Universidad de Seattle
Viernes, 5 de marzo de 1999
Arantxa
Había sido una semana completamente perfecta, pues la mañana del lunes fue cuando recibí esa inesperada carta que ostentaba en la parte superior el logo de mi universidad. Su contenido no era más que para informarme que mi promedio de calificaciones había sido el más alto en toda la facultad de Ciencias Sociales, motivo por el cual sería premiada dentro de un par de semanas por entrar al cuadro de mérito.
Recuerdo que mis ojos leyeron todo tan rápido que apenas logré enterarme la mitad de lo que decían esas oraciones en inglés. No importaba. La alegría y - en especial - la sorpresa habían calado en todo mi ser. Chillé, grité muchos "Sí" y hasta terminé por golpear varias veces la puerta del mini departamento donde vivo desde hace más de un año. Ese había sido el primer "boom" de emoción que sacudía y parecía que no me dejaría ir con tanta facilidad. Quizá el único "inconveniente" de recibir una gran noticia como esa fue que no tenía con nadie con quien celebrar, llorar de alegría o simplemente reír como una loca.
Había estado con tanta tensión durante las últimas semanas que en ese momento todo desapareció de golpe, ya que mi - muy malvado - subconsciente me torturaba con la maldita idea de que mi promedio académico de mi primer año de universidad no había sido el suficiente como para mantener la beca por otro año más. Claro que todos mis amigos me decían lo contrario: << ¿Por qué te preocupas? Arantxa, tú eres la que siempre hace perfectos los exámenes. Es imposible que no mantengas la beca. >> Pero yo, toda terca, seguía con ese tontísimo pensamiento de que no me había esforzado lo suficiente como para merecer una subvención en los estudios por otro año más.
Debe haber sido en el momento en que terminé de saltar por los escasos metros cuadrados que posee mi piso cuando me decidí cambiar mi pijama por ropa de calle, lavarme los dientes y arreglar la tempestad nocturna que había pasado en mi castaña melena en menos de dos minutos y, sin tomar desayuno, salí corriendo hacia la estación del metro.
Mi corazón seguía vibrando por ser la número uno de mi facultad. ¡Ni siquiera hasta ahora me lo puedo creer! Mientras que mi mente hacía cálculos y unía sueños de por aquí y de por allá: mi vida acababa de cambiar. Ya que más allá de la soberbia por estar en el cuadro de honor, se encontraban mis planes por conseguir un excelente trabajo antes de acabar la universidad, y ahora mismo acababa de dar un paso y medio, solo debo mantener o subir más mi dedicación a la universidad y las ofertas de trabajo terminarían por buscarme.
El viaje en el metro nunca me resultó tan tardado y eterno como ese lunes, ya que con cada estación en que se detenía, tardaba un par de minutos y volvía a ponerse en camino, y ese tiempo "extra" significaba más minutos en que mi mamá estaría alejada de que le contara sobre esta gran sorpresa. Faltaban dos estaciones más antes de que llegase a la avenida principal desde la que me quedaba más cerca caminar hasta la zona residencial donde vive Susan.
Mi mejor amiga tenía que ser la primera en enterarse, además, de que esta vez sí tomaría su palabra de poder usar su teléfono para hacer una llamada internacional desde su casa. En otras ocasiones - como durante mi cumpleaños - rechacé hacerlo, pues me muero de vergüenza ante la posibilidad de excederme en minutos al conversar con mi mami y así le vendría una cuenta enorme de telefonía a mi amiga. La vía más "económica" y tardada que utilizo para saber cómo se encuentra mi familia en España es por medio de largas cartas que de vez en cuando - o casi siempre - me sacan lágrimas al leer lo mucho que mi mamá me extraña, pero en especial por esas divertidas postdatas que Valeria, mi hermanita menor, le encanta agregar. Siempre me pide consejos para que el chico que le gusta se "anime" a ligar con ella. Bueno, tiene 14 años y ya está en la edad de enamorarse, así que me entretiene bastante con cada alocada estrategia que se le ocurre.
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Maestra
RomanceAquí empezó todo, antes de que Arantxa tuviese sus propios juegos y reglas, alguien tenía que enseñarle a ser una maestra. Dos clases sociales opuestas, dos formas distintas de ver la vida, pero un amor puro nacerá entre las dos después de ese prime...