9. Nuestro mundo, nuestras reglas

3.6K 214 18
                                    

Golden Gardens Park

Sábado, 29 de mayo de 1999

Arantxa

Mi cabello jugueteaba con el ardor de la playa y es casi seguro que más de un centenar de granitos de arena terminarían pegados en él. Sin embargo, eso no me interesa hoy ni me importó las otras veces que he visitado este paraíso tropical. Quizá estoy recobrando el tiempo perdido de mi niñez en la que casi nunca (la excepción fue una ocasional salida familiar al lado de ese hombre que es mi padre) disfruté de las playas valencianas. Claro que en Barcelona sí he sido feliz desde el momento en que regresé - o escapé de mi figura paterna - pero lo hice ya con casi once años y esa etapa de "sorpresa" o "inocencia" hacia lo nuevo ya había desaparecido de mi vida.

- ¿Y cómo crees que todo haya empezado? - le pregunté antes de volver a cerrar los ojos mientras me dejaba llevar por el apacible sonido de las delicadas olas de mar que salpicaban al mediodía.

- Te lo respondo con otra pregunta: ¿Quieres que te haga spoiler?

- ¡Oye! Pensé que no la habías visto.

Casi de golpe me había enderezado y ahora mi rostro estaba a la altura del suyo. Nuestras miradas se desafiaban de manera contradictoria: la mía era de molestia y la de ella estaba cargada de risas a muy poco por estallar en carcajadas.

- ¡Amo, amo, amoooo! Cuando me quieres asesinar con esos ojitos de cobre líquido mi fresa picante - chilló a la vez que sus manos abandonaban mi desnuda cintura y apresaba con mimo mis mejillas antes de fundirnos en un rico beso en los labios -. ¡Obviamente es mentira! No he visto la película. Si solo contigo es con quien quiero ir al cine.

- Entonces... ¿haces que me enoje solo para darme un beso? - contesto con otro beso, pero este es más profundo y logro que Mía se eche sobre la arena. Nuestras respiraciones se mezclan hasta que perdemos el sentido del tiempo en esta eterna muestra de amor.

- Regla 3 - ronronea en forma de pregunta.

Me despego de su cuerpo, quedando a horcajadas sobre ella, y con una amplia sonrisa recito de memoria esa tercera regla que enmarca a nuestro juego.

- <<Nunca se pide un beso de amor. Solo se da y se recibe.>>

- Good girl.

Las hebras plateadas de su cabello se confundían bajo el brillo del sol sabatino y la blancura brillosa de la arena. Aquí no habían miradas "curiosas" que podrían caer sobre nosotras. Así que libremente nos hacíamos cariños y besitos como el par de enamoradas que somos. Mis manos se perdían atrás de su melena rubia, se entrelazaban con firmeza y ahogaba sus suspiros bajo mis húmedos labios de fresa picante.

- Así que te sabes todas nuestras reglas de memoria.

- Sí, sí, sí.... - me apresuré a contestar sin despegar mi aliento del suyo-. En especial la regla cero.

- ¡Oh! Esa regla está hecha solo para nosotras: <<Quien se enamora...

- ...pierde>> - terminé de susurrar esa deliciosa regla autoimpuesta a nuestra relación.

Ambas reíamos de alegría, amor, ternura y de tantas cosas a las que siempre hemos temido, pero hace más de dos meses nos prometimos dejarlas atrás. Entre más caricias y palabras bonitas fue que decidimos -por fin- meternos a dar un chapuzón en el azulino mar de Seattle.

Ver su esbelto cuerpo cubierto por un finísimo bikini negro salpicado por las pequeñas gotitas de cristal marino me enciende los sentidos. Le lanzo una miradita atrevida antes de abrazarla por su cintura y besar su cuello con suavidad y lentitud. <<Te amo, Mía>> Siseo débilmente cuando pego mi oído a la altura de su corazón y lo escucho latir con tanta emoción mientras que nuestros cuerpos son movidos por la marea en esta solitaria playa.

MaestraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora