Epílogo

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—¡Potter! —Se escuchaba por toda la casa—. ¡Eres un... un! ¡Hijo de tu padre! ¡Vuelve aquí!

—¡Estás envejeciendo, Snape!

Lily se llevó las manos a la boca, ahogando la risa que amenazaba con salir de sus labios. Eileen tenía el ceño fruncido hasta niveles inimaginables y la vena en su frente saltó al escuchar a su padre gritarle de nuevo a su otro padre. Bufó, saliendo de la habitación y aplicando un hechizo de silencio en la puerta.

—¡Pueden dejar de gritar de una vez! —Bramó, dirigiéndose al despacho con Lily detrás de ella—. ¡Son un par de niños inmaduros! Y mira que ya están grandecitos. ¡Casi despiertan a Remy!

Se encontró con la curiosa escena de sus dos progenitores sobre el sofá, Severus apresando a Harry con su peso y sosteniéndole las manos arriba de la cabeza. Colocó las manos en jarra, mirándoles con chispas en los ojos.

—Claro, sigan con sus jueguitos sin preocuparse, cómo ustedes no son los que lo cuidan.

Harry sonrió más ampliamente al ver que Snape se erguía, avergonzado de su actitud y el regaño de su hija. Él también se levantó.

—Nosotros no te pedimos que lo hicieras —Dijo para enojo de Eileen, que le lanzó una mirada indignada—. Tú eres la que no nos deja cuidarlo.

—¡Porque son unos irresponsables! Además ¿Tú que estás diciendo? ¡No eres capaz de levantarte en las madrugadas cuando comienza a llorar!

—¡Óyeme que me desvivo trabajando para traer el pan a esta casa!

Severus rodó los ojos y miró a Lily, que sonreía divertida por la pelea de su hermana y su padre. Ambos se miraron con entendimiento. En un principio habían creído que serían ellos los que pelearan siempre, dada la naturaleza revoltosa de la chica y la estricta del hombre. Sin embargo, parecía ser que no les daba tiempo de hacerlo debido a que Eileen y Harry siempre estaban recriminándose algo, mucho más desde que naciera su hermano.

Su gemela continuaba siendo la dulce y responsable chica, por lo cual se había convertido en la "madre sustituta no oficial" de su pequeño hermano menor. Remus Orion Snape Potter había llegado al mundo el 2 de Mayo de 2015, cuatro años después de que sus padres se reconciliaran y se unieran en matrimonio, es decir, hace dos meses. Era un pequeño de naricita respingada y pelusita negra, al igual que sus ojos, profundos y oscuros como la misma noche.

Eileen siempre lo alimentaba, lo arrullaba y era ella quien lo acaparaba todo el día, primero solo lo había cuidado por algunas horas entre o después de las clases porque Severus trabajaba y Harry descansaba, después estaban de vacaciones y no dejaba que nadie se acercara, salvo Lily. Harry comenzó a trabajar de nuevo un mes después.

Ambas gemelas contaban ya con dieciséis años, eran todas unas mujeres, en opinión de los mayores, hermosas y altivas. Las dos contaban con la atención de los chicos de todo el colegio.

—Bien, es hora de irme —Anunció Lily, distrayendo a Harry de su riña con Eileen.

—¿Irte? ¿A dónde?

—Con unos amigos del equipo de Quidditch —Respondió, colgándose su bolso al hombro—. Iremos a almorzar.

—¿Equipo? ¿No irá ese tal Dennis, verdad?

—Pues claro que irá papá, es mi cita.

El color desapareció del rostro de Harry, que enseguida se volvió a poner rojo cómo un tomate.

—¡¿Cita?! ¡¿Y con permiso de quién iras a una cita?!

—De papá Severus, él ha dicho que está bien.

—¡¿Qué?!

Se volvió a Severus, que miraba con los brazos cruzados la escena, parecía estar indiferente al hecho de que su hija iba a salir con alguien. Lily aprovechó el momento para salir de la casa, enviando un beso con su mano a sus padres.

—¡Oye! ¡Vuelve aquí! ¡Lilian!

Pero la joven ya se había ido. Harry miró a Severus como si quisiera meterlo en un matraz diminuto.

—¿Cómo pudiste darle permiso?

—Ya es mayor, Harry... ella sabe lo que hace —Respondió con simpleza—. No te preocupes.

—Te has ablandado —Gruñó.

—Y tú te has vuelto de lo peor con la edad —Sonrió de medio lado. Harry volteó la cara y comenzó a subir la escalera.

Severus miró a Eileen.

—Lo amenazaste ¿no?

—Obviamente, no se acercará a menos de una milla de ella si quiere vivir.

—Típico —Resopló—. ¿Estas consciente de que te hará una rabieta al llegar?

—Claro, pero vale la pena si mi pequeña no termina con un pelele.

—Vale, iré por Remy —Sonrió Eileen—. ¡Me muero por tener el mío propio!

—¡Eso sí que no jovencita! ¡A tu padre le caerá diabetes si escucha eso!

—Pequeñeces —Desestimó—. Está bien... papá no me dejará tocar a Remy... ¿Puedo ir a ver a Sally?

—¿No crees que esa pequeña tiene suficiente con sus tres padres?

—¡Já, ahí hace falta mano femenina! Los hombres no son buenos para criar niños, si lo sabré yo.

Severus torció la boca al imaginar lo que les esperaba a Bailey, Charlie y Percy en cuanto su hija arribara. Eileen tenía que haber heredado su mano firme y el amor maternal de Harry. ¿Por qué Lily al menos no había heredado la alergia a los chicos? No lo sabía, solo sabía que jamás volvería a alejarse de ellos y que era feliz.

Sí, al fin estaba todo en su lugar.

FIN

No me dejes irDonde viven las historias. Descúbrelo ahora