, mientras también se sentaba en el sofá y miraba el reloj. También suspiró, que viejo se estaba haciendo. Entonces, reparó en que su manecilla terminaba de moverse al apartado "En casa", junto a las otras tres que también se encontraban allí.

—¡Enseguida bajo! —Exclamó la señora Weasley mientras abría la puerta—. ¡Hay un...!

Sus ojos se abrieron como platos.

En el suelo, afortunadamente cubiertos la mayor parte por la cama, estaban tres jóvenes. Percy era el que estaba hasta abajo, tanto que casi no se veía, le seguía un pelinegro... Bailey, el exnovio de Harry, la cosa la culminaba Charlie, del cual se veía hasta la espalda baja, bronceada y con cicatrices de quemaduras. Los tres rostros le miraron con pasmo antes de hacer un movimiento en falso y cayeron sobre la alfombra, llevando la sabana con ellos.

No me dejes irDonde viven las historias. Descúbrelo ahora